El deseo de ser otro

Me he enganchado a los videos de un señor bajito que no es negro, pero le gustaría serlo. Cosas más raras se han visto

RAMÓN DE ESPAÑA / BARCELONA

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Un hombre muy bajito -puede que sea un enano, pero no estoy del todo seguro- atraviesa Barcelona al volante de un utilitario hecho polvo al que ha bautizado como Jordan, aunque las noches en que sale de marcha, le cambia el nombre por el de O. J. Simpson. Ese hombre no es negro, pero le gustaría serlo. Sabe que es imposible, pero le hace ilusión, por lo menos, imitar la actitud de los personajes que vio en todas las películas que se tragó de pequeño entre operaciones quirúrgicas y una larga permanencia en silla de ruedas. Dice que, para completar la mutación, solo le falta un reloj Casio dorado, y que cuando lo consiga ya será prácticamente negro.

A veces, nuestro hombre aparca su Jordan en un rincón especialmente espantoso del extrarradio barcelonés porque hay unos edificios que le recuerdan los 'projects' que aparecen en las películas de John Singleton. Deambula un rato por ahí y sigue su camino. Cuando se aburre, asoma la cabeza por la ventanilla y, sin dirigirse a nadie en concreto, grita cosas como "Hey, motherfuckers!" o "I'm a fuckin' nigger!" Cuando para en una gasolinera, le echa un poco de combustible al coche, muy poco, lo justo para no quedarse clavado en el asfalto, pues dice que los negros son pobres y siempre van en reserva. Al llegar a casa, lo recibe su gata Aaliyah, así bautizada en homenaje a una de sus cantantes favoritas, a la que habla en inglés: "You're my favorite bitch, Aaliyah". También le gusta Mariah Carey, pero ahí se le escapa un poco el personaje porque no hay ningún negro que sienta la menor admiración por ella. Da igual: nuestro hombre tiene un código muy particular que se resume en una sola frase: al hombre negro se le respeta.

ENTERNECEDOR

No conozco de nada a este caballero con el que comparto ciudad, pero siento una extraña admiración por él y por los vídeos que cuelga en la red bajo el título genérico de 'Quiero ser negro'. Lo más fácil sería quitárselo de encima por pelma, considerarlo un tarado más de los muchos que pueblan el ciberespacio y olvidarse de él, pero... ¿Qué quieren que les diga? A mí me enternece. Por los motivos que sea -y se intuyen dolorosos-, este hombre se ha fabricado una fantasía en la que se encuentra más a gusto que en el mundo real. También lo hacen los políticos y nadie se lo echa en cara. Total, lo que subyace en su actitud es algo que nos lleva asaltando a los seres humanos desde el principio de los tiempos: el deseo de ser otro. 

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Me viene a la cabeza 'El amante bilingüe', la novela de Juan Marsé en la que el protagonista actúa, habla y se viste como un charnego de parodia sin necesidad de serlo; simplemente, porque le divierte ser quien no es. Siguiendo con las ficciones, toda la vida de Snoopy, el perro de Charlie Brown, consiste en sus fracasados intentos de ser otro, de ser cualquier cosa menos el chucho fatalista y deprimente que es: un as de la aviación aliada de la primera guerra mundial a la caza del Barón Rojo, una estrella del béisbol, un seductor internacional... Pero volvamos a la realidad y al ansia de negritud, de la que el hombre de los 'projects' no es el primer afectado con el que me cruzo. Pienso ahora en dos amigos del difunto Francisco Casavella que él mismo me presentó y que también eran negros por convicción, aunque uno en mayor grado que el otro. Se hacían llamar, respectivamente, D. J. Ragnampiza y Barracuda. El primero ejercía de pinchadiscos con ese nombre, mientras que el otro, si no recuerdo mal, trabajaba en una tienda de fotocopias y satisfacía su pasión por lo negro haciendo de espontáneo en un bar en el que ya le conocían y le habían rebautizado como El Cliente Cantante, dada su costumbre de subirse al escenario tras un par de copas e interpretar una versión francamente buena de 'Redemption song', de Bob Marley. Durante una época que iba bien de pasta, alquiló un bar -no recuerdo si el mismo en que se convertía en El Cliente Cantante- una noche a la semana, le cambió el nombre que tenía por el de El Malecón y lo convirtió en su versión particular del Rick's Café de 'Casablanca'. Hace años que no sé nada de él.

A D. J. Ragnampiza me lo cruzo de uvas a peras y compruebo que sigue siendo un tipo muy simpático. Siempre tuvo ciertos rasgos africanos, pero yo diría que ya es prácticamente negro y me quito el sombrero ante su triunfo de la voluntad. Querer ser otro es, en realidad, lo más normal del mundo. Solo los tontos están encantados de haberse conocido. Yo mismo, cuando me dejo arrastrar al karaoke por mi amiga I. e interpreto la versión que realizó Bryan Ferry del tema de Kris Kristoferson 'Help me make it through the night', me siento de maravilla y hasta me olvido de que tengo papada: durante tres minutos soy ese 'beautiful loser' que cualquier mujer bella y de buen corazón se llevaría a casa.