ANIVERSARIO DE UN ESPACIO AUTOGESTIONADO

Can Batlló cumple un lustro de autogestión vecinal con decenas de proyectos en marcha

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HELENA LÓPEZ / BARCELONA

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Cuando se cumplen cinco años de su nacimiento, el espacio vecinal autogestionado de Can Batlló es referente en Barcelona y más allá. El trabajo de los vecinos ha logrado que cada día sean menos las persianas bajadas del recinto fabril, que cada vez haya más viejos talleres reconvertidos en espacios donde cobijar proyectos de todos los colores. De la inicial biblioteca al espacio familiar La Nau, la cooperativa de consumo La Garrofera, una carpintería "colectiva" o un espacio de creación musical, entre muchos otros (y aquí este muchos otros no es solo una forma de hablar). "Tenemos una lista de peticiones inasumible debido a la histórica falta de espacios para el tejido asociativo en el barrio", apunta Joan Costa, veterano activista de la Bordeta encargado de recibir las decenas de propuestas que les llegan, estudiarlas y presentarlas en la asamblea, máximo órgano de decisión del espacio, de titularidad municipal pero completamente autogestionado por los vecinos.

El debate es ahora cómo convivir o cómo pasar del trabajo voluntario con el que se ha levantado el milagro de Can Batlló a un modelo de economía social, ya que en algunos de los espacios se está empezando a generar negocio, como el taller de cerveza o la carpintería. "El debate será largo, pero es muy necesario. Can Batlló es un banco de pruebas de otro mundo posible", reflexiona Jordi Soler, otro de los primeros impulsores de la campaña ciudadana para abrir al barrio el majestuoso complejo industrial otrora propiedad de la familia Muñoz Ramonet, que se prolongó durante 30 años. Hasta que en junio del 2011 pusieron el primer pie. Estos días festejan el quinto aniversario. 

El primer acto de celebración es la exposición 'Adéu Can Batlló! Hola, Can Batlló'. Una de las gracias de la muestra es el lugar en el que se expone: la ‘capilla’ de Can Batlló, nave que tiene los días contados, ya que está a punto de ser derribada (de ahí el título). El derribo forma parte de la parte de la reconversión liderada por el ayuntamiento, propietario de gran parte del espacio (la mayoría de los terrenos de la Generalitat fueron cedidos al municipio a cambio de deuda).

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Así, mientras los vecinos van conquistando naves, el consistorio también progresa, de forma más lenta, en la transformación urbanística del lugar. La construcción de los primeros pisos públicos avanza en la entrada del recinto, que en pocos meses, con los derribos previstos, ganará nuevas zonas verdes que deben colaborar en que los terrenos sean, aún más, lugar habitual de paso y punto de encuentro ciudadano, más allá de las 350 personas que participan del trabajo cooperativo de Can Batlló. 

UNA CUARTA PARTE DEL BARRIO

En esa línea, una de las primeras cosas que hicieron fue crear una gran zona de paseo para perros y dos canchas de baloncesto y voleibol, adonde acuden los jóvenes del barrio. Uno de los principales argumentos durante los 30 años de lucha vecinal para abrir Can Batlló era que este ocupaba el 25% del barrio de la Bordeta, espacio que hoy ocupan sus vecinos.

La joven Mercè Esteban -otra de las señas de identidad de Can Batlló es que es un espacio multigeneracional- explica uno de los proyectos que llenará en breve de vida el último edificio del que los vecinos han recibido las llaves. Espacio paradigmático porque ponen un primer pie en una de las alas periféricas de la nave central -la joya de la corona del recinto, todavía cerrada a la espera de que la Administración decida su futuro-. "Esto se convertirá en un espacio de oficios. Recogeremos las necesidades de los distintos proyectos y daremos herramientas para que todos seamos más autosuficientes. Todo de una forma muy práctica. Can Batlló nos lo permite, hay mucho trabajo por hacer en las naves, y haciéndolo aprenderemos", explica Esteban mientras muestra la luminosa sala, aún vacía. "Trabajaremos con personas de la comisión de infraestructuras y con la de carpintería", apunta Ashraf Ayoub

LA PRIMERA ESCUELA AUTOGESTIONADA

Entre los proyectos de más peso previstos para los próximos años en el espacio destaca la escuela Arcadia, la que quiere ser la primera escuela autogestionada de la ciudad, basada en los modelos de la educación libre, que si se cumplen los plazos previstos empezará a funcionar en el 2018, y cubrirá la etapa educativa de tres a 16 años. También está muy avanzado el proyecto del vivero de cooperativas Coòpolis, un espacio donde fomentar la economía social, y la cooperativa de vivienda La Borda