ALGUNAS VOCES DESDE LOS BARRIOS

"El Gòtic no quiere ser Venecia, y el Poblenou no quiere ser el Gòtic"

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Helena López / Barcelona

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La Barceloneta es ese particular lugar en el que se entremezclan, haciendo equilibrios que se antojan imposibles, una de las vidas de barrio más genuinas de la ciudad, de vecinas que se saludan por el nombre, muchas veces un mote; con la cara más salvaje de la Barcelona de postal. Dos mundos en un mismo pequeño y privilegiado espacio de tierra. Uno, el segundo, devorando año tras año, verano tras verano, al primero, que no se resigna a dejarse comer. No en vano se autodenominan la ostia. Para el sábado que viene la plataforma La Barceloneta diu prou ha convocado una concentración en 'la calita', bajo el lema '¡Recuperemos la playa de todos!'acción similar a la que hicieron en julio los miembros de Ens Plantem, en el Poblenou.

La acción en 'la calita' se enmarca en la campaña #CapMésEstiuComAquest impulsada por la Assemblea de Barris per un Turisme Sostenible (ABTS) para visibilizar en las redes el malestar ciudadano con la masificación turística. Ciberacción en la que los vecinos comparten fotografías de las (molestas) situaciones cotidianas de vivir en la parquetematizada Barcelona (transporte público 'tomado' por los turistas, bicicletas de alquiler acaparando plazas públicas...). 

Mini, como la conocen todos en el barrio, y Margarita nunca fallan. Toman el café con leche todos los días juntas, junto a otras vecinas, en una terraza del mercado de la Barceloneta. La mala vida que les da el atractivo turístico de su barrio -del que ellas mismas, muy a su pesar, forman parte, como exótica y retratable especie autóctona- es un tema de debate obligado. Cada mañana amanecen con la necesidad de desahogarse de una nueva noche con acento inglés. 

"A partir de la primavera, aquí ya no se puede vivir. Pero no de ahora, desde hace años. Cada vez se van del barrio más vecinos; y familia que se va, piso que se convierte en turístico", resume Antonio, granadino afincado en el barrio desde hace medio siglo, sentando en el otro extremo de la plaza, junto a otro grupo, en este caso de hombres, hablando de lo mismo.   

La (triste) avanzadilla

Al otro lado del Port Vell, el Gòtic. "Nosotros no queremos acabar siendo Venecia, y en el Poblenou no quieren acabar siendo nosotrosPoblenou ",  asegura Martí Cusó, miembro de Resistim al Gòtic. "En el Gòtic vamos 20 años antes. Somos la avanzadilla de lo que puede pasar en el resto de barrios de la ciudad si lo dejamos todo en manos del turismo", opina Cusó, miembro también de la Assemblea de Joves del barrio, nacida hace tres años para intentar recomponer el destruido tejido vecinal. 

"Quedan pequeñas islas de vida en medio de un desierto turístico", señala el joven, quien destaca como una oportunidad -"quizá la última"- pequeñas victorias como la recuperación del Borsí como futuro espacio vecinal o el compromiso municipal de convertir en pisos sociales los viejos juzgados de Via Laietana. Oportunidad que llega -tras la lucha casi heroica de los (pocos) vecinos resistentes- casi en tiempo de descuento. "Si no son los hoteles [vetados por el PEUAT], son los pisos de lujo. La industria encuentra siempre la manera", concluye Cusó antes de sugerir medidas concretas, como abandonar la promoción pública del turismo -"ya se promociona solo"-, o incrementar la tasa turística para ampliar el parque de vivienda pública. La vivienda, la clave de todo.

El incremento del precio de los pisos es el problema de fondo que destacan las plataformas vecinales nacidas en varios barrios para pedir soluciones a la masificación turística. De Gràcia a la Sagrada Família. 

Nuevos hoteles en el Poblenou

"Cada semana nos enteramos de una nueva compra por parte de un inversor internacional, y la expulsión de vecinos por el aumento de precio de los alquileres es una constante", subraya Pere Mariné, de Ens Plantem, en el Poblenou, quien prevé que la situación empeore de forma exponencial cuando construyan los dos hoteles previstos -que sumarán mil nuevas plazas- en el solar de la calle de Llull, cuyas obras están temporalmente paradas por las grietas causadas en las fincas próximas. "Cuando se reactiven las obras volveremos a salir a la calle. Además hay otros cinco hoteles pendientes, que sumarán otras 2.000 plazas", añade.

Otra preocupación compartida son las terrazas. "Después de un proceso participativo ejemplar, y de que todas las partes cediéramos para llegar a un acuerdo, va el Gremi de Restauració y judicializa la ordenación singular de terrazas de la Rambla del Poblenou", subraya, enfadado Mariné, también molesto, igual que Cusó, con que "la oposición en pleno [menos la CUP] se haya alineado con los empresarios para la nueva ordenación".