Retorno a Caldes de Gramenet

La exploración del manantial termal de Santa Coloma prosigue, ahora con una cata que promete un exfoliante futuro

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CARLES COLS / BARCELONA

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Retorno a Caldes de Gramenet, que no es Brideshead, pero a la vista de que la ciudad antes conocida como Santa Coloma se asienta sobre una colosal fuente de aguas termalesCharles Ryder, lord Sebastian y su osito de peluche Aloysius deberían ir ya preparando el albornoz. Hace 15 días, en una excitante excursión de madrugada por los túneles del metro de Sants Coloma (unas 30 personas palpando paredes en busca de calor, palabra de honor) se dio el notición: el agua que en el 2004 se encontró durante las obras de la L-9 del suburbano no era, como se creyó entonces, una corriente subterránea menor, sino que, realizado ahora un estudio más concienzudo, resulta que es un yacimiento termal gigante, que en el menor de los casos dará para alimentar la calefacción de los edificios municipales y, en el mejor y soñado, para montar allí un Santaco-Santaco, versión siglo XXI de las termas que los romanos se montaron en Baden-Baden.

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Este regreso a Santa Coloma de Gramenet cuando no ha pasado ni un mes de aquella expedición que capitaneó la propia alcaldesa Núria Parlon con el arrojo de un Allan Quatermain tiene como meta asistir a una cata, lamentablemente no en la primera acepción del término que ofrece la RAE, la de degustación, sino de la que llevan a cabo Enric Vázquez Suñé y Maria Jose Jurado, dos geólogos, a lo que alguien podría apostillar que menudo tostón, científicos y su bostezante mundo, pero no es así. Queda prometido.

ECOGRAFÍA EN EL FONDO

Nada más llegar a la esquina de las calles Nàpols y Beethoven del barrio del Fondo, Vázquez Suñé y Jurado ya han perforado Santa Coloma de nuevo. Han alcanzado los 129 metros de profundidad. La ciudad reposa sobre una formación granítica con vetas de rocas pórfiras, el material con el que asirios, romanos, egipcios y bizantinos levantaros sus mejores palacios (queda dicho, por si lo del balneario tira adelante). Hace un frío que pela, así que da envidia, pues, la sonda, que con un cable acaban de hacer descender por el agujero. A 30 metros ya hay agua. Alcanza los 127 metros. Lo que hace ese primer instrumentos es una suerte de ecografía del vientre del barrio. Se ven a la perfección las fisuras por las que circula el agua. Sacan la sonda. Da gustito cogerla. La siguente en entrar será la del termómetro. Toca esperar.

Por romper el hielo mientras sube y baja el cable y vuelta a empezar, parece una buena idea introducir en la conversación el raro papel de los geólogos en el cine, que suelen ser los buenos de la historia, pero a los que, según confirma Vázquez Suñé, les hacen decir en pantalla tonterías sin sentido. Son los sismólogos de los que se desoyen sus advertencias, los que viajan al espacio para perforar un meteorito que amenaza la Tierra y los que más quitan el hipo, los vulcanólogos, al menos en la vida real, y como ejemplo el matrimonio Maurice y Katia Krafft, a los que en 1991 se llevó por delante una nube piroplástica en Japón mientras grababan un documental.

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A BORDO DEL 'CHIKYU'

Jurado cuenta entonces una anécdota deliciosa. Le ocurrió a bordo del buque perforador nipón 'Chikyu', porque esta mujer tanto está en Santa Coloma tomando la temperatura al subsuelo, como en las costas de Hierro recogiendo lava, como perforando el lecho del Pacífico en busca del magma. Para que luego digan que menudo muermo de profesión. El caso es que era el bautismo de aquel megabarco, que ostenta el récord mundial de perforación, 7.740 metros. A bordo iba lo mejorcito de la comunidad geológica mundial. De noche, para entretenerla, les pusieron una película, ‘El hundimiento de Japón’, una historia de catástrofes y amor, en la que al país del sol naciente se lo traga la Tierra durante un terremoto. Con un par. En 'Aterriza como puedas' pasa algo parecido. Al pasaje les entretienen durante el vuelo con 'Aeropuerto'.

Pero (es una opinión) en cuestión de cine de geólogos nada supera un producto de serie B rodado en 1965, ‘Crack in the world’, con un (esta vez sí) un científico imprudente que lanzaba un misil al centro del planeta para exprimir su potencial térmico. La cosa salía mal, por supuesto, y una grieta amenazaba con partir la Tierra en dos mitades. Delirante. A lo mejor alguien la recuerda. Jurado y Vázquez Suñé, no. Vaya.

¡Ep!, la sonda termómetro toca fondo. El ordenador confirma las más optimistas predicciones. Unos 60 grados. Lo dicho. Esto promete ser exfoliante.