INICIATIVA SOCIAL EN UN BARRIO DEL EXTRARRADIO

El 'take away' solidario del Besòs

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HELENA LÓPEZ / BARCELONA

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Su misión es, en principio, la de traducir, pero antes de las diez de la mañana tiene las manos en agua. Lava verdura. "Aquí todas hacemos de todo", explica Helen, una ucraniana vecina del Besòs desde hace 16 años y colaboradora del comedor solidario Gregal desde su nacimiento, hace cuatro años. A esa hora, del local del Ateneu Llibertari del Besòs no para de entrar y salir gente. Vecinos, por la familiaridad en el trato. Casi todos entran con bolsas y algún que otro mensaje. "¿Pasó Juan con las lentejas?". "Te devuelvo las fiambreras". 

El comedor solidario Gregal funciona así. La mayoría de los alimentos los donan los paradistas del mercado municipal. Las manos y el saber entre fogones lo ponen también los vecinos. "Más que un comedor, es un punto de ayuda. Tenemos un abogado, un psicólogo, una nutricionista... Todos voluntarios", explica Mercedes Rodríguez Maurin, una de las fundadoras del proyecto. Empezaron haciendo comida para 60 personas y ahora trabajan con más de mil.

ACCIÓN DE DENUNCIA

Lo libertario del origen del local en el que cocinan se respira más allá de lo punky de los pósteres que decoran las paredes. Muchos de los voluntarios visten camisetas negras con el logo del espacio: un puño cerrado que sostiene una cuchara, un cuchillo y un tenedor. "El proyecto nació como una forma de protesta. Veíamos que en el barrio cada vez había más gente que buscaba comida en los en los contenedores y que teníamos que hacer algo. El Besòs siempre ha sido pobre, pero no así", relata Mercedes, quien, junto a su hermana, Montse, y Gil, activista del Ateneu, decidieron iniciar la aventura. Al principio hicieron un comedor para niños para poner en evidencia la falta de becas de comedor,  falta de becas de comedoralgo que, tras esa y otras denuncias finalmente se solucionó (como mínimo en gran parte).

Por un lado ofrecen servicio de comedor en un local cercano al Ateneu, y, por otro, comida para llevar para familias que sí disponen de vivienda. "En el comedor comen las personas sin hogar; quien tiene casa viene con los 'tupers' y se los lleva", explica Mercedes. En Ramadán los musulmanes también se llevan las fiambreras.

Pese a que todos reconocen la labor del Gregal, estos no pasan por su mejor momento. La cocina está fuera de normativa, como lo está cocinar a 200 metros del comedor. Hace meses que negocian con el distrito solucionarlo. "Primero nos propusieron trabajar con un cátering, pero no queremos. La cocina es la vida del comedor, donde se crea comunidad", asegura Mercedes. La propuesta actual del distrito es alquilarles la oficina bancaria tapiada contigua al comedor, para instalar allí la cocina y no tener que trajinar con las ollas Rambla de Prim abajo. Fuentes del distrito apuntan que esa operación está prácticamente cerrada.

La concejala de Derechos Sociales Laia Ortiz, pone el Gregal como modelo de cómo debe ser un comedor social. "Necesitamos más espacios como este, donde se establece un efecto multiplicador. El vínculo emocional es clave cuando luchas contra la exclusión", concluye.