Franco en la plaza de Karl Marx

La figura ecuestre del dictador viaja desde un almacén de Canyelles al Born cubierta por una lona azul de un pantone muy poco falangista

TONI SUST / CARLES COLS / BARCELONA

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Barcelona podía haber amanecido este 17 de octubre con un estupendo homenaje a Federico Fellini. ‘La dolce vita’, película que el director italiano rodó en 1960, arranca con el traslado de una escultura de Cristo redentor suspendida de un helicóptero sobre el cielo de Roma. Inolvidable. La estatua ecuestre de Francisco Franco a caballo ha viajado desde un depósito municipal de la Via Favencia hasta el Born de tapadillo, cubierta con una lona de un azul, además, muy poco falangista, lo cual es una lástima para las crónicas sobre esta ciudad, pues ha sido salir del trastero y el primer semáforo en el que ha tenido que detenerse el convoy era el de la plaza de Karl Marx. La primera en la frente, podría decirse, si no fuera porque, tal y como se ha recordado estos días, la pieza escultórica no tiene cabeza.

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El sátrapa viajaba en la caja descapotada de una camioneta. Iba de espaldas al sentido de la marcha. La lona no permitía apenas intuir su brazo derecho a media altura, como el de un saludo fascista algo gandul o displicente. Seguro que la escena hubiera causado estupor, sorpresa, risas y a lo mejor hasta un soponcio a algún franquista sociológico, que los hay en todas partes, porque de María Antonieta, una decapitada célebre de la historia, se sabe al menos dónde terminó su testa (se la pusieron entre las piernas los mismos que la guillotinaron), pero de la del Franco de Viladomat nada se sabe desde que en agosto del 2012 alguien entró un fin de semana en el almacén municipal y con una sierra radial la cortó como trofeo. Aún la buscan.

'OPERACIÓN CERILLITA'

Total, que de día muy felliniano nada de nada. El Cerillita (así le llamaban en la Academia Militar de Toledo) ha cruzado Barcelona sin llamar la atención por deseo expreso del Ayuntamiento de Barcelona. Había órdenes estrictas al respecto. Hasta el lugar y la hora de salida de la comitiva eran un alto secreto, pero no hacía falta una máquina enigma para tener un par de pistas más o menos precisas. La hora oficial del traslado eran las ocho y media de la mañana y el punto de partida, el número 47 de la Via Favencia. Lo de la comitiva requiere, eso sí, una aclaración. Nada de escoltas policiales y palios. Frente a la camioneta iban dos furgonetas del servicio municipal de mantenimiento y, detrás, otra. Nada más.

La salida se ha retrasado finalmente un par de horas. El motivo era que la Victòria de Frederic Marès, la otra pieza escultórica seleccionada para la exposición del Born, aún no había sido definitivamente instalada. Esta había hecho otro viaje distinto, desde los depósitos que el Museu d’Història de Barcelona tiene en la Zona Franca. El chófer de Franco aguardaba la llamada. Eso ha sido alrededor de las 10.30 de la mañana. Llegado el momento, se ha levantado la barrera del aparcamiento y la camioneta ha salido. No es que aquello haya sido como la persecución 'paparazzi' de Lady Di, pero ha tenido su gracia.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"Al caballo ya hubo que cortarle","text":"\u00a0una pata cuando dej\u00f3 el patio de armas de Montju\u00efc. Tambi\u00e9n lo pintaron de rosa. Curiculum no le falta"}}

La opción de situarse cámara en mano y como paquete de la moto en el lateral izquierdo posterior del ‘francomóvil’ era interesante porque ofrecía una fugaz vista sobre la pezuña trasera. Del caballo. Tenía su qué, porque cuando el Franco ecuestre fue retirado del patio de armas del castillo de Montjuïc le tuvieron que cortar una pierna al équido, ya que si no no entraba en el almacén de la fortaleza. Eso fue después de que un día apareciera pintado de rosa. Lo que se dice aventuras, esta obra de Viladomat ha vivido muchas.

YUYU

La otra opción era ir delante, como abriendo paso, como la guardia mora, pero ya que lo que venía detrás era un jinete sin cabeza, la sensación era más bien la de ser Ichabod Crane huyendo a través de los bosques de Sleepy Hollow. Mucho yuyu. En resumen, que mejor tomar un poco de distancia.

BARCELONA, SEGÚN MARX

La ruta –lo dicho-- ha tenido su primera parada en el semáforo de Karl Marx, lo cual podría dar pie a comentarios jocosos sobre el famoso contubernio masónico-izquierdista (“…que si a nosotros nos honra, a ellos les envilece”), pero en realidad, sino fuera por las prisas del momento, sería una buena oportunidad para releer la batería de artículos que el padre del comunismo publicó en 1854 en el ‘New York Daily Tribune’, en los que se revelaba como un profundo conocedor de la historia de la península, y en los que afirmaba que “Barcelona, el centro fabril más importante de España, tiene en su haber histórico más combates de barricadas que ninguna otra ciudad del mundo”.

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El ‘desfile’ ha tomado después el túnel de la Rovira, nada que decir aquí, para desembocar después, ahora sí, en la calle de Lepant, dedicado a una de las batallas enseña de la memoria castrense hispana, ya saben, aquella en la que las instrucciones que recibió la soldadesca cristiana eran inequívocas: “No disparar hasta que la sangre del enemigo nos salpique”. Mucha épica. Luego está la otra cara de la cosa militar, claro. En la calle de Lepant había años ha un cuartel del mismo nombre. Ahora hay un parque estupendo. De su pasado como cuartel solo queda una parte de la fachada y unos cuantos puticlubs repartidos por las calles adyacentes. La estatua pasa por delante de uno de ellos.

A la altura de Pujades, la comitiva gira. A la derecha, por supuesto. Enfila así ya hacia el final de su nada felliniana excursión. Llega Franco al Born donde le esperan decenas de cámaras y tres huevos. Lo previsto es que la estatua quede ahí expuesta hasta el 8 de enero. Es lo que está previsto…