La cohabitación difícil

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MAURICIO BERNAL / BARCELONA

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Surcaba la travessera de Gràcia un vecino, un hombre mayor, con su carrito de la compra y su indignación a cuestas. Indignado: no por los bancos, no por la especulación, no por los mossos o sus cargas, o por sus despliegues de rodaje americano. Indignado por los okupas, porque volvían a las andadas, porque volvían a bloquear la calle, porque intuía, como todos, que sería otro largo sábado. De modo que, por qué no: se dio por un buen rato la satisfacción de increparlos. Que no tenéis vergüenza. Que con mis impuestos os pagaron el alquiler. Que ya estuvo bien. "Hijos de papi", llegó a decirles, que a un okupa le debe doler.

Para entonces la travessera ya estaba cerrada, ya una considerable multitud se había congregado en torno al 'banco expropiado', ya los mossos miraban desde la distancia: ya se intuía que la jornada iba a ser larga. La panadería, justo delante del local, cruzando la calle, otra vez había tenido que cerrar. Otro día de pérdidas. Al lado, en el mercado de la Abaceria, no era entusiasmo precisamente lo que se respiraba: "¿Quién nos pagará lo que hemos perdido? Estaba lleno y se ha vaciado de golpe”, clamaba un miembro de la junta. "Estamos hartos, pedís muchos derechos, pero obligaciones, ni una", les decía un comerciante. Era sábado, proverbial día de colas en el mercado. Cuando afuera no hay jaleo.

LA DEFENSA DEL MECÁNICO

Un termómetro del ánimo puesto a medir la temperatura en el mercado y sus alrededores detectaría no poco cansancio; de los vecinos, sobre todo de los comerciantes. Van dos semanas, y lo peor, nadie dice que no vaya a haber una tercera. O más. Quién sabe. En las calles del kilómetro cero: la Travessera de Gràcia y Mare de Déu dels Desamparats, hay bares, peluquerías, carnicerías, fruterías, colmados, perfumerías, ópticas… Quién más quién menos, a todos les ha afectado la protesta. La Xula, un bar de tapas situado entre la plaza de la Revolució y el 'banco expropiado', a 10 metros del local, suele estar los sábados por la mañana lleno de gente haciendo el vermú. Ayer no había nadie.

Conforme pasa el tiempo y se acumulan las jornadas de protesta, de cierre de calles, de cargas policiales y de tensión, más frecuentes son las disputas entre comerciantes y okupas. O entre okupas y vecinos. O entre okupas y… alguno que pasaba por ahí. Pequeños roces. El barrio es denso, las calles son estrechas y últimamente la cohabitación es difícil. Ayer, un hombre era culpable de ir por la vida en un Mercedes. Descapotable, al sol. “¡Que soy mecánico, que soy mecánico!”. Hay que defender el humilde origen. Alguien cerca de allí se quejaba en voz alta de las molestias, y alguien le respondió: “¡La revolución molesta!”.

LA DEFENSA OKUPA

Los okupas hacen defensa de su protesta, naturalmente: de su resistencia y de sus métodos para llevarla a cabo. La guerra, por supuesto, también es informativa. En un panfleto que repartían entre los curiosos ('El Banc Expropiat News') aseguran que los medios están haciendo “una campaña de criminalización de manual”, y que la violencia no es solo quemar contenedores, sino privar a la gente de vivienda o dejarla sin trabajo. Y que uno, lo que quiere, lo defiende. “Las más de 100 personas heridas que llevamos hacen evidente que nos lo tomamos en serio”.

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