Amarillo, el submarino era

Salen a subasta recuerdos y fotos de Marco Rossi, guitarra de Los Mustang

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OLGA MERINO / BARCELONA

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Cuesta un poco llegar al lugar de los hechos porque se esconde en el límite de la ciudad, en el barrio de La Marina del Prat Vermell, un territorio de fábricas y solares donde había estado la SEAT y se conocía en tiempos como Zona Franca, dicho a secas y de forma genérica. Pues justo allí, en el número 1 de la calle del Plom, acaba de inaugurase una inmensa casa de subastas donde el viernes, a las 15.30 horas, se venderán al mejor postor recuerdos que forman parte de la memoria sentimental de una generación. Hablamos de las pertenencias de Marco Rossi Esquerda, guitarrista y alma de Los Mustang. “Amarillo, el submarino es /, amarillo es, amarillo es...”, ¿recuerdan?

Los familiares de Marco Rossi, fallecido el 18 de mayo de 2015 a los 72 años, en Cadaquès, han cedido algunos objetos personales del músico a Subhastes Públiques Barcelona, instalada hace apenas 15 días en su nuevo emplazamiento, una grandiosa nave industrial de 2.500 cuadrados que había sido una fábrica de leche. Aunque el recinto parezca Las Vegas de las subastas, la licitación de mañana y las que vendrán se realizarán, sin embargo, a la antigua, al estilo del siglo XIX, con pujas a mano alzada y martillos de madera, según cuenta su director, Gerard Vidal.

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En total, 300 lotes a precios de salida bastante asequibles con fotografías, discos, afiches, letras escritas a mano y trofeos de uno de los grupos punteros en la España de los años 60. Entre los objetos estrella a la puja, el contrato que estableció la creación de la banda en 1962, una foto de Santi Carulla, el vocalista del grupo, con Paul McCartney, así como la montonera de letras de cambio con que Rossi tuvo que entramparse para financiar la compra de una guitarra Fender. El representante de Carulla acudirá mañana a la puja.

Puede que los lectores más jóvenes se pregunten a qué viene tanto interés por la memorabilia del grupo, por el contrato de alquiler, porngamos por caso, que firmó para las columnas de sonido de su primera gira. Pero resulta que Los Mustang lo petaban en los 60 y arrastraban riadas de fans, aunque se llamaran Montsita o Pepi en vez de Lizzie o Sally. Se las llevaban de calle, sobre todo Carulla, el guapo de un quinteto que completaban Miguel Navarro (bajo), Tony Mercader (guitarra rítmica) y Toni Mier (batería).

LA ÉPOCA

Para ponernos en situación, el triunfo de Los Mustang coincidía en el tiempo con sucesos terribles o que exhalaban un tufo insoportable a pecado y sacristía, como la ejecución del comunista Julián Grimau o la peregrinación por las capitales del brazo incorrupto de Santa Teresa, con el Franco dormía en la mesita de noche. Y es por ello que aquellos cinco chavales representaban la brisa fresca de lo que se cocía al otro lado de los Pirineos.

En el caso de Los Mustang, parte del éxito vino dado porque se dedicaban a versionar canciones de The Beatles con las letras adaptadas, porque, a fin de cuentas, la gente quería entender lo que bailaba, qué puñetas. Por así decirlo, el grupo barcelonés era el banco de pruebas de los 'fab four', cuyas canciones se escuchaban aquí en castellano antes que en ninguna otra parte, gracias a que David y Goliat compartían discográfica, la todopoderosa EMI. Así se obró el milagro de que Los Mustang vendieran en España 130.000 copias de 'Submarino amarillo' en 1966, cuando la versión original se quedó en los 30.000 discos.

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'MARCO ROSSI TRANSLATOR'

En los fogones del experimento se encontraba Marco Rossi, un talento capaz de convertir 'Ticket to ride' en 'Un billete compró' y que siguiera sonando bien. Lo mismo hizo con 'I should have known better' ('Conocerte mejor'). Ahí es nada.

Por todo ello, da cierta cosita, un pellizco de melancolía, ver dispuestas sus partituras y libretas de cara a la subasta, las fotos en blanco y negro con aquellas corbatas de nudo estrecho y los botines 'mod'. Como contábamos el otro día en estas páginas (Una vida vale 800 euros en los Encants), y ya es eso: perseguimos sueños y luego, ay, no somos nada. Si esta crónica llevara música incorporada, debería sonar 'Los Jóvenes', la canción de Cliff Richard y The Shadows que tan bien versionaron. Jóvenes, éramos tan jóvenes.