ACAPARAMIENTO COMPULSIVO

Los vecinos, las grandes víctimas del síndrome de Diógenes

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TERESA PÉREZ / BARCELONA

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La Síndica de Greuges de Barcelona, Maria Asumpció Vilà, ha visibilizado este martes el drama que sufren los vecinos que tienen la mala fortuna de vivir en un edificio donde reside alguien afectado por el síndrome de Diógenes, una enfermedad que consiste en acumular objetos de todo tipo y procedencia. Desperdicios, malos olores, presencia de cucarachas y ratas y otros bichos que hubieran dejado corta las especies del arca de Noé. Son penalidades de principio a fin. Y es que Diógenes es un mal vecino y tiene una difícil convivencia, además de ser insalubre.

De esto saben un rato Raquel Clemente y S.S., un hombre que prefiere guardar el anonimato, porque lo han sufrido en sus viviendas del distrito de Gràcia y del de Sants-Montjuïc. Ella, harta, aguantó dos años, puso tierra por medio y se mudó a otra  vivienda. Él se las ve y se las desea para poder alquilar su piso vacío y, por el momento, no lo ha conseguido. “La gente que viene a verlo se echa para atrás al ver los desechos”, explica.

FALLECIMIENTO

El caso de Raquel tiene tintes aún más dramáticos. El hijo de Concepción, la anciana que sufría la enfermedad, falleció por causas naturales y su cadáver tardó una semana en ser descubierto. Raquel vivía en una calle del Poble-sec, en el distrito de Sants-Montjuïc, en un piso justo debajo de Concepción.“Recogía ropa sucia y todo tipo de trastos e intentaba venderlos luego”, apunta.

En verano las cucarachas e insectos se pegaban un festín. “Yo recorría los rellanos echando insecticida, pero era insoportable”, explica la afectada. Las llamadas de los vecinos a la puerta de Concepción eran constantes. “Apenas abría una ranura, pero podíamos ver que dentro había bolsas y bolsas de basura”, dice. El espectáculo que ofrecía la galería tampoco era mejor. En su tendedor de la ropa colgaban, durante meses, banderas del Barça, senyeras y mantas. Tuvo que mudarse de vivienda. “Mi vida se convirtió en una pesadilla, lo peor de todo era la impotencia de que nadie solucionara el problema”, afirma.

Montones de periódicos, bolsas de plástico, tablones de madera, botellas e incluso piedras amontonadas es lo que se encuentra S.S. cada vez que echa la llave de la puerta de su edificio de Gràcia. La basura se acumula por cualquier recoveco de las zonas comunes. “Hay tanta acumulación que el año pasado un amigo y yo llenamos en un día 15 contenedores de basura con todo lo que encontramos”, apunta. S.S. El problema de este propietario se arrastra desde hace más de 10 años, cuando llegó a la casa el incómodo inquilino que es un cincuentón profesor de instituto. “Al principio tenía pareja, pero hace tiempo que no la veo”, recuerda.

LA EXCUSA

S.S. y su inquilino trabaron amistad, pero estos lazos fraternales ya se han roto. “Nada más llegar a la casa lo llenó todo de cajas y trastos y se escudaba diciendo que eran restos de la mudanza que acababa de hacer”, afirma el propietario. Pero los trastos no solo no se quitaron sino que fueron en aumento. “Se han apoderado del edificio”. S.S. ha presentado tres denuncias pero, salvo la de la Síndica, no ha tenido ningún eco. “Alegan que no estoy censado en la casa”, indica. Las conversaciones que ha tenido este casero con su inquilino tampoco han llegado a buen puerto.

Maria Asumpció Vilà ha recibido este año cuatro quejas de vecinos de Ciutat Vella, Horta-Guinardò, Gràcia y Sants-Montjuïc que viven en inmuebles donde reside alguna  persona con síndrome de Diógenes. En uno de estos casos, la acumulación de porquería desencadenó un incendio. Vila, además, ha abierto “una investigación de oficio” para conocer cómo actúa la Administración, ya que ha constatado “una dilación en la resolución de los casos” y una descoordinación entre los organismos que intervienen.