EL FUTURO

¿Dónde está hoy la rumba?

Las últimas generaciónes de rumberos se debaten entre actuar en eventos privados para extranjeros y malvivir tocando de bar en bar

Diada de la rumba

Diada de la rumba / periodico

NANDO CRUZ / BARCELONA

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Cada año, cuando llega la Diada de la Rumba, los rumberos sacan pecho y los medios de comunicación se hacen orgulloso eco. La última diada se celebró el 4 de diciembre en la fábrica Fabra i Coats, pero, ¿dónde está la rumba catalana el resto del año? Preguntes a quien preguntes, la respuesta siempre es: “la cosa está fatal”. Ese género que desea ser reconocido por la Unesco como Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad vive horas bajas.

El Forcat, Foment de la Rumba Catalana, está apunto de tirar la toalla, lo cual pone en peligro la propia Diada de la Rumba. Hablamos de la entidad que más ha luchado en los últimos años por afianzar el reconocimiento y el resurgir del género; una entidad que, pese a su noble objetivo, malvive con 10.000 de presupuesto al año. Esos son los verdaderos números de la rumba catalana, un género sin apenas público en su propia ciudad. El ya difunto ciclo Rumba Club convocaba 300 personas en sus mejores noches.

La rumba es un patrimonio tan inmaterial que es casi imposible palparla en Barcelona. Pese a ser el género más genuino que ha dado esta ciudad, es casi invisible para los barceloneses. Apenas hay locales que programen forma regular y los que existen duran lo que un ventilador a pilas, pues se enfocan al turista. La Rumbeta del pasaje Escudellers se autoproclamó Casa de la Rumba Catalana de Barcelona, pero no duró ni dos años. Este año ha tomado el relevo Casa Camarón, en la calle Roger de Flor, pero también muestra la rumba como una atracción indígena para gente con dinero. Una entrada con bebida cuesta 41 euros. Si quieres cena rumbera vip, la broma sube a 120 euros.

Aún hay locales en Barcelona que tratan de preservar el espíritu familiar y callejero de la rumba. El Gipsy Lou y La Rouge (en el Raval) y bodegas como La Riera (en Vallcarca) programan todo tipo de música y, por lo tanto, también cabe de vez en cuando la rumba. Y también hay bares rumberos en Figueres (El Federal), Girona (Lola Café) y Mollet del Vallès (Rancho Kansas). En todos, los combos se amplían o reducen según las condiciones económicas. En este circuito, la rumba es precaria. Por eso, grupos como SandungueraMorositoDesmadraosD-Rumba-2, Toni Cayena y El Rumbo se buscan la vida en bodas, cumpleaños, fiestas de equipos del fútbol o albergues para turistas.

NO ESTABA MUERTA, ESTABA EN UN EVENTO

De hecho, el turista es ahora mismo el principal consumidor de rumba en Barcelona. En los últimos años, los artistas gitanos con más bagaje y prestigio viven de actuar en eventos privados para cruceristas y profesionales de ferias y convenciones. Este tipo de actuaciones está muy bien pagado, pero en estos contextos no se puede fidelizar al público ni se puede llevar la rumba a nuevos territorios, pues el guiri solo quiere escuchar los grandes éxitos del género. Y así es como una música callejera y fresca avanza poco a poco hacia el museo.

Hay artistas de gran potencial, como La Màlaga (de Sants), Muchacho (el gitano escudero en La Troba Kung-Fú y puntal del colectivo Achilifunk) y el  prometedor Jonathan Ximenis, pero, parece difícil que alcancen algún día el impacto de bandas payas de mestizaje festivo filorumbero que arrasan entre la juventud como La Pegatina, Gertrudis y Txarango. Esa generación ha acabado con sus opciones de colarse en el circuito de festivales y fiestas mayores.

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