BARCELONEANDO EN SANT JORDI

Sant Jordi de dos rombos

Sant Antoni guarda un pequeño escondite de la novela romántica que suele llenarse de asiduas al final feliz y las novelas picantonas

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CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / BARCELONA

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Felicidad llega poco después de las diez de la mañana. Echa una ojeada y pronto saca del bolso una lista manuscrita repleta de números; algunos de ellos, tachados. No muy lejos, en la otra acera, multitud de padres con un papel similar, pero con la referencia de los cromos 'falti' de sus hijos. Aquello es mercadeo; esto requiere explorar, remover. Y eureka. Lo que busca esta mujer de 70 años son libros de novela romántica de varias colecciones: Jazmín, Deseo, Bianca, Júlia. Y conforme va dando con ellos, los raya con un boli, azul o negro, porque solo así se acordará de que ya los ha leído. Viene a menudo al mercado del libro de Sant Antoni. El de los domingos. Que este año es también el de Sant Jordi. Y suele menudear la parada dedicada al género que regenta Joan Mateu, que también es el presidente de la asociación de libreros del Mercat Dominical.

Otra clienta, Mayte, que tendrá unos 55 años, se acerca a cambiar libros. Trae los que se ha leído y se lleva otro buen fajo para casa. Cuestan un euro, dos, cuatro... Dice que la novela romántica "engancha mucho", que hace muchos años que le gusta el género y que es capaz de leerse un tomo de una tirada. Siempre en papel, porque el libro digital no va con ella. Felicidad, cuya artrosis le receta obras de tapa blanda, es también experta en la materia. Cuenta que se divorció hace 40 años, "cuando nadie se atrevía", que trabajaba en un punto de información de la Universitat de Barcelona, y que no le da vergüenza que se sepa que le gusta la novela rosa. "Habré leído centenares; ¡o miles!". Sostiene que con el paso de los años, estos libros, o mejor dicho, sus autores (autoras, en su mayoría) "han ido más al grano", una manera fina de decir que ahora hay más escenas de sexo explícito descritas en su páginas.

OLVIDAR LAS AMARGURAS

Habrá quien crea que esto es el porno de las mujeres. "Lo es y no lo es", aporta Mateu, que luego concretará su titubeo. "Antes eran más dulces -señala Felicidad-, pero hay algo que no ha cambiado: siempre acaban bien, y eso es algo que me encanta". Como las pelis de superhéroes para la chavalada. Eres consciente de que Superman o Thor van a pasar malos ratos, y de que tú sufrirás como un perro con ellos. Pero al final acabarán dándole estopa al malo, y lo sabes. Ese final feliz, añade Mayte, es lo que permite a las lectoras "evadirse de sus problemas". ¿Qué es la literatura si no un escondite de la realidad?

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Mateu se acuerda de la mujer que en una ocasión le afeó un libro "porque no contenía suficiente carne", esto es, porque no había coyunda en abundancia como era su deseo. Pero casos como este son los menos, "un 10%, como mucho". A su parada se acercan mujeres de entre 15 y 90 años, y lo de 90 no es a ojo porque tiene una cliente, vecina del barrio de esa edad, de nombre Lola, que todavía consume novelas picantonas. Títulos como 'La cortesana', 'Deseo rebelde', 'La doncella', "esclava del amor'. Aquí, en Sant Antoni, el librero solo exhibe 2.000 de los más de 100.000 que guarda en su casa. Más de la mitad de ellos, de novela romántica. Especializarse fue cosa de sus padres, que abrieron el negocio hace 36 años. Les llegó una partida de obras de novela romántica y la cosa funcionó. Y hasta hoy. Las propias escritoras, cuenta el propietario, se acercan a Sant Antoni para coger ideas.  

UN GÉNERO MUY CAPAZ

Mateu se queja del estigma que arrastra este género. "Decir 'eso es para mujeres' es una manera de menospreciar lo que ellas leen". A su modo de ver, son libros de una "lectura fantástica, capaces de absorber desde la primera página". Sabe de lo que habla porque está al día, acude a formaciones y sigue foros por internet. Por eso cuando una cliente viene con dudas -y vergüenzas-, Mateu se convierte en el sastre de su literatura. "Les pregunto cuatro cosas y con eso basta para recomendarles un título u otro". Pero eso sí, que la historia termine con anillo en el dedo. Y a la pregunta de si vienen acompañadas del marido, bromea: "¡Claro! ¿Quién crees que carga los libros?".