Automovilistas sin salida

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BEATRIZ PÉREZ / BARCELONA

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«Entiendo que se proteja el medio ambiente, pero la administración debe dar alternativas»Lo dice Enric d’Armengol, de 62 años y propietario de un Renault Kangoo Express del año 1999 que, a partir del 2020, no podrá circular por Barcelona. El ayuntamiento anunció el lunes que prohibirá, de ese año en adelante, el tránsito de los vehículos más contaminantes. Esta medida se podrá aplicar en episodios puntuales de alta polución a lo largo del 2017. Así, Barcelona dirá adiós a los coches de gasolina matriculados antes del 2000 y a los diésel matriculados antes del 2006.

En opinión de D’Armengol, el consistorio debería mirar «caso por caso» y tener en cuenta las «dificultades» económicas que atraviesan muchos ciudadanos. «Yo podría comprar un coche nuevo, pero tocar mis ahorros representaría un trastorno»cuenta D’Armengol. Tanto es así que, llegado el momento, se plantea recurrir a empresas de alquiler de vehículos, dado que solo hace uso del suyo muy puntualmente. «Soy músico, así que utilizo el coche sobre todo en verano cuando tengo conciertos por la costa», explica.

A D’Armengol no le basta la propuesta del ayuntamiento de reducir el precio del transporte público a los afectados. «Ya tengo la tarjeta rosa [con la que viaja gratis o con una tarifa baja], así que esta solución no me beneficia. Deben mirar coche por coche y saber cuáles contaminan mucho y cuáles no», zanja.

MALAS CONEXIONES

Àngels Jornet tiene 35 años y es vecina del barrio de Gràcia, aunque ejerce de maestra en un colegio de Santa Coloma de Gramenet. Su vehículo (un Opel Meriva del 2004, motor diésel) es uno de los 900.000 que, en poco más de tres años, tendrán totalmente prohibida la circulación en la ciudad.

«Cojo cada día el coche para ir al trabajo y tardo 30 minutos. En metro, me lleva más de una hora ir y más de otra volver», asegura Jornet, que tiene un contrato de media jornada. «Por ejemplo, los lunes y jueves solo tengo que trabajar una hora y media». De esta manera, a día de hoy, si la joven no pudiera utilizar su vehículo, al menos dos días de la semana pasaría más tiempo en el transporte público que dentro de su lugar de trabajo.

«Me encanta que existan políticas medioambientales como esta. Yo misma me desplazo siempre en bici por la ciudad. Pero creo que el ayuntamiento debería mirar caso por caso», añade. La maestra asegura, además, que esta medida le afectará negativamente en lo personal por la imposibilidad de comprarse un coche nuevo.

INSTALADORES

El colectivo de instaladores (electricidad, gas, fontanería) también recela de la medida de Colau. Es un gremio que, por trabajo, necesita hacer uso del coche cada día. «Existe un problema real de contaminación. Estamos a favor de este tipo de medidas. Pero un instalador, con todo su material de trabajo, no puede desplazarse en transporte público», deja claro Daniel Carrasco, director general del Gremi d’Instal·ladors de Barcelona.

A esta organización están asociadas unas mil empresas. La mayoría son autónomas. Todas, recalca, necesitan un coche o una furgoneta. «A los profesionales esto nos afectará igual que a los particulares», concluye Carrasco.