RENOVACIÓN HOTELERA

El padre de los grandes hoteles de Barcelona renace tras una reforma integral

SOFIA

SOFIA / periodico

Patricia Castán / Barcelona

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Hace justo 42 años que abrió sus puertas el padre de los hoteles modernos de Barcelona, el mayor de la ciudad durante cuatro décadas, el referente de la vida social local de los años 70 y también un pequeño icono del paisaje final de la Diagonal. Pero el antiguo Princesa Sofía, con millones de pernoctaciones a sus espaldas, cerró una etapa el pasado octubre al bajar la persiana para reinventarse y volver a la primera línea de los hoteles barceloneses. Hace solo unos días que ha renacido, en plena forma y desprendiéndose de la denominación monárquica. Ahora ya es el Hotel Sofía, de cinco estrellas y mucho más contemporáneo.

Incluso por fuera su carcasa ha evolucionado. El precoz 'rascacielos' -en 1975 parecía el doble de alto que ahora- ha rehabilitado su fachada sacando más partido de su privilegiada ubicación libre a cuatro vientos. Tras cruzar su umbral aún queda más claro que el establecimiento ha dado un salto de siglo: un nuevo 'hall' abierto y de diseño, mucho más luminoso y personalizado -con mostradores individuales y para grupos-, ha borrado el que antaño se enmarcó entre pesadas moquetas y cientos de casilleros para llaves y mensajería. Aquella prehistoria hostelera ha dejado paso también a un nuevo concepto de experiencia, al confort lujoso del alojamiento hay que sumar tecnología y personalidad, de la mano de sus actuales propietarios, Selenta Group. Ya no sirve parecerse al resto, sino que prima la experiencia integral de cada viajero.

La intervención ha sido integral, pero se ha llevado a cabo por fases y plantas. Al principio, fue compatible con el funcionamiento del hotel, pero en octubre se tuvo que cerrar todo el edificio al público. Algunas incidencias durante la reforma y complicaciones con las licencias retrasaron las obras, que finalmente han durado nueve meses, todo un parto, y han dado paso a una apertura en varios tiempos. De momento están operativas en torno al 75% de sus 465 habitaciones y buena parte de la planta de restauración. Y es que la intervención le ha hecho dejar de ser el mayor hotel de la ciudad en número de habitaciones (nació con más de 500), al redistribuir las últimas plantas creando suites de mayor tamaño.

La propiedad ha optado por una reapertura paulatina, que en las próximas semanas será casi completa pero llegará al 100% de los espacios a principios del 2018. No obstante, desde que levantó la persiana hace solo unos días ya cuenta con huéspedes de medio mundo y numerosos asistentes al Congreso Europeo de Cardiología que ha comenzado este fin de semana. 

Ayer y hoy

El 'new look' es drástico en las habitaciones, que se dividen en Harmony, Sphere, Infinity y So Suite, según dimensiones y prestaciones, con muebles minimalistas, madera y piedra, dimensiones generosas, mucha luz y miradores para asomarse a la Diagonal. Qué lejana resulta la rutilante megasuite de 250 metros cuadrados que Joan Gaspart -cuando el hotel era de la cadena Husa- diseñó para albergar a Juan Antonio Samaranch un mes durante los JJOO. La bañera redonda de su macrobaño, registrada en las hemerotecas, da cuenta de cómo ha cambiado la hotelería en las últimas tres décadas. Del lujo pomposo al que prima los materiales naturales.

El macrohotel estrena también zona de bienestar, 'spa' y 'fitness', acristalada y con vistas al jardín, pero es en la la cocina donde incorporará más novedades visibles no solo para los huéspedes sino para la ciudadanía. Carles Tejedor es el asesor gastronómico de todo el proyecto, que se ha materializado ya en el restaurante Impar, con tres barras de sabor diferenciadas y distintas cocinas del mundo; y la cafetería-boulangerie, Philosofia, ideal para degustar o llevar. Próximamente abrirá su opción más exclusiva, el Be So, de unas 30 plazas. El interiorismo lo firma en esta zona el hiperactivo Jaime Beriestain.

Ese reclamo para el barcelonés incluye también ocio, con una inminente propuesta nocturna bajo el nombre de Zuu, y nuevos espacios para desarrollar grandes eventos, desde actos corporativos a bodas, incluso para más de mil personas. En resumen, una oferta integral al estilo de los grandes hoteles americanos, pero con una estética muy europea, destacan fuentes del hotel. La fórmula está llamada a devolver al hotel a la primera plana de la agenda social de la ciudad, como cuando apenas unas semanas después de su estreno en 1975 ya acogió la gala de la 24ª edición del premio Planeta, unas jornadas de economía nutridas de ministros de la época o el primer congreso que celebró la Sociedad Española de Oncología, catapultado en un tiempo meteórico al hotel como referente local.

Cambios de manos y de estilo

El establecimiento que perteneció al hotelero Joan Gaspart no solo fue pionero en dimensiones y concepto en la hotelería de lujo de los años 70 y 80, sino que fue uno de los emblemas de los Juegos del 92 (tenía una suite olímpica). Sin embargo, ante el temor de que con el puñado de nuevas construcciones hoteleras levantadas para los JJOO después del acontecimiento sobrasen camas, Gaspart incluso proyectó ese año convertir parte del bloque en oficinas. El posterior auge turístico hizo que más bien pasase todo lo contrario en la ciudad. No obstante, el hotel renunció a la quinta estrella por razones fiscales.

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