Nostalgia del bus 64
Los vecinos se quejan la reorganización de las líneas y de que la frecuencia no baste para absorber a los viajeros del barrio
El vaivén humano tiene otra estampa, también versión alud, en los semáforos que conectan el paseo de Joan de Borbó con el Pla de Palau, donde se aglomeran sin tregua para cruzar decenas y decenas de bañistas de vuelta a sus apartamentos u hoteles. Esa boca donde se adentran la mayoría, la del metro de Barceloneta, hace tiempo que se quedó varias tallas pequeña.
Es una de las reivindicaciones vecinales, enfatizan en la combativa asociación de L'Òstia, en cuyas filas se curtió como activista la hoy concejala de Ciutat Vella, Gala Pin. Fuentes del colectivo señalan que es necesario ganar otra entrada al metro (anulada hace años) para evitar esas mareas de gente. "Hay miedo de que un día pase una desgracia", dicen.
Pero en L'Òstia, como en el resto de entidades vecinales, la lista de agravios en la movilidad es larga. Los vecinos se encienden con el asunto de la nueva red de autobuses ortogonal, que aunque en muchas zonas se ha mostrado funcional y ha mejorado frecuencias, en la Barceloneta ha dejado un agujero negro llamado 64, afirman. La ruta de ese bus facilitaba mucho más el movimiento del mar hacia la zona alta, ya que el V13, aunque ahora ha ganado un tramito hasta Pla de Palau, sigue dejando un vacío que obliga a dar muchos tumbos al vecindario, se lamentan. Dicen que ahora se tarda mucho más (trasbordando tres veces) en llegar a Sarrià-Sant Gervasi (donde muchos vecinos se desplazan a clínicas de la zona) y que se pasa por alto la ronda de Sant Antoni.
LLENOS "VERGONZOSOS"
En la asociación ven “vergonzoso” que el metro llegue a reventar el barrio. “Los autobuses no pueden hacer de metro”, aducen. Defienden una mayor frecuencia de suburbano en momentos punta. Y en <strong>La Barceloneta diu Prou</strong>, surgida por los efectos de los pisos turísticos en la zona y la presencia masiva de viajeros incívicos que complicaron la convivencia, agregan que están cansados de no saber cómo salir en bus del barrio porque “a la tercera parada de la zona ya llegan llenos de gente de la playa, a veces no paran”. Un gentío igualmente visible en la zona de Vila Olímpica, pero que el transporte absorbe mejor porque en ese punto todavía no llega lleno, como sí suele suceder en la Barceloneta.
Cabe destacar que parte del turista prestado que este verano ha dejado de viajar a países del sur de Europa llega ligero de equipaje, sobre todo con bañadores y presupuesto guerrero, por lo que el comercio se quejan de que esos trenes a rebosar de la playa, transportan más toallas que clientes. El ayuntamiento aún no dispone de cifras de esta temporada.
Miles de viajeros y horas después, los agentes cívicos no han perdido la sonrisa afable (deben su trabajo temporal, al fin y al cabo, a ese turismo masivo). Y los vigilantes del metro aguantan el tipo, curados de espantos.
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