TRANSFORMACIÓN DEL BARRIO DE MODA DE BARCELONA

Nemo, la última víctima de Sant Antoni

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Helena López

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A la salida del colegio es habitual la imagen de un niño tirando de la manga de su madre hacia el interior del alargado local. Todos en el barrio saben que allí vive, intuyen que feliz, el pequeño Nemo, surcando uno de los acuarios situados a la derecha del establecimiento, donde Toni Griñó tiene los peces de agua salada. Entre ellos, el pez payaso -como se conocía la especie antes de Disney Pixar- es el rey. "Siempre destaco la función social de la tienda, pero es que es cierto", señala Toni. Lo es. ¿A qué niño no le fascina aplastar la nariz contra una pecera, y más, si al otro lado del cristal está el más aventurero de los peces?

Acuarios Condal, como se llama el negocio que regenta Toni en el 58 de la calle de Viladomat, es, como el oscarizado pez, una especie en peligro de extinción en el gentrificado Sant Antoni. En la acera de enfrente, a pocos metros del local, La Croqueta presumida ocupó recientemente el espacio en el que históricamente había habido una tienda de retales. A su lado, un cartel de 'se alquila' en el local que durante años fue una peluquería clásica. 

Toni aún conserva en la recámara de la tienda un enorme carro de madera con el que su abuelo iba al mercado. La familia Griñó habita ese espacio desde hace tres generaciones. Los primeros fueron sus abuelos maternos, quienes abrieron allí una tienda y taller de reparación de bicicletas, además de instalar su casa en el altillo, donde nació la madre de Toni. "Mi abuelo fue un pionero. En aquella época no había muchas tiendas de bicicletas", destaca. Al casarse sus padres, el progenitor, otro pionero, introdujo los primero acuarios en un rincón de la tienda. Con el tiempo el negocio de los peces fue ganando terreno al de las bicis, y, al hacerse cargo sus padres del local, se centraron en los acuarios.

Sentencias a favor de la propiedad

En el año 1985 murió el abuelo de Toni mientras Boyer implantaba su famoso decreto que acababa con los prórroga forzosas en los alquileres. Al año siguiente actualizaron el contrato, poniéndolo a nombre de su padre. "Pese a que la ley ya no obligaba a ello, se hizo un contrato indefinido por tres generaciones y yo soy la segunda", señala Toni. Hace unos meses recibió la primera llamada del administrador para sentarse a hablar. "El titular del contrato es mi padre, ya jubilado, y la propiedad se acoge a eso. Saben que hay jurisprudencia que da la razón a propietarios que pedían rescindir contratos por la jubilación del titular y presionan con eso", explica el hombre en su negocio, en el que estos días de verano también está su hijo (la tercera generación del contrato actual, aún vigente, y la cuarta de la saga). 

"Pese a tener un contrato en vigor, me senté a hablar con ellos. Estaba dispuesto a negociar y a llegar a un acuerdo, pero ellos quieren 1.200 o a la calle", apunta el hombre, quien actualmente paga 350 euros. "Si hace falta llegaré hasta los tribunales. Yo tengo un contrato indefinido en vigor y lo voy a defender", concluye. El administrador de la finca no ha querido dar a este diario su versión de los hechos.

Ejemplo del devenir del barrio

Desde Fem Sant Antoni ven en el caso de Acuarios Condal "un claro exponente de lo que está pasando en el barrio". "Cierra el comercio de proximidad y abren negocios orientados a la nueva población flotante que atraen los inversores que compran nuestras viviendas", resume Vladimir Olivella, uno de los portavoces del colectivo surgido para hacer frente a la expulsión de vecinos. 

"La mucha gente que se pasa por el punto de información de Calabria 66 a pedirnos ayuda [Toni fue uno de ellos] son solo la punta del iceberg. La gente tiene mucho miedo. Están de alquiler y temen que denunciarlo pueda empeorar aún más su situación", añade Olivella, quien insiste en que están aumentando también los casos de acoso inmobiliario.