Así era Gaudí con 26 años

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Carles Cols

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"Le hemos dado el título a un genio o a un loco, el tiempo lo dirá". La frase se la atribuyen a Elies Rogent (1821-1897), director de la Escuela de Arquitectura de Barcelona. Se refería, claro, a Antoni Gaudí. No fue un alumno académicamente sobresaliente, pero desde luego no dejaba indiferente. Eso fue en 1878. Aquel Antoni Gaudí, un joven de 26 años con el título recién impreso bajo el brazo, es el que afirma haber descubierto en una fotografía inédita el investigador Xavier Jové. Si no yerra, es la imagen más juvenil del arquitecto de Reus, que obligará de paso a volver a poner fechar a otra imagen sobradamente conocida, obra de Pablo Audouard, reputado retratista de la época. La diferencia entre una y otra salta a la vista: las canas.

No bastaba con afirmar que ese hombre de perfil, que apunta con el mentón al frente, como alguien convencido de que hará algo grande en la vida, es Antoni Gaudí. Jové compró la fotografía en el oceánico mercado de antigüedades fotográficas, donde a veces los negativos se venden a peso y las placas de cristal a precios muy económicos. Aquello es un mundo. El caso es que el razonable parecido de aquel hombre con barba con Gaudí necesitaba una investigación científica, y por eso Jové recurrió a dos investigadores forenses, Narcís Bardalet (por cierto, el hombre que embalsamó a Salvador Dalí) y María José Adserias. Lo mejor en estos casos es trabajar con restos palpables, un cráneo, por ejemplo. Pero sin ellos no es imposible llegar a una conclusión certera.

LA OREJA COMO HUELLA DACTILAR

La estructura de la cabeza, la nariz y la forma de los ojos encajan con los del Gaudí conocido, asegura Adserias. Pero la prueba más fiable es la oreja, un sustitutivo, llegado el caso, de la huella dactilar. Es la oreja de Gaudí, certifica el estudio forense.

La cuestión es que mientras Bardalet y Adserias identificaban al hombre de la foto, Jové tenía entre manos una misión no menos laboriosa: situarla en el calendario. Asegura que 1878 es una fecha con escaso margen de error. Las razones son varias.

La primera es que la técnica de revelado empleada para retratar a Gaudí es un descubrimiento realizado en Francia en 1873. El sistema fue importado un par de años después, pero primero por los estudios fotográficos con más pedigrí de la ciudad, como los Napoleón.

El autor del retrato de Gaudí joven es Leopoldo Rovira, un profesional que tenía su estudio en el antiguo número 37 de la Rambla (la numeración actual es distinta a la de entonces). La imagen lleva su firma en la base, pero no identifica al personaje. No es descabellado afirmar que es la fotografía de un estudiante recién licenciado. Si el propósito era incluir la imagen en una orla, esta no se ha descubierto todavía.

Jové, por supuesto, ha dedicado horas a esa imagen. Invita por ello a reparar en los detalles, entre otras razones porque se trata de una fotografía coloreada tras ser revelada.

¿PELIRROJO?

Destaca, primero, el color del cabello. El Gaudí anciano era un hombre de pelo blanco, pero en su juventud no había consenso entre sus colaboradores a la hora de definir el tono de su cabello. Levemente rubio, según algunos, casi un pelirrojo, según otros, un moreno cobrizo… Lo mismo ocurría con los ojos. Gaudí fue una celebridad en su época, así que estas discusiones no deberían extrañar. Había quien afirmaba que sus ojos eran verdes, otros decían que más bien violeta, había quien creía ver en ellos una transparencia inhabitual… “Eran como su obra, gaudinianos”, bromea Jové. El caso es que ese detalle, recogido en las crónicas de la época, es también apreciable en la fotografía de 1878.

La fotografía inédita de Gaudí ha sido la estrella de una de las conferencias del Segundo Congreso Mundial sobre Gaudí. En la exposición, Jové ha sacado a la luz otras dos imágenes sobre la obra del arquitecto, en especial un diseño descartado de la Sagrada Família. Las diferencias con otros bocetos ya conocidos y con el aspecto actual del templo no son mayúsculas, pero sorprende una torre de cúpula acebollada situada a la derecha de la Fachada del Nacimiento que finalmente fue descartada.

Al final, por cierto, Elies Rogent acertó. Gaudí no era un loco, era un genio. Acertó porque ya previó que su nombre pasaría a la historia. Más que el suyo, de hecho. El congreso que reúne a una cincuentena de expertos de Gaudí se celebra, curiosamente, en una obra de Rogent, en la sede central de la Universitat de Barcelona. Pocos lo recuerdan.