Un verdugo llamado Nicomedes

La historiadora Roser Messa rescata un sinfín de personajes insólitos en 'Anecdotario de Barcelona'

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OLGA MERINO / BARCELONA

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Sin ser una megalópolis como Londres, con su hipnótico pasado victoriano de brumas y destripadores, sin ser París, con el misterio de las gárgolas que observan el eterno discurrir del Sena desde las alturas de Notre-Dame, Barcelona ni se achica ni se queda atrás en sucesos, leyendas e individuos abracadabrantes. Personajes de novela como Nicomedes Méndez, a quien acaban de rescatar de sus pesadillas la historiadora del arte Roser Messa y el ilustrador Pep Brocal.

El tal Nicomedes -el nombre paga- fue el verdugo oficial de la ciudad entre 1877 y 1908, un tipo discreto, de ojos pequeños y azules, que acudía regularmente a la cárcel en la calle Reina Amàlia a engrasar el garrote vil con que ejecutaba las sentencias. Lo pasó muy mal cuando lo jubilaron. Tanto que, como cataplasma contra la melancolía, intentó montarse un teatrillo callejero en el Paral·lel para escenificar los ajusticiamientos con un patíbulo de cartón y títeres de cera. Un individuo de carne y pellejo, pero tan suculento en vivencias que bien podría haberse cruzado con Onofre Bouvila en algún callejón mendocino de 'La ciudad de los prodigios'. 

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Al denegársele el permiso para su espectáculo de feria, el verdugo Nicomedes terminó contando sus experiencias a cambio de un chato de vino en una tasca de la calle Vilà y Vilà llamada Can Ramon. Un personaje fascinante, como tantos fantasmas que pululan por la ciudad, que Roser Messa ha retratado en 'Anecdotario de Barcelona'. Como correspondía, el libro salió del horno el mismo día de la Mercè y se encontrará en librerías a partir del miércoles.

Hemerotecas, documentales, archivos, libros e interrogatorios amistosos son las armas de las que se ha valido la historiadora para compilar el anecdotario, instrumentos que ya viene afilando desde hace cinco años en su blog 'Cosas de absenta'. Aunque la llamen medio en broma "la chica de las cosas raras", en realidad la mueven el barcelonismo y una curiosidad caníbal que ha trascendido el mundo digital para corporeizarse en papel con historias nuevas y jugosas.

Las anécdotas, distribuidas en 30 episodios, se entreveran con ilustraciones de Pep Brocal, autor de cómics como 'Alter and Walter', un artista que ha sabido enfocar la mirada para recuperar en el libro el estilo de las revistas catalanas de la década de 1930 -'L’Esquetlla de la Torratxa', 'Cu–cut!', 'Papitu'-, aquel espíritu burlesco e inteligente que la guerra civil desgarró de un zarpazo. Por así decirlo, los dibujos de aire 'vintage' casan muy bien con lo narrado.

CUBIERTOS REPUBLICANOS

Con las galeradas aún calientes, fijamos un encuentro para bautizar el libro en la sede de Comanegra, cuyo equipo, con Joan Sala al frente, está haciendo una labor estupenda por la memoria de la ciudad. La editorial se aloja en el número 159 de Consell de Cent, en una vieja nave industrial compartida con artistas y diseñadores de moda, un espacio tan bello y curioso, con su chimenea de ladrillo de 25 metros y un magnolio centenario, que merece un capítulo en el anecdotario. Resulta que allí se ubicaba una sucursal de la fábrica de muñecas Lehmann y Cia -qué tendrán esos ojos escalofriantes de cristal, esas pelucas, las piernas de porcelana fría- hasta que el negocio fue a menos. Durante la guerra, la principal actividad de la factoría fue fabricar platos y cubiertos de metal para el ejército republicano. 

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Durante la charla, afloran otras historietas deliciosas, como la oreja de toro que Mario Cabré regaló a Ava Gardner durante una visita al taxidermista de la plaza Reial, el circo de Buffalo Bill con sus indios acampados en las huertas del Eixample, las extrañas predicciones del Santet del Poblenou o el espectáculo del funambulista Blondin. Por suerte, Barcelona es inagotable: cuanto más escarbas, más encuentras.