El rapero de las emociones

Simón, en un aula de la Escuela superior de estudios musicales del Taller de músics.

Simón, en un aula de la Escuela superior de estudios musicales del Taller de músics. / periodico

VÍCTOR VARGAS LLAMAS / BARCELONA

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Pocas esperanzas albergaba Simón Taibi de que su rap enfilara la fase final del Cabal Musical y obtener el asesoramiento artístico con el que pulir su potencial. Menos todavía al observar el amplio despliegue de bártulos musicales del resto de aspirantes del cásting y compararlo con su 'arsenal': un minúsculo 'pendrive'. En realidad poco más necesitaban él y su entonces compañero de grupo, Adry Bueno, para transmitir un talento que no se traduce en armonía instrumental sino que percute con la rotunda inventiva de sus letras. 

Así lo entendió el jurado, que, no obstante, les reservaba una sorpresa de impacto: su suerte en el proyecto iría ligada a la de un cuarteto de instrumentos de cuerda con el que debían fusionar talentos. "Apostaron por nuestra potencia lírica, pero consideraron que un reto así nos haría crecer como artistas", explica Simón. Un desafío que le sirvió para abrir su mente a las influencias de otros estilos musicales, pero que también fue el principio del fin del proyecto con Adry. 

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Lo que aparecía como un aparente camino en solitario está siendo en realidad un banco de ensayo con el que se ha propuesto superar la vertiente tradicional del rap, con su base de 'samplers' y sintetizadores, para entregar su poesía musical a una orgía de mestizaje. "Estoy preparando dos temas con contrabajo y guitarra; uno de guitarra flamenca y voz femenina, y otro de piano, guitarra y voz femenina. Propuestas sencillas a nivel instrumental, con mucho peso del discurso y la poeticidad de la letra", afirma este joven de Sant Andreu.

DETERMINACIÓN

Simón avanza y explora, pero no reniega de sus raíces musicales ni olvida por qué el rap le abdujo con una capacidad de seducción que sacudió los cimientos de su adolescencia. "Me aportaba un aprendizaje que no encontraba ni en mis profesores ni en mis padres ni en mis amigos. Me ayudó mucho a comprenderme a mí y a entender el mundo que me rodea", destaca. 

Su repertorio no reposa sobre reivindicaciones sociales ni es una encendida soflama contra el sistema, solo pretende hacer pensar a la gente. El de Simón es un estilo "emocional y muy personal", poesía urbana, reflexiones filosóficas agitadas en la transgresora coctelera del rap, inquietudes "de un chaval del barrio de toda la vida". Ahí va una degustación:

"Sangrienta la ruta de aquel que no supo abrazar el silencio y buscó una respuesta / Maldita la suerte del poeta, maldita demencia / Maldita la condición incompleta, cruda conciencia / ¿En qué deposito la fe, si voy a morir? / Triste flaqueza del ser que no sabe ser y que teme dejar de existir".

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Trabaja para costearse sus estudios de ingeniería de sonido, pero no se olvida del Taller de Músics, adonde acude a buscar asesoramiento para dirigir su talento hacia el cauce más apropiado. "O me gano la vida como artista o no me la gano", suelta sin titubear. Una determinación que le gustaría ver mimetizada en su entorno. "Conozco a muchos chicos que no son conscientes de su potencial -explica-, que no se atreven a seguir un camino diferente al de la mayoría. Tienes que encontrar tu sitio en el mundo, no el que otros hayan pensado para ti".