UN BARRIO PERIFÉRICO

En la 'quinta forca'

Un libro reivindica la lucha vecinal de Trinitat Vella, una zona especialmente olvidada por la administración pública

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CRISTINA SAVALL / BARCELONA

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El sabor de las tortas de la panadería de la familia Jordà en la antigua plaza del Besòs, las tardes en el bar Juan donde vendían hielo, las inyecciones que ponía Paquito, las sesiones dobles del cine Majestic, el derribo de las torres de alta tensión, los paseos por las viñas, los niños jugando en la acequia del Rec Comtal, la llegada del autobús 40, la construcción del centro penitenciario de mujeres, las manifestaciones para lograr una parada de metro, los cantaores y guitarristas de la peña andaluza cultural y recreativa El Perro de Paterna son estampas que recuerdan los vecinos de Trinitat Vella en un libro impulsado por el Ayuntamiento de Barcelona y la Asociación para la Investigación y la Divulgación de la Memoria Histórica de la Trinitat.

La expresión 'la quinta forca' hace referencia al territorio actual de Trinitat Vella, cuando a principios del siglo XIX en Barcelona había cuatro horcas donde se colgaba por el cuello a los condenados a muerte para ejecutar la máxima pena. La ciudad decidió ubicar una quinta en la colina del Turó de la Trinitat. Al estar tan lejos y aislado del centro, se popularizó esta frase a la hora de describir un lugar remoto. La Trinidat tenía zonas desiertas; aunque había huertos, masías y torrentes alrededor del Rec Comtal y viñas que se cultivaban a la parte alta, que subsistieron hasta entrados los años 50.

"En los años 20, la llegada de los primeros inmigrantes que construyeron sus casas ayudó a que se consolidara el barrio, pero sin infraestructuras culturales, de ocio o equipamientos tan básicos como los sanitarios de proximidad. La gente vivía en edificios precarios. Todo ello hacía a la Trinitat un barrio marginal. Y aún más cuando el ayuntamiento decidió emplazar allí la polémica prisión de mujeres en 1963 e instalar torres de alta tensión. Eso influyó en el crecimiento del tráfico de drogas", resumen Anna Sánchez y Amador Expósito, autores del libro 'Trinitat Vella (1902-1992)'.

La publicación destaca que, en la década de los 70, la degradación del barrio llegó a una situación extrema fruto del olvido de la administración, lo que llevó a los vecinos a asociarse y reivindicar sus derechos. "El año 1992 fue otra fecha fatídica cuando se hizo realidad el enlace viario de grandes proporciones, que levantó nuevas fronteras urbanas y provocó un aumento considerable de la contaminación. Aún así, el Nus de la Trinitat, el eje de confluencia de las rondas, de rebote dotó al barrio de una zona verde", exponen los investigadores del pasado del barrio.

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La historia del comercio de proximidad es uno de los capítulos más interesantes por los recuerdos que aportan los vecinos. En sus inicios era deficitario e insuficiente. Los vecinos 'bajaban' a comprar al mercado de Sant Andreu o a Santa Coloma. Francisco Amela, vecino del barrio, explica que había un pescadero que instalaba una furgoneta en una plaza, tocaba el claxón y gritaba "sardina, frescaaa". Otra vendedora iba con un carro de dos ruedas a Montcada Bifurcació para comprar leche que revendía después de casa en casa por la Trinitat.

La tocinería Anita, de la calle de la Mare de Déu de Lorda, nació en la década de los 60, y sigue con las puertas abiertas pero con otro nombre, Xarxuteria Moyano. Su fundador, Ángel Gálvez, cuenta que cuando llegó de Sevilla no tenía experiencia en el sector. "Eso sí, trabajamos muchas horas mi mujer, Ana, y yo. Nuestros clientes llegaban muy tarde a sus casas, pero vendíamos mucho porque la llegada de población en el barrio propició el crecimiento del negocio. A algunos les guardábamos la carne en nuestras neveras de hielo hasta el domingo, día en el que también abríamos la tienda. Apenas había electrodomésticos. Era un barrio pobre", señala el tocinero.