EN LA CALLE AVINYÓ

Adiós a las últimas quiosqueras del Gòtic

Vecinos del barrio rinden homenaje a dos hermanas que les han vendido diarios durante 50 años

Consuelo e Isabel Bárcena, quisoqueras de la calle de Avinyó

Consuelo e Isabel Bárcena, quisoqueras de la calle de Avinyó / periodico

Rosa Mari Sanz / Barcelona

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Podría parecer una historia triste, tiene ingredientes para ello: otra tienda de las de toda la vida, con un oficio de los de toda la vida, echa el cierre en Barcelona. El lugar, además, ayuda a interpretarlo así: el Gòtic. Pero no. Esta vez se trata de una historia de amor. Así la define Xavier Artal, cartero de la zona y uno de los implicados en darles una sorpresa a las últimas quiosqueras del barrio, las hermanas Consuelo e Isabel Bárcena. El emotivo homenaje ha sido este sábado, un día antes de que acudan por última vez a su negocio en el número 38 de la calle de Avinyó, una pequeña papelería de 14 metros cuadrados junto a la calle de Escudillers.

Y amor es lo que no ha faltado. Lo han demostrado los numerosos vecinos que se han concentrado a las puertas, de todas las edades. La escena, con bebidas y picoteo aportado por un bar de la zona, ha hecho pensar por momentos que se trataba de un barrio como los de antes, hasta que o una minivan de servicio al aeropuerto o una de esas furgonetas negras cada vez más prolíficas de transportes de pasajeros a través de 'apps' obligaba a apretujarse en la estrecha acera para no ser arrollado.

Las hermanas, abrumadas, no han podido ocultar su emoción, especialmente Consuelo, la pequeña, que empezó con 15 años en el quiosco. Es la que ha estado durante los últimos 50 años dedicando su vida a la tienda que compró en 1967 su madre, viuda del limpiabotas del barrio. Ha ido todos los días. Su hermana, de 72 años, ha trabajado más esporádicamente, pero la ha acompañado hasta el final. Como hará este domingo, cuando baje definitivamente la persiana de unos bajos que reabrirán como una minijoyería.

Emoción

 “Estoy muy feliz. La verdad es que ya necesitaba parar. Me llevo el cariño de toda la gente, siempre hemos tenido mucha suerte con la clientela”, ha explicado Consuelo en un momento de amor universal y entre abrazo y abrazo de decenas de personas, y sin ocultar cierto vértigo sobre la nueva vida que le espera, ya que prácticamente toda su existencia ha girado en ese pequeño espacio.

Lo que sí tiene claro es que aunque vive en la plaza de Urquinaona seguirá yendo al Gòtic. Allí está su gente. Su hermana vive allí, en la calle Ample. Y el hijo de Isabel, Jordi Mor, que también había echado una mano en el quiosco cuando era un chaval y se ha sumado a la fiesta este sábado, tiene un piso delante del de su madre, aunque dice que se va, que se siente expulsado y que quiere salir de la ciudad. “Hemos de dormir cerrados a cal y canto por el ruido. Antes las molestias eran estacionales, pero ahora es todo el año”, lamenta.

Detrás del llamamiento vecinal a acudir a la papelería a las 13.00 horas de este sábado está Teresa Caja, presidenta de los comerciantes y vecinos del Gòtic y una de las más implicadas en un barrio del que ella es vecina de tercera generación. Y del que, a diferencia de Mor, no piensa moverse, dice, porque le iría la vida en ello. Por eso, no se le escapa ninguna ocasión que lo merezca, como la de hoy, para aunar a los vecinos, reivindicar su espacio y recordar que todavía hay mucha vida cotidiana en las calles del Gòtic. Y, sobre todo, mucha resistencia. 

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