BARCELONEANDO
Morriña del culo al aire en Barcelona
Hubo un tiempo en el que se podía ir desnudo por la ciudad. Ahora lo prohíbe la ordenanza pero quedan unos pocos galos que se resisten a vestirse
Carlos Márquez Daniel
Periodista
Periodista especializado en Barcelona. En 'El Periódico' desde principios de siglo. Los últimos 15 años, dedicados a la información local: movilidad, urbanismo, infraestructuras, política municipal, barrios, área metropolitana y medio ambiente. Colaborador habitual en los programas de televisión 'Planta Baixa' (TV3) y 'Bàsics' (Betevé).
CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / BARCELONA
La multa por ir en pelotas en Barcelona es superior a la del exceso de velocidad. Lo segundo lo regula el código de circulación en el marco estatal. Lo primero, la ordenanza municipal que desde abril del 2011 no permite pasear con los atributos al fresco. El entonces alcalde Jordi Hereu y el que sería su sucesor, Xavier Trias, pactaron la modificación de la norma de civismo del 2006 en la que incluyeron el veto al nudismo integral que aún hoy se mantiene. Desde entonces, pocos han sido los que se han atrevido a burlar la ley. Pero los hay. Por qué se impulsó aquella normativa y quién salió ganando es todavía hoy una incógnita.
Quizás se acuerden de Jacint Ribas porque solía ir desnudo en bici. Chanclas y mochila; nada más. Invierno incluido, y sin problemas. Salía de trabajar en plaza de Catalunya y subía hacia su casa, en Les Corts. “Me quitaba la ropa en la calle, en un rincón. Nadie me decía nada”. Eran tiempos en los que no era difícil coincidir ante un escaparate o un semáforo con un ser humano que no escondía una sola peca de su cuerpo. Y más en esta ciudad, donde no hay medias tintas: si algo gusta, la casa por la ventana. Ahí van varios ejemplos.
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En junio del 2004 partía del puerto de Barcelona el primer crucero naturista de Europa, con 450 pasajeros a bordo. En sus maletas, toallas, cremas y poco más. En junio del 2003, el artista Spencer Tunick batió el récord mundial de fotografía con nudistas al reunir a cerca de 7.000 personas en el Palau de la Metal·lúrgia de Fira de Barcelona. “Al contrario que en Nueva York, aquí enseñar el cuerpo no es delito”, dijo entonces el autor de la ‘performance’. En agosto del 2004, el ayuntamiento socialista de Joan Clos publicó un tríptico defendiendo (pero no promoviendo) el derecho a transitar desvestido. Un mes después, una discoteca de Cornellà empezó a celebrar sesiones de baile reservadas al colectivo en pelotas. Eran los tiempos dorados de la desnudez. El último golpe de efecto lo asestaron en el 2009 durante la feria de entidades de las fiestas de la Mercè. La Asociación Para la Defensa del Derecho a la Desnudez (Addan) que preside Ribas logró que el consistorio les cediera un espacio en la plaza de Catalunya. Por ahí pasaron Hereu y Trias, que estrecharon, sonrientes, la mano del desnudo Jacint.
AMPARADOS POR EL CONGRESO
La entidad nació hace 20 años, pero la historia viene de lejos, de cuando durante el franquismo los desnudos, como quien iba a Perpinyà a ver pelis picantonas, se iban a las playas francesas a tostarse de arriba abajo. “Por la mañana en el agua y por la tarde, al cine”, bromea Ribas. La última vez que se paseó sin ropa por Barcelona fue hace un año, durante una carrera popular. El dorsal lo llevaba en una bolsa. “Nadie me dijo nada a pesar de que pase ante decenas de policías”. No tuvo tanta suerte hace tres años, cuando iba cubierto por un poncho y la Urbana le detuvo. El juez acabó dándole razón. Sería esta una de las pocas victorias que ha podido anotarse en el último lustro.
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Insiste en que una ley orgánica del Congreso de los Diputados despenalizó en 1989 la práctica nudista, que hasta la fecha era considerara un delito de escándalo público. Recuerda también que dos resoluciones del Parlament de Catalunya avalan el derecho de circular desvestido. Por eso su asociación ha llegado hasta el tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo (aquí han agotado los recursos) para intentar que tumben la ordenanza. “Si ahí tampoco nos dan la razón, ya nada podremos hacer”.
AL VOLANTE EL BOLAS
Jeff Thomson se instaló en Barcelona hace tres años. Procede de Estados Unidos donde, dice, todavía hay más intolerancia. No sale a pie sin ropa, pero sí conduce como Dios le trajo al mundo. "Mi coche es considerado como mi casa, así que no me pueden decir nada". Si va al centro, se viste en un aparcamiento y listos.
Al margen de la ley, les queda la esperanza de que el gobierno de Ada Colau modifique la normativa. ICV, una de las patas de Barcelona en Comú, votó en contra de la ordenanza de Hereu y Trias. Para ello, necesitará el concurso de buena parte de la oposición. “Es uno de los puntos que queremos revisar”, se limitan a afirmar fuentes municipales, conscientes de lo peliagudo del asunto.
Tanto Jeff como Jacint van sin ropa por casa. También duermen desnudos. Hacen alguna incursión a pie sin ropa, pero lo mínimo porque no les gusta que les llamen la atención. Ni que les multen. En los últimos dos años se han impuesto 83 sanciones por ir en pelotas. Del total de multas en aplicación de la ordenanza de civismo (251.324 entre el 2015 y el 2016), suponen el 0,03%, un porcentaje muy menor, pero ahí están. De acuerdo, son cuatro gatos, pero ellos dicen que son sus derechos. Recuerden: correr en coche sale más barato que andar desnudo. Y si les multan y van desnudos, no salgan del coche.
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