BARCELONEANDO

La maleta perdida de Carles Buïgas

El Museu de Cerdanyola ingresa 182 placas de vidrio con imágenes inéditas de tres proyectos del ingeniero: la Font Màgica y los fracasados Nau Lluminosa y Teatre Integral

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NATÀLIA FARRÉ / BARCELONA

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Poco más de un año antes de que se abrieran las puertas de la Exposición Internacional de 1929, los organizadores decidieron que le faltaba algo al proyecto. Algo que diera a la cita la etiqueta de especial y diferente. Este algo fue el proyecto que presentó el ingeniero Carles Buïgas: una "obra colosal, atrevida y costosa", según dejó escrito. Un algo que algunos tildaron de locura antes de su construcción. Y un algo que respondía al encargo que realizó el director técnico de la muestra Marià Rubió Bellver: transformar la avenida central de la exposición en una "ascua de fuego". Buïgas lo hizo. Convirtió Montjuïc en una orgía de agua y luz.

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Con la ayuda de 3.000 obreros, levantó fuentes, surtidores, esculturas, aspersores, pebeteros, obeliscos... Y proyectó iluminaciones en todas las fachadas. De manera que de noche, la exposición se inundada de azul, rosa, amarillo y lila. Un 'mapping avant la lettre'. Pero de ello queda poco. O mucho. La mayoría de lo construido es historia, pero lo que aún permanece sigue fascinando a propios y extraños. Es la Font Màgica. En la época, "la más hermosa y fantástica creación del mundo entero", a juicio del 'New York Word'. Y en la actualidad, uno de los puntos más fotografiados por las hordas de turistas que recorren Barcelona día sí, día también.

El conjunto, un mundo onírico, mágico, imaginativo y hasta cierto punto delirante, era "la obra culmínate del art-decó en Catalunya". Lo afirma Txema Romero, director del Museu d’Art de Cerdanyola (MAC). Un estilo, el decó, con poca prédica por estos lares donde después del modernismo surgió el noucentisme con su clasicismo, orden y mesura. No hubo espacio para el arte geometrizante que miraba las vanguardias. "El momento más esplendoroso del art-decó fue durante la Exposición del 29, y el proyecto de Buïgas fue la obra maestra del movimiento. Era un jardín precioso con estética futurista y con aires de la película 'Metrópolis', de Fritz Lang. Pero ha desaparecido casi por completo, solo queda la Font Màgica transformada por las restauraciones posteriores", se lamenta el de Cerdanyola.

LA GENEROSIDAD DEL ROTARY CLUB

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No en vano, Romero es un gran conocedor del 'mago del agualuz', como le bautizó Eugeni d'Ors o del 'ingeniero poeta', sobrenombre con el que se adjetivaba al polifacético creador que, además de erigir esculturas de agua y luz, también se dedicó a la escritura. Y no en vano, el museo que dirige tiene un espacio dedicado al ingeniero. En Cerdanyola veraneó y murió. Su padre, Gaietà Buïgas, el autor de la estatua de Colón, reconstruyó el Castell de Sant Marçal y con ello dio el disparo de salida a las vacaciones de la burguesía barcelonesa en la localidad vallesana. En 1942, el ingeniero se trasladó al municipio tras su vuelta del exilio. El dato no es baladí pues de Cerdanyola era Pilar Ruba.

Ruba trabajó de ayudante de Buïgas durante los últimos años de vida del creador. Y este le regaló una maleta: la Maleta Buïgas. Ciento ochenta y dos placas de vidrio, algunas coloreadas a mano y muchas inéditas, sobre sus trabajos realizados en Montjuïc, y sobre sus bocetos de dos de sus más colosales y visionarios proyectos: la Nau Lluminosa y el Teatre Integral. Ambos fallidos. Ruba murió en el 2016, y la maleta pasó a manos de su hermano. El museo se enteró y empezaron las negociaciones.

ATLANTES EN LA PLAZA DEL UNIVERS

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Ahora descansa en el MAC (donde se expondrá todo el verano) gracias a la generosidad de Fèlix Ruba y del Rotary Club de Cerdanyola. El primero la ha vendido a un precio muy por debajo de su valor, y el segundo la ha comprando para donarla al museo. El objetivo es su restauración, estudio y difusión. "Al margen del valor histórico y artístico del objeto en sí mismo: las fotografías son preciosas y muestran toda la imaginación de Buïgas; a nivel de estudio, pueden aportar mucha información sobre sus obras y sobre el art-déco catalán", apunta Romero.

Y es que verlas es viajar en el tiempo. Ahí están todas las tulipas, copas, obeliscos y jardineras de colores que acompañaban la cascada que baja desde el Palau Nacional hasta la Font Màgica, y las dos fuentes mellizas que la custodiaban; además de los cuatro pebeteros que ocuparon el espacio que dejaron las columnas de Puig i Cadafalch y que echaban fuego por obra y gracia de la luz y el agua vaporizada; los 116 obeliscos luminosos, popularmente conocidos con el nombre de espárragos, que jalonaban la avenida de la Reina Maria Cristina; y la abigarrada plaza del Univers, con sus surtidores, puentes, pirámides y atlantes. Un festival de luz y agua que nada tenía que envidiar a lo que la República pospuso y la guerra civil suspendió: otros proyectos.

EL 'BAYREUTH' DEL AGUALUZ

Tenía muchos, aunque la maleta solo recoge dos. Los que más quería. Los que casi le llevaron a la ruina. El Teatre Integral y la Nau Lluminsa. El primero, un colosal escenario navegable donde el agua, la luz y la música bailaban al unísono y envolvían, literalmente, al espectador. Teatro en grado superlativo que D’Ors llamaba el "'bayreuth del agualuz" y que Buïgas situaba en la Fuxarda. En 1963 firmó un contrato con la Fundació March para levantarlo y recibió el apoyo del Estado. Pero el proyecto se fue a pique y Buïgas tuvo que responder con su patrimonio: 12 millones de pesetas.

Algo menos, seis millones, calculaba que le había costado su empeño para llevar a cabo la Nau Lluminosa. Un inmenso barco, a modo de feria de muestras, que debía surcar todos los maresA bordo llevaba un teatro giratorio, restaurantes, exposiciones, salas de exposiciones y, cómo no, una orgía de luz, agua y música. Una fantasía que casi se materializa en 1974, cuando los hermanos Ribas, propietarios de la Scala, adoptaron el proyecto. Pero paradojas del destino, el fuego pudo con el agua. En 1978 un incendio acabó con la Scala, y con ella, los sueños de Buïgas. Murió un año después.