BARCELONEANDO

Los niños punks defienden el barrio

Un grupo de chavales han formado una banda de rock and roll en el Gòtic y se han presentado a lo grande

JAVIER PÉREZ ANDÚJAR

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Están en lo gótico pero son punks (lo fueron, y esas cosas quedan para siempre). Góticos punkis, punkis del Gótico, de la Barcelona de piedra, las piedras andadas (y rozadas por generaciones de dedos), con las que los romanos edificaron sus puertas para que el orbe entrase en la ciudad. Han sido los animales nocturnos del bosque: roedores, sabandijas, rapaces de pupilas dilatadas, y ahora, con el barrio entregado a un turismo de mogollón, de marabunta, expulsados por especuladores inmobiliarios del sitio en el que han vivido toda su vida, desde antes incluso que existiera el punk, se sienten las últimas ratas de camiseta negra, pero resisten arrinconados en cubículos clandestinos. La Vaca. Así le llaman a este garito que lleva abierto más de veinte años y que tiene una vaca pintada, y ese dibujo es su solo nombre. ¿Qué pasa ahí dentro? Que a la gente se le ocurren ideas y se junta. Por ejemplo, hace poco se les ocurrió celebrar una fiesta para protestar porque todo su mundo, un mundo habitable, se está yendo al infierno. La llamaron “El Gòtic fa festa”.

Era sábado, el primer día de abril. Los anglosajones dicen que es el día de los locos y se gastan bromas. “Sé mi día de los tontos de abril, romperemos todas las reglas”, canta Patty Smith. Lo que en la plaza Milans se rompió fue el cielo y se puso a diluviar cuando actuaban los niños del barrio. No pasa nada, los vecinos, los padres, los amigos..., la peña siguió bajo la lluvia. Estaban tocando sus niños y no les iban a dejar colgados. Era la presentación en público de la Punk Party Band, un grupo de punk rock de las niñas y los niños del barrio Gótico. 

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De momento se saben dos canciones: una versión de 'Police on My Back', de The Clash, y otra de 'Highway to Hell', de AC/DC. Son Yishan, Shahzor, Nisha, Helena, David, Rita, Joan, José y Adrià. Van en esto juntos a saco. El más pequeño tiene 9 años, y el mayor 15 (“casi 16”, especifica), y muchos jamás habían cogido un instrumento musical. Un, dos, tres... “¡Rock and roll!” grita el pequeño Yishan con rabia adulta que es postureo infantil, y en la batería David da los baquetazos definitivos, pues a partir de ahora ya no va a haber otra cosa sino rock and roll, y Helena entra con la guitarra y repite el riff obsesivo que ha hecho popular a la canción de los Clash. “No me gusta que se rían de mí / Soy un niño del barri gòtic / Y me encanta salir a jugar / En sus calles huele a pipí”, los niños le han cambiado la letra, pero el punk siempre habla de lo mismo.

El lugar donde aprenden, un sótano de la calle Regomir, ha sido durante décadas local de ensayo de las bandas de punk rock del barrio. Antes era una carpintería. Se baja por unas escaleras vertiginosas, retorcidas en media espiral, y tiene las paredes de piedra y el techo abovedado. Hay fotos de bandas por todas partes. Los padres de Nisha y Shahzor viven arriba, en uno de los pisos. Ahora alguien misterioso (dicen que es una firma británica) ha comprado el edificio entero, y si todavía no han desalojado la finca y echado a los vecinos es porque no pueden, ya que resiste en la escalera una anciana atrincherada tras su contrato de alquiler indefinido. Rock and roll. Los padres de Nisha y Shahzor llevan un pequeño comercio en la calle de al lado, y la madre siempre acompaña a Nisha desde la tienda hasta el local de ensayo, pero a Shahzhor, aunque es mucho más pequeño, le deja ir solo, pues es un varón.

Esto a nadie le importa, cada cual hace las cosas a su manera, cada cual lo hace como puede. La vida es difícil y la gente intenta hacer las cosas lo mejor posible, así que no se las van a complicar más imponiéndole normas de conducta. Y Nisha es feliz tocando el bajo con sus amigos. Tiene 13 años y nunca antes había tenido un instrumento. Y su madre es feliz viéndola hacer algo bonito con los otros niños.

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También regentan un comercio en el barrio los padres de Yishan. Y el que tiene casi 16 años es Joan, y toca la guitarra. La teclista es Rita, estudia piano y su madre es de Santa Coloma. Y Helena es tan estilosa haciendo riffs, porque ya hace dos años que toca en la banda de su padre, Komando Arturo. En el grupo sólo hay dos reglas: a nadie se le puede llamar más que por su nombre (está prohibido decir el chino, el paqui...), y también está prohibido decir palabrotas, salvo que formen parte de la letra de una canción. Reconocen tan sólo una raza: el rock and roll. Ensayan los lunes, durante algo más de una hora, cuando ya han hecho los deberes escolares, y ya llevan cuatro meses. Ahora les gustaría tocar dos días a la semana.

Los adultos no van a fallarles a los niños. Es lo último que haría alguien que ha sido punk. Se han juntado en La Vaca como de costumbre y han decidido sacar un librito, ilustrado por artistas amigos, para contar la historia de este grupo de niños del barrio. La editorial Plec 22 se ha animado a ayudarles. “Si eres feo o un animal / Algo raro o hueles mal / A nosotros nos da igual / Somos la Punk Party Band”, así dice la letra.