Gràcia, cada calle, una trinchera

La fiesta mayor del barrio revela que la salud vecinal es más fuerte aún que la gentrificación turística

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CARLES COLS / BARCELONA

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Por ejemplo, año 2026, fecha prevista para la finalización de las obras de la Sagrada Família, lo que se supone que convertirá Barcelona en un destino de peregrinación turística que ríete tú de los atascos alrededor de la Kaaba de La Meca. Faltan pues solo 10 años, así que al ritmo que cambia Gràcia, con alquileres que suben como géiseres y turistas que aparecen de repente en sitios insospechados (como más adelante será explicado), no sería de extrañar que alguna agencia extranjera organice etnovacaciones en el barrio: "Decore una calle como hacían los lugareños, alojamiento en albergues, alquiler de bicicletas incluido".

Que el monstruo de la gentrificación y de lo que antes se conocía como lloretización (ahora, simplemente, barcelonización) se asoma ya por Gràcia no es ningún 'scoop', es noticia sabida, charla de bar, pero las fiestas del barrio son el perfecto termómetro anual para saber hasta qué punto el barrio se resiste al cambio. Cada calle decorada, a su manera, es una trinchera.

Travesía de Sant Antoni. En la boca norte de la calle esta sentada Conxita, que tiene 93 años años. Su padre y su abuelo participaron en las decoraciones más gloriosas de aquella calle, como la parisina ambientación realizada en 1956 y que el año pasado fue recuperada por un grupo de jóvenes vecinos de aquel rincón de Gràcia.

LA PRÓXIMA GENERACIÓN

Verdi. Manel Rodés forma parte del equipo que dirige la operaciones. Le gusta que el barrio sea internacional, que no turístico. "Mira, allí, en la parte de arriba, de esa puerta de acceso se encarga un mexicano. Y ahora mira al otro lado, a la puerta de salida. Ese es chileno". Entre uno y otro, un grupo de niños se encarga de las labores de pintura. Algún día serán el relevo generacional.

Calle Progrés. Todos señalan a Juanjo como el principal tramoyista del barco pirata que allí se está armando. "Exageran, en realidad lo decidimos todo en asamblea". Sorprende la tranquilidad con la que toda la pandilla de filibusteros que le acompañan se toman la recta final. La botadura está prevista para el lunes, cuando despunte el sol. Será que hacen suyo el lema de los piratas: "Contamos con el día en que vivimos, no con el que habremos de vivir".

CONCURSOS CULINARIOS Y LÚBRICOS

Lo dicho, las fiestas de Gràcia son un síntoma de salud vecinal, y no solo por el frenesí de estos días. Por dos motivos. Primero, los vecinos de cada calle suelen reunirse tras las fiestas de Navidad para decidir ya qué decoración levantarán en verano, es decir, viven el barrio no solo durante la fiesta mayor. Y segundo, aunque es cierto que por las calles pasarán estos días decenas de miles de personas, ellos preparan las actividades impermeables a ese trajín. Como prueba del nueve sirve la cadena de concursos que cada mediodía tienen previsto realizar los vecinos de Fraternitat de Dalt. El martes, de ensaladas; el miércoles, de postres; el jueves, de montaditos; el viernes, de tortillas; el sábado, de alioli, y el domingo, de gazpachos. En la calle de la Perla, ambientada como una muy hortera 'roller disco', el concurso previsto será un trivial erótico, por si alguien quiere ponerse a prueba.

Es lo que tiene Gràcia, que aunque anexionado, es un pueblo, pintoresco para su desgracia. Y como demostración, la anécdota prometida al principio. Ocurrió hace pocos días en la bodega Marín, de la calle de Milà i Fontanals. Según Toni, cliente y testigo de lo ocurrido, estaba con un vermut en la mano cuando entró un guía turístico con un grupo de visitantes. Hicieron lo que suelen hacer, fotos. Al local y a los clientes. Se fueron, y adiós muy buenas.

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