Un pedazo de Cádiz en 'Santako'

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TONI SUST / BARCELONA

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Si quieren ustedes viajar a un lugar cosmopolita, aunque de ninguna manera remoto, en el que solo el 25% de los habitantes han nacido allí, en el que el resto proviene casi a partes iguales de tres destinos distintos, y al que no hay que desplazarse en avión ni crucero, tenemos una sugerencia. Un destino, además, que no requiere un ahorro considerable: está a 9 kilómetros, 14 paradas en metro, de la plaza de Catalunya.

Se trata del barrio de Fondo, el más poblado (por poco) de Santa Coloma de Gramenet. En el barrio, también distrito, el VI de la ciudad, un 23,7% de la población es autóctona; un 26,4% nació en el resto de Catalunya; un 26,5%, en el resto de España, y un 23,7%, en el extranjero. De este último grupo, un 33,1% proviene de China, un 9,8%, de Marruecos, un 9,5% de Paquistán, un 8,5% de Bangladesh, idéntico porcentaje de Ecuador, y así hasta completar una lista de 50 nacionalidades.

Es difícil encuadrar a Diego González en esta división. Él se proclama gaditano de Santa Coloma o colomense de Cádiz –“Más bien lo segundo”-, aunque de hecho nació en Badalona, pero solo por temas hospitalarios. El y su mujer, Cele Cid, llevan el Bar Alegría, un pedazo de Cádiz en medio de Fondo, un establecimiento que los padres de él abrieron en 1975. Él, hoy con 49 años, fue un niño de bar: del cole al bar hasta que empezó a trabajar a los 13 años: lleva 37. Su mujer, de 45, entonces novia, empezó a “echar manitas” en el local. Se casaron en 1991, “entonces no cerrábamos ningún día” y convivieron en el negocio con los padres de él, de Cádiz, hasta que estos se jubilaron hace dos años.

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“Antes era un bar de barrio, trabajábamos más en verano”, cuenta Diego. No es que ahora sean una franquicia: tienen ocho mesas en la terraza y seis dentro del local. Pero se ha convertido en un pequeño templo de tapas, lo que le ha valido participar en el certamen Santa Coloma Degusta. No es que este diario hable bien del bar por haber sido invitado a esas tapas, pero seamos transparentes: este diario fue en efecto invitado a degustar algunas sin abonar la consumición: atún de almadraba de Barbate, ortiguillas de Cádiz, coquinas de Huelva, langostinos de Sanlúcar de Barrameda, corvina de Conil de la Frontera, carne de El Bosque.

RECETAS ‘PIRATEADAS’ A LA SUEGRA

Cuentan Cele y Diego que la convivencia entre generaciones en el bar funcionó muy bien, dado lo conflictivo que puede ser potencialmente trabajar con los suegros, y subraya, entre risas, que como legado le ‘robó’ a la suegra algunas de sus recetas, que su marido resume: “Adobos, pinchos, bravas han sido la cocina de mi madre”. Sobre todo, dice Cele, han quedado los adobos.

Al bar llegan, según testigos, pequeñas comitivas que se organizan para acudir en metro desde Barcelona. Pero también está Javier, que viene de Barberà del Vallès y dice que hace años que lo hace. A él, como a todos sus clientes, la propiedad le recomienda que llame antes de acudir para conocer cómo está el asunto, en cuanto a materia se refiere. No le pregunten a Diego dónde la compra. Testigos presenciales confirman que siempre, siempre, saca los precintos de las cajas para que nadie sepa quiénes son sus proveedores: “Que la mano derecha no sepa nunca lo que hace la mano derecha”, dice riendo.

A CÁDIZ, DOS VECES AL AÑO

Diego define su bar como “un trozo de Cádiz en ‘Santako’” y no deja de aludir a la tierra de sus padres: “Los gaditanos son gente especial, para bien”. Suele visitar la localidad andaluza dos veces al año, en octubre y en Semana Santa. Y probablemente aproveche para visitar a su equipo secreto de proveedores, pero no se antoja fácil que lo acabe confesando. Si quieren intentarlo, cojan el metro y váyanse al Fondo, el barrio cosmopolita de Santa Coloma de Gramenet.