Màgicus, el único taller de ilusionismo de Barcelona

Torroella de Montgrí y su feria internacional de magia conceden su galardón anual a la tienda y el taller que Josep Maria Ferrándiz y Teresa Gutsens fundaron en 1950

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CARLES COLS / BARCELONA

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En Barcelona hay apenas tres tiendas de artículos de magia (aunque por no confundir sería mejor llamarlas de prestidigitación o ilusionismo, porque esto no va de ouijas y hechizos de santería, sino del mundo del espectáculo), pero taller artesanal de fabricación de artilugios para magos solo hay uno y, qué caray, la oportunidad de cruzar el umbral de tan excepcional lugar jamás hay que dejarla escapar. Así que, 'alehop', 'hocus pocus', 'abracadabra' o lo que se diga en estos casos, ahí vamos.

La cita es con Carles Ferrándiz, dueño por una parte de Màgicus, conocidísima tienda de la calle de la Diputació, y, por otra y sobre todo director de este oculto Colegio Hogwarts situado a un par de pasos de la plaza de Espanya. El motivo por el que permite a un profano entrar en este santuario de secretos, su taller, es que el próximo fin de semana la Feria Internacional de Magia de Torroella de Montgrí le concederá un galardón de reconocimiento por los más de 70 años de historia del negocio, que no inició él, sino su padre, el formidable Chang Fú, aunque su nombre de calle era Josep Maria.

En una de las salas del taller hay una pequeña muestra de artículos, algunos de ellos recién terminados y pendientes de que tal o cual mago venga a recoger su encargo. Hay espadas relucientes, cilindros plateados de aquellos de nada por aquí y nada por allá, jaulas del tamaño de un conejo, armarios de tres puertas…, pero están inertes y en un taller de ilusionismo no sorprenden. Lo realmente llamativo son los estantes, con sus archivadores. Cada caja lleva su etiqueta con información precisa sobre el contenido. Alfombra voladora. Aparición mesita pañuelo. Mujer serrada. Pañuelo pasa oreja. Automóvil que desaparece. Hombre atravesado. Ferrándiz abre una al azar y asoman de repente los planos de construcción, las instrucciones de uso, anotaciones en letra cursiva... Al otro lado de la sala está la biblioteca, con tal vez unos 200 libros de magia. ‘Globomagia’. Un título curioso, sin duda. Un par de anaqueles más arriba está la colección completa de manuales de Wenceslao Ciuró, todo un tesoro, y qué decir del primer libro de magia publicado en castellano, de Pablo Minguet. “Engaños a ojos vistas y diversión de trabajos mundanos, fundada en lícitos juegos de manos…”, así comienza, medio en verso, esta joya editada en 1822, dos años antes de que naciera el que tal vez ha sido el más notable de los magos autóctonos, Fructuós Canonge, el Merlín español, que comenzó como limpiabotas en la plaza Reial y, menudo truco el suyo, terminó actuando ante Isabel II y Alfonso XII.

TRADICIÓN FAMILIAR

Lo dicho, al frente de este recóndito taller está Carles Ferrándiz, pero él no hace sino seguir la senda que primero desbrozaron su padre y su madre, una pareja que merece un punto y aparte.

Tras la guerra civil, mal momento para todo, la afición amateur de Josep Maria por la magia creció hasta que decidió dedicarse profesionalmente a ella. Su primer despacho fue el Hotel Alicante, propiedad de su familia, en la Ronda Universitat, y la primera tienda Màgicus, tiempo después, en 1950, estuvo en el número 30 de la Rambla. El mago, pero, necesitaba a una partenaire. Le recomendaron a Teresa Gutsens, dependienta de una tienda de otro ramo del comercio, a la que contrató por su dominio de la teatralidad, pero era menor de edad, así que a las giras iban siempre acompañados por la abuela de Teresa, más o menos como Barry Fitzgerald pasea a John Wayne y Maureen O’Hara en 'El hombre tranquilo’. Entrañable.

FESTIVAL DE MAGIA

La historia de Màgicus, con una selección de sus piezas históricas, se traslada esta semana a Torroella de Montgrí, porque el festival de magia que desde hace cinco años allí de celebra ha decidido dedicarle a este taller de Barcelona su galardón de reconocimiento. Tiene su qué, porque este pequeño pueblo del Baix Empordà se ha situado en solo un lustro en el mapa internacional de la magia. Los días 3, 4 y 5 de junio estarán allí, sobre el escenario, una treintena de artistas de ochos países distintos. Por ejemplo, Anson Lee, un taiwanés con con dominio soberbio de la prestidigitación con cartas, lo cual viene perfecto para que Carles Ferrándiz recuerda otra anécdota, la de aquellos años en los que su padre trataba de convencer a los dueños la empresa vasca de naipes Fournier de que no tenía nada de inadecuado que fabricaran cartas para efectos de ilusionismo, porque se oponían de raíz a ello.