SÍMBOLO DE LA CIUDAD

El avión del Tibidabo vuelve a volar

CARMEN JANÉ / BARCELONA

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El avión del Tibidabo, la atracción emblemática del parque de la montaña de Collserola, ha arrancado de nuevo este domingo tras una exhaustiva restauración que le ha tenido en el hangar de reparaciones desde el pasado enero. Lo ha hecho sin pasajeros, porque aún han de ajustar bien el aparato, pero la dirección del parque calcula que para el próximo fin de semana ya volverá a ser todo como antes y los viajeros podrán dar las vueltas de rigor.

El rehabilitado aparato, que este domingo se ha podido visitar sin problemas, reluce ahora en rojo brillante con nuevos logotipos y materiales, sobre todo en su interior. Y la dirección del parque organizó una auténtica fiesta de bienvenida con animación, dulces para los asistentes y los componentes de la asociación La Llanterna de Terrassa vestidos de principios de siglo (unos años antes que el avión de 1928), aunque nadie reparara en el asincronismo.

El avión del Tibidabo se inauguró en 1928 pero fue cambiado en 1930 y desde entonces nunca hasta el pasado enero había abandonado su soporte. La restauración ha sido intensiva y ha precisado reemplazar piezas insalvables como las tapicerías y las maderas. También se han cambiado las luces, los indicadores de rumbo y se ha arreglado el minilavabo. El interior, sin embargo, continúa siendo igual de apretado. “Como los vuelos ‘low cost’ de ahora”, bromeó Jaume Collboni, segundo teniente de alcalde del ayuntamiento de Barcelona y encargado de inaugurar la atracción, que recordó también que para muchos barceloneses mayores el del Tibidabo fue su primer viaje aéreo.

Lo que no ha podido verse este domingo, por el intenso sol, es la reforma de la iluminación del aparato, que ahora por fin lo enfoca con unos proyectores y dotándolo de focos en las alas para que sea visible desde la ciudad sobre la que da vueltas y de la que ha pasado a ser parte del paisaje.

SABER CÓMO SE VIAJABA EN AVIÓN

La aeronave mantiene la chapa en el umbral de la puerta con el nombre de los constructores, los talleres Estrada de Sarrià, autores también de los funiculares de Montjuïc y del Tibidabo. Era una réplica del primer avión que hizo un vuelo comercial entre Barcelona y Madrid con la intención de “permitir a gente que nunca iba a viajar en avión conocer cómo era la experiencia”, explicó Margarita Rubió i Armangué de Rispal, presidenta de Fundació Nicolau Maria Rubió i Tuduri, que a sus 91 años no quiso perderse el acto de estreno del avión, aunque delegó la lectura del discurso. Su abuelo, Marià Rubió i Bellvé, fue el encargado de dirigir la planificación del parque que encargó el doctor Salvador Andreu en 1899.

La pieza del avión, sin embargo, la ideó su hijo Santiago Rubió, que “tenía 19 años y estaba acabando la carrera de ingeniero industrial”, explicó la hija, que recordó que la atracción “es una de las más populares del mundo pero también la más ecológica”, porque el eje es mecánico. Ya ha hecho, según el parque, más de 47.000 viajes y ha cubierto más de 18.000 kilómetros en su historia para casi 500.000 viajeros. Para Margarita Rubió, el parque del Tibidabo "se pensó para los niños y adolescentes a los que distraía y formaba con todos los medios a su alcance", como los viajes aéreos, los autómatas, las exposiciones de objetos curiosos o las atracciones. 

MEMORIA HISTÓRICA

El parque del Tibidabo, anunció Collboni, quiere recuperar el espíritu de “memoria histórica y social” que impulsó su desarrollo y este verano acogerá cada día a un centenar de niños de casales infantiles para familias con problemas económicos para que pasen el día en las atracciones. “Ya que el parque da beneficios, queremos que se reinviertan en favorecer a los barceloneses”, explicó el concejal.

El recinto ha inaugurado también una nueva zona de picnic en el Camí del Cel, la zona de acceso público, con nuevas mesas para sentarse que simulan ser hojas llevadas por hormigas y taburetes con forma de troncos cortados, y un espacio de fuentes interactivas controladas por sensores en las que poder mojarse a gusto en los meses de verano.