Conflicto en el aeropuerto
Día Mundial de la Paciencia en El Prat
La posibilidad de que la Guardia Civil acabe ocupándose de los controles de seguridad en el aeropuerto de El Prat parecía no disgustar a los pasajeros que aguardaban pacientemente su turno este viernes durante los paros parciales convocados por la plantilla de vigilantes de Eulen que realizan estas tareas. "Me da igual, lo que quiero es que resuelvan esto", resumía Lorena, que había llegado con horas de antelación para asegurar su vuelo a Lima con su marido y su bebé desde la T-1, la más concurrida.
Las colas habituales en estas fechas a primera hora de la mañana, sobre las 10 y a partir de las 4 de la tarde se alargaron este jueves porque coincidieron con los paros convocados por los vigilantes. El tiempo de espera fue al menos de una hora durante la mañana. Los gestores de tráfico de AENA, de otra empresa subcontratada, se afanaban por encauzar a los pasajeros hacia los accesos más fluidos pero esto no evitaba los tapones que se concentraban en los arcos de seguridad, que la protesta laboral obligaba a cerrar al menos en una tercera parte. Los auxiliares de la puerta de control, también de Eulen pero que no están en huelga, recibían las quejas e incluso los insultos de algunos pasajeros. Y la Guardia Civil patrullaba por las puertas e instaba a los empleados a cumplir con sus tareas "incluso con llamadas de atención", según un trabajador.
"¿Qué día te he dicho que es hoy, Daniela?", preguntaba Estrella a su hija de seis años. "El Día Mundial de la Paciencia", repetía obediente la niña. Llevaban 45 minutos de cola en el control de seguridad supuestamente rápido destinado a pasajeros con niños, y aún les quedaba un rato. Iban a Hong Kong y de ahí a Sídney, así que eso era "el entrenamiento".
Aunque algunos viajeros llegaron muchas horas antes al aeropuerto, se encontraron con que las aerolíneas tienen sus propios horarios. "Llevo aquí desde las 8 de la mañana y no he podido facturar hasta las 10.30 horas", explicaba Encarnación, una jubilada de Martorell que iba a Alemania en un vuelo de Air Berlin que salía para Dusseldorf a las 12.20. "Hasta las 12.20 no nos dejan facturar en el vuelo a Colombia. Tenemos que desayunar y comer aquí", se quejaba Ana, que acompañaba a sus familiares para un vuelo que salía a las 4. Y como ella, otros muchos poblaban la cola de Avianca con voluminosos bultos.
Enfado
Tras el segundo paro, hacia las 12, las colas se fueron diluyendo y solo se mantenían las retenciones, por usar términos de tráfico, en el acceso de familias donde los niños eran poco sensibles a los conflictos laborales e intentaban jugar con cintas, carros, maletas y lo que fuera.
"Algo tienen que hacer los trabajadores para que se les escuche. Todavía hay pocas manifestaciones para lo que está pasando", justificaba Alberto, autónomo, que había ido a despedir a su hija veinteañera al aeropuerto. "Pero he venido con el enlace que publicasteis a la salida de vuelos regionales, por si había cola pasar por allí", señala.
Servicio al pasaje
La comprensión del conflicto era mayoritaria entre los afectados locales pero muchos criticaban que la protesta hubiera estallado en plena temporada de verano. "Entiendo sus motivos, pero como pasajero reclamo un buen servicio", argumentaba Martin, un sueco que vive en Barcelona tras casi una hora de espera en la cola de familias para tomar un vuelo a Málaga.
Ni siquiera a Nina, una joven de Banyoles con destino a Bangkok que había llegado con siete horas de anticipación y se confesaba "medio independentista", le molestaba que en esta situación la Guardia Civil pueda asumir el control de la seguridad. "No creo que Madrid provoque esto, como dicen algunos. Ya nos putean en otras cosas, pero aquí los trabajadores tienen derecho a quejarse. Yo cobro tres euros a la hora como peluquera. No quiero trabajar en otro sitio sino que me paguen más por lo que hago", opina.
Su novio, Albert, empresario, lo veía de otra forma. "Autobuses, metro, taxis, no deberían tener tanto derecho a huelga porque sus protestas afectan a mucha gente. Si no les gusta que cambien de trabajo", afirmaba. Nina le instaba a reprimirse ante la periodista. La discusión tenía visos de poder durarles el largo camino hasta Bangkok.
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