BARCELONEANDO

De vermut con Picasso y sus amigos catalanes

El malagueño retrató a todo aquel que pasó por su vida y con cada obra contó una historia, el museo del genio las explica a la hora del aperitivo

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NATÀLIA FARRÉ

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Los  amigos de Picasso, a la par de parientes conocidos y amantes, han tomado la calle de Montcada. El Museu Picasso. Son 43. Están todos. Los que cultivó en Barcelona y Els Quatre Gats, los que en París formaron 'la bande à Picasso', y también, sus mujeres, las que amó más y las que quiso menos. Todos aquellos que de una manera u otra transitaron por su cotidianidad y por todo el siglo XX, que por algo Picasso tuvo una larga y prolífica vida. Todos juntos, todos revueltos, todos bajo un mismo paraguas: la exposición 'Picasso. Retratos'. No cuesta imaginárselos saltando de las telas. De noche, montando algún que otro aquelarre. Vamos, que protegidos por la oscuridad y envalentonados por la soledad de las salas, igual les da por recordar el pasado: los más tragando absenta, los menos leyendo poesía, alguno coqueteando con el suicidio al tiempo que otro recuerda su paso por la cárcel (el robo de 'La Gioconda' salpicó de cerca al malagueño), y ellas amando u odiando. Porque Picasso tenía eso: era un hombre de extremos. 

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La broma sobre los encuentros nocturnos de los retratados por el genio que lucen en Barcelona la firma el director del museo, y tiene sentido. Picasso fue un gran amigo de sus amigos. Y esos que ahora visitan su casa lo fueron todos. También fue un gran retratista. Pero nunca por encargo. Lo intentó la rica y famosa Helena Rubinstein, que le dio un cheque en blanco para que le hiciera uno. Al genio, que era muy suyo, no le dio la gana. Y no lo hizo. Así que se dedicó a los suyos, a los que siempre dibujó captando sus idiosincrasias personales. De manera que cada retrato cuenta una historia, la del retratado, y todos juntos explican las vidas, reales o imaginarias, de Picasso. Lo hacen en la exposición, de visita obligada. Sí o sí. Pero el Palau Aguilar cierra de noche, y la seguridad no es poca. Así que lo suyo es entrar de día, ya sea para contemplarlos, quietos, en sus lienzos, o para hacer un vermut con ellos. Sí, un vermut. Ocurre los domingos. Pasó el pasado y pasará los dos próximos.

'EL TANGO DE LA COCAÍNA'

El domingo el día era soleado, e invitaba al paseo. Pero no siempre es posible sentarse en la mesa con Santiago Rusiñol, Josep Rocarol, Ramon Pichot, Carles Casagmeas, Frederic Pujalà, Pere Romeu, Jaume Sabartés y Àngel Fernández de Soto. Así que abandonar una  terraza, que no el vermut, por el café-teatro del Museu Picasso donde oficiaban Enric Majó y Dafnis Valduz para dar voz a los citados, era una opción a tener  más que en cuenta. El sol luce a menudo; pero los vermuts solo son tres y uno ya ha sido. El próximo, el día 26, tendrá como protagonistas a 'la bande à Picasso' (Guillaume Apollinaire, André Salmon y Max Jacob), más otros amigos de París; y el 2 de abril mandarán sus mujeres, la cita promete, estarán todas. La idea es escuchar a estos personajes a través de sus textos, saber quiénes eran y cuál fue su relación con el genio. Y la idea, buenísima, es de Anna Guarro, responsable de las actividades de la pinacoteca. 

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"Todas sus mujeres","text":"\u00a0y sus colegas de Par\u00eds, que tambi\u00e9n le prestaron sus caras, ser\u00e1n los protagonistas de las pr\u00f3ximas lecturas"}}

Hubo lleno. El primero en hablar fue Rusiñol, referente del joven Picasso. Poco que aprender que no se sepa ya sobre el genio modernista. Menos conocido es Rocarol. Un personaje a descubrir. No solo compartió miseria con Picasso en París, en 1902, sino que él solo evitó el saqueo e incendio del Monestir de Pedralbes en 1936. También acompañó a De Soto, Sabartés y al malagueño al entierro de Jacint Verdaguer. Pichot fue el que llevó a Picasso y la que era entonces su novia, Fernande Olivier a Cadaqués, y fue quien se casó con Germaine Florentain, la misma por la que se suicidó Casagemas. El suceso, en medio del Cafè de l’Hyppodrome de París, lo recogió entero Josep Pla de boca de Manolo Hugué, uno de los testigos. 

Sobrecogedora la lectura de los hechos que hizo Valduz. Menos tensa fue la interpretación de 'El tango de la cocaína'. La pieza se cantó en honor a De Soto, compañero de juegas nocturnas de Picasso en Barcelona e inmortalizado por el malagueño en el famoso óleo 'El bebedor de absenta'. Murió en 1937, atropellado por una ambulancia en el centro de Barcelona en plena guerra civil. Y Sabartés. ¿Qué decir de su amigo, secretario y biógrafo? Creó el Museu Picasso. Y con ello hizo posible que el domingo hubiera vermut.