CÍRCULO DE AYUDA PERFECTO

'Intocable' en el Raval

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HELENA LÓPEZ / BARCELONA

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A las diez y media de la mañana llega puntual y le ayuda a levantarse. Entonces el señor Joan ya ha desayunado. Maria Teresa, su mujer, le lleva todos los días el almuerzo a la cama. Una vez en pie, Otman le acompaña a la ducha, le ayuda a asearse, le afeita con delicadeza y le hace un masaje. “Después vamos al salón, a nuestro ritmo, y decidimos qué hacemos. Un día vamos a un museo, otro a la plaza de Catalunya a dar una vuelta, otro a visitar a mi hermano…”, relata el señor Joan. Al fin y al cabo él es quien decide.

El señor Joan es Joan Pairés, barcelonés a punto de cumplir 79 años; prejubilado de la Olivetti y en silla de ruedas como secuela de las intervenciones por una lesión medular y un tumor cerebral. Otman es Otman Ajjan, marroquí de 28 que llegó solo a Barcelona hace 13, siendo casi un niño; asistente personal del señor Joan desde hace ocho meses. Verles juntos es pensar en Omar Sy y François Cluzet en la supertaquillera 'Intocable'; en Barcelona en lugar de París.

Otman acabó en casa de este matrimonio de El Clot recomendado por Mohamed, su anterior asistente. “Encontró un trabajo a jornada completa como conserje en un hotel y nos dejó. Estábamos encantados con él. Era un encanto. Nos dio mucha pena que se fuera, pero lo entendimos; tiene familia y era un trabajo mejor, más horas”, explica Maria Teresa Solé, quien dedicaba las 24 horas del día a cuidar a su marido hasta que llegó Mohamed, primero, y Otman, después. Solo tiene buenas palabras para ambos. A ella también le cambiaron la vida. “Mira, Moha [para ellos es Moha] es este”, señala con cariño en una de las muchas fotografías colgadas en la cálida sala de terapia ocupacional del viejo Hospital de Sant Pau, donde se conocieron.

Esta historia, pues, va de conquista de autonomía. Algo que han hecho los tres: Otman, Joan y Maria Teresa. Yolanda Calle, terapeuta ocupacional del hospital y voluntaria del Casal dels Infants del Raval, es la artífice del milagro, que no es un caso aislado: 110 chicos del Casal han hecho prácticas de asistente personal en el hospital en el que trabaja y, como Otman Mohamed, 40, al acabarlas, han firmado un contrato.

CUESTIÓN DE PIEL

Yolanda no habla de milagro sino de magia. Y no se refiere a unicornios amarillos, sino a personas que han vivido en su piel el lado más hostil de la vida. Esta historia va también de piel. De unos a los que se les ha negado todo por tenerla oscura, y de otros que de un día para otro han dejado de sentirla. "Por un lado escuchaba las historias de vida de las personas con diversidad funcional que llegaban a la terapia, y, por el otro, las de los chicos del Casal, y me di cuenta que los dos necesitaban lo mismo, recuperar la autonomía después de una situación traumática; que podían ayudarse a hacerlo mutuamente", explica la dulce terapeuta más con el corazón que con la boca. 

Los chicos en los que pensaba Yolanda son los usuarios del Servicio de Transición a la Autonomía para Jóvenes sin Hogar, que persigue "fomentar la autonomía personal de chavales de 18 a 21 años sin red social de apoyo y en situación de alta vulnerabilidad derivada de la falta de vivienda estable", precisa Juan Manuel Martín, director del Casal dels Infants Besòs-La Mina. Un servicio que nació para dar respuesta a extutelados por la DGAIA, pero que se ha ampliado a otros "chicos y chicas", también "en situación de calle". "También hay chicas que están en la calle. Quizá no se ven tanto como los chicos porque tienen dinámicas distintas. A veces sí tienen un techo, pero a qué precio", prosigue el director del casal en referencia a casos de explotación sexual.

CONECTARSE AL MUNDO

"La clave del éxito del proyecto -continúa el relato Martín-, no es que estos chicos encuentren un trabajo, sino que se conecten a la sociedad". Reconectarse al mundo, justo lo que necesitan las personas a las que, tras sufrir un accidente, una lesión o un ictus, les cambia la vida para siempre. La terapeuta tiene muy claro el camino hacia el titánico objetivo: el empoderamiento. "El primer día los chicos entran al hospital cabizbajos. Creyéndose casi indignos de un lugar como este; pero es ponerse la bata y cambiarles la cara. ¡Y ya no te digo al colgarse la identificación de trabajador!", prosigue Yolanda, quien insiste en lo mágico del vínculo que se genera entre los chicos y los pacientes. "Lo importante aquí es lo que les une, no lo que les separa. El contacto. Las miradas", señala la profesional, cuya propuesta llegó al Casal en un momento de crisis en que acababan de cambiar los criterios del PIRMI y estos chicos se encontraban en una situación aún más vulnerable.

Huían de la figura del cuidador, muy ligada al trabajo en negro. "La diferencia entre el cuidador y el asistente personal, además, es la responsabilidad. El cuidador toma las decisiones; con el asistente, en cambio, la responsabilidad recae en el asistido. "Era importante que el asistido tomara sus propias decisiones", argumenta Yolanda. "Además, no podíamos poner tanta responsabilidad en los jóvenes de golpe", añade Hammid Benhammou, responsable del proyecto en el Casal.

Nada es tan sencillo, obviamente. "No todos los chicos de este perfil con los que trabajamos pueden hacer las prácticas aquí. Primero hacemos una selección para la formación. Solo algunos la pasan. Tras la formación, solo algunos llegan a venir a hacer las prácticas, y de estos, no todos acaban encontrando trabajo; pero lo importante es el proceso", concluye Martín.

En el proceso por la recuperación de la autonomía de Joan uno de sus retos era volver a poder usar el ordenador. Lo ha hecho gracias a Otman. "Le ayudo con el ordenador, y con el móvil", apunta el joven con una sonrisa tímida. 

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