EL FUTURO DE UN ESPACIO DEGRADADO

La agonía de la Mina

Vecinos del barrio denuncian intereses encubiertos para que los males endémicos no se solucionen y se allane el camino a la especulación

Unos vecinos del barrio de la Mina, en Sant Adrià de Besòs.

Unos vecinos del barrio de la Mina, en Sant Adrià de Besòs. / periodico

VÍCTOR VARGAS LLAMAS / SANT ADRIÀ DE BESÒS

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Hay vecinos de la Mina que vislumbran un futuro de bucólicas zonas ajardinadas, edificios inteligentes y niños correteando felices por avenidas descongestionadas de tráfico. Una estampa propia de recreaciones virtuales de las promociones inmobiliarias de alto copete porque justo eso es lo que le espera a este espacio inconfundible de la Barcelona metropolitana, según se temen los históricos del lugar. Barruntan un mañana que firmarían sin pestañear si no fuera por un inconveniente: ninguno de los inquilinos del barrio disfrutarán de esa calidad de vida porque, en su opinión, para llegar a ese escenario es imprescindible la autodestrucción del barrio. Acabar con la Mina para dar rienda suelta a la especulación.

"Hay un proyecto económico encubierto que desde hace tiempo aguarda su momento para dar el golpe de gracia al barrio. Sectores sin interés en que se solucionen nuestros problemas porque tienen otros planes para la zona: integrarla en la Barcelona de escaparate, la del turismo de masas, hacer de ese espacio la puerta de entrada de la gran ‘smart city’”, explica Josep Maria Monferrer, miembro de la Plataforma de entidades e histórico del movimiento asociativo. Una estrategia que relega a un segundo plano al ciudadano, como incide Monferrer, que habla de una “vampirización social y económica” del entorno.

MALTRATO

La gente de la Mina se siente maltratada desde siempre. Lo intuyó, en sus orígenes, a finales de los 60, cuando cambiaron las chabolas por lo que se les presentaba como la puerta de entrada a la civilización, pero acabó siendo un barraquismo vertical improvisado, sin las dotaciones necesarias para sentar las bases de una nueva vida.

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Albergaron esperanzas con la llegada del Plan de transformación, en el 2000, pero lo que debía ser una estrategia para mejorar la habitabilidad y las condiciones de vida de los vecinos ha quedado totalmente desnaturalizado, "diluyendo los objetivos sociales en pro de un afán urbanístico", como recuerda un antiguo vecino que vivió durante 25 años en la Mina.

La percepción no ha mejorado a día de hoy, cuando los vecinos se sienten “como la alfombra bajo la que Barcelona esconde todo lo que le estorba". En el inventario maldito de la barriada no puede faltar la sempiterna problemática de las drogas. “Somos el supermercado 24 horas de las drogas en el área metropolitana. Ya no se desplazan a Barcelona, vienen aquí para adquirirla y consumirla con todas las facilidades”, denuncia un vecino.

“Hay un montón de porterías que están reventadas para que los clientes puedan llegar al piso de los camellos en cualquier momento, cuando necesiten consumir. Y luego nuestros críos tienen que ver a un tío pinchándose o fumando plata [inspirar heroína con un canuto sobre papel de aluminio] en el rellano”, añade el mismo vecino, un veterano que prefiere mantenerse en el anonimato.

PEDAGOGÍA

Ante la dramática situación del empleo, desde el Consorcio del barrio de la Mina apelan al incremento del 35% de inserciones laborales durante el año pasado, lo que se traduce en 309 personas que encontraron trabajo. Monferrer replica: “Las autoridades se limitan a programas que solo buscan inflar estadísticas. ¿Por cuánto tiempo tendrán trabajo esas personas? ¿Cuántas de ellas tendrán un contrato indefinido? El paro es un mal cronificado aquí y necesita de intervenciones estructurales de calado”, expone. “La alternativa es dedicarse a actividades de la economía sumergida y en la Mina, en general, eso no es precisamente pagar una factura sin IVA”, describe otro vecino.

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Un presente desolador que no tiene visos de cambiar si no vira bruscamente el rumbo de las generaciones que suben. Y no parece que eso vaya a ocurrir a tenor de las cifras de absentismo escolar, “de en torno al 40% en ciclos de primaria y hasta el 60% en secundaria”, según Monferrer. “El fracaso no es solo de la Mina, lo es también del sistema, incapaz de entender que no puede regir el mismo modelo pedagógico en Sarrià que aquí”, añade este antiguo docente.

Mientras, los frentes abiertos se agolpan de forma inversamente proporcional al descenso de efectivos en la lucha vecinal. “En la época en que se aprobó el Plan de transformación, hacíamos presión veintipico entidades. Hoy el tejido asociativo se ha quedado reducido a cuatro gatos. Pero seamos pocos o muchos, siempre lucharemos por nuestra dignidad, que es la de la Mina”, asevera Monferrer.