MOVILIZACIONES EN EL SUBURBANO

Décimo lunes sin metro

Menos usuarios del metro de Barcelona en octubre

Menos usuarios del metro de Barcelona en octubre / periodico

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / BARCELONA

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El mundo del 2017 nada tiene que ver con el de hace 40 años. Pero a pesar de internet y los avances tecnológicos, de la solidificación de la democracia, de la eclosión laboral de la mujer, de tantas cosas que han ido moldeando un nuevo paradigma social, a pesar de todo eso, hay cosas que no cambian. Como el conflicto laboral en el transporte público metropolitano de Barcelona, que de manera cíclica se repite con los mismos patrones, con el mismo guión, con los mismos protagonistas. Ya sea bajo tierra o en superficie. Y con las mismas víctimas: los ciudadanos, que en estas décadas han tenido que aguantar más de 400 convocatorias de huelga. Se cumplen 10 lunes sin metro en Barcelona sin que nadie sea capaz de adivinar cuándo terminará la contienda. Y no solo eso: el ayuntamiento ya no hará más propuestas a la contraparte y anuncia “nuevos escenarios” que no concreta, mientras el comité de empresa se sabe fuerte ante un gobierno municipal que jamás les amenazará.

En los primeros años de la década de los 90 se produjeron huelgas salvajes en el metro. Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB) publicaba en la prensa del 3 de febrero de 1992 una media página de publicidad en la que exponía sus argumentos contra unos paros convocados en el subterráneo. “La empresa ha aceptado todas las peticiones de los sindicatos que podían ser asumidas (…). Cada uno de los trabajadores debe realizar una reflexión personal sobre la conveniencia de tener secuestrada la movilidad de los ciudadanos”. Son los mismos argumentos que en el conflicto actual, con a dirección de TMB lamentando que el comité no haya sometido a la votación de la asamblea de trabajadores su propuesta de convenio.

SENTENCIAS ATEMPORALES

“El comité de empresa no ha cumplido con su obligación de pasar veraz y totalmente a los trabajadores la información que recibe”. Esta frase la podría firmar la actual concejala de Movilidad y presidenta de TMB, Mercedes Vidal, pero es de 1982 y de boca de un directivo de la empresa, en tiempos en los que también tocaba renovar el convenio colectivo. También hoy se suele criticar con la boca pequeña que las 600 personas, a lo sumo, que votan en la asamblea decidan el futuro de los 3.500 empleados del suburbano. 1989, un portavoz de la compañía: “No entiendo cómo una asamblea minoritaria rechaza por dos veces un principio de acuerdo con los sindicatos”. Un conflicto cíclico con un guión calcado que se repite cuando se agota el convenio colectivo. Para el que nadie ha encontrado la solución. Si es que la hay. Quién sabe, quizás la dirección termine por convocar su propia asamblea para explicar su postura.

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“Lo de mi marido sí que fue jodido -decía una mujer, durante las huelgas del metro de febrero de 1992-. Él se quedó en la calle cuando un buen día cerró la fábrica y en cambio estos nos fastidian aunque conservan su puesto de trabajo”. Con el tiempo ha incrementado la empatía hacia la lucha laboral del subterráneo, pues el reparto de culpas se ha equilibrado, entre un gobierno que no será contundente y un comité de empresa que no esconde que aprovecha que en el lado sur de Sant Jaume manda un partido que no se atreverá a rebajar sus condiciones. ¿Y qué salida tiene semejante hámster?

LAS SALIDAS A LA CRISIS

El ayuntamiento ya dijo el pasado jueves que se ha agotado el tiempo de las propuestas, que ya se ha alcanzado el tope de cesiones. Y que ha llegado el momento de abrir “otros escenarios” que deberían concretarse esta semana. Una de las posibilidades, así lo apuntó Vidal, es el arbitraje obligatorio, contemplado en el decreto ley de 1977 sobre relaciones de trabajo. El artículo 10 de dicha legislación define la figura del laudo independiente forzado en casos de “perjuicio grave de la economía nacional”. Un portavoz de Treball señala que la decisión, que nadie ha puesto aún sobre la mesa, compete a la comisión de Govern. Se ha aplicado en contadísimas ocasiones de fuerza mayor. No parece que sea el caso. Todavía. Otra opción sería responder con una ofensiva laboral. En forma de amenazas de despido o un ERE, como ya se hizo en los años 90. Vidal no contempla esta opción.

EJÉRCITO AL MANDO

Una alternativa descartada pero plausible es la militarización del metro. Se hizo en marzo de 1979, por petición del gobierno de la UCD. Todo el personal del suburbano pasó a depender del capitán general de la IV Región Militar, con sede en Barcelona. “Se trata de un precedente muy peligroso por lo que supone de limitación arbitraria en la libre negociación”, alertó entonces un líder sindical. Tampoco al ayuntamiento que entonces dirigía Manuel Font (estuvo cuatro meses en el cargo) le hizo excesiva gracia. El personal del ferrocarril quedó sujeto al Código de Justicia Militar, algo que ya sucedió en 1976 con el suburbano madrileño durante tres días. Viene a la memoria la crisis de los controladores aéreos de diciembre del 2010, con centenares de miles de personas que se quedaron en tierra. Se militarizó el espacio aéreo y los coroneles tomaron el mando de las torres de control

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TMB también puede estar marcándose un farol y jugar la carta del desgaste. Dejar que la ciudadanía le coja tirria a los trabajadores. El descrédito, sin embargo, no parece que juegue demasiado a favor de un gobierno con varios conflictos recientes en el transporte: taxistas, plantilla de bus, trabajadores del Bicing y la plantilla del Funicular de Montjuïc, además del metro. 

LO QUE LES SEPARA

Comprobado que la historia se repite desde la transición, entremos en las causas concretas del conflicto actual para ver si ahí hay un hecho diferencial. Explica Pere Ramon, presidente del comité de empresa, que el problema no está en lo económico, pues hay acuerdo en cuanto al incremento del sueldo (7% en cuatro años). Los que les separa son asuntos sociales, como la conciliación con la vida familiar, la externalización de tareas y la precariedad de los puestos de trabajo. EL PERIÓDICO del 5 de mayo de 1989 decía así: “Las negociaciones llevadas a cabo hasta la fecha entre ambas partes han fracasado, lo que ha impedido la desconvocatoria de las huelgas. El caballo de batalla y el origen del conflicto no radica en el aumento salarial, sino en los aspectos sociales del conflicto”. Parece que tampoco en esto hay mucha novedad.

Lo de TMB es un hámster que va rodando y tropezando cada cierto tiempo. Este será el décimo lunes con paros de dos horas en el metro. Nadie, por mucho que haya leído y conozca los pormenores de la cosa, sabe cómo se resolverá el conflicto. Y lo más sangrante es que llevan año y medio de retraso. Y que el convenio que pacten vence en el 2019. Dentro de dos años y medio, otro lío.