Conciertos de escritura

El movimiento Escritura en Vivo pretende "hacer de la escritura un espectáculo". Organiza 'slams' y 'jams' donde se improvisa al teclado del ordenador delante del público

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ANA SÁNCHEZ / BARCELONA

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En el escenario hay dos portátiles con manzanita y dos sillas vacías. Frente a frente, con pose de ring de boxeo. El público los mira como si esperara turno en la biblioteca: gafas brillantes, silencio de lectura. “Aquí las palabras no se las lleva el viento”, advierte la presentadora nada más empezar señalando los ordenadores. Aquí cualquiera es susceptible de convertirse en un libro abierto.

Ocho de la tarde, centro de arte Mutuo. Empieza el Slam de Escritura. Vendría a ser un combate pero sin salpicaduras visibles de sangre. Los ganchos se dan de palabra. Ya es la sexta edición que organiza el movimiento Escritura en Vivo. “Mi finalidad es que escribir sea todo un espectáculo”, explica su fundador, Marcos Xalabarder. Es fácil de reconocer: tiene perfil de poeta de los de antes y la hiperactividad creativa del Doc de ‘Regreso al futuro’. “Por las mañanas soy oficinista y por las noches, escritor”, añade riendo este doctor Jekyll de los teclados.

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Hace seis años que Marcos se empeñó en hacer “conciertos de escritura”. En el 2014, ya se atrevió a montar ‘jams’ (lleva más de 90; esta semana hay dos: el 11, con música y cuentacuentos en Tinta Roja; el 13, jam de escritura y pintura en Espronceda). ¿Por qué lo hace? “Creo en la escritura creativa como una herramienta de transformación”, responde.  

En un lateral del escenario se concentran más escritores por metro cuadrado que en un Sant Jordi. Los presentan con énfasis de boxeo, como si fuera a aparecer Rocky Balboa. Pablo Pablowski (“pintor y poeta”), David García (“una biblioteca humana”), Erika Rubio (“investigadora del microverso”), Stella González (“exhibicionista mental”), Alexander Martínez (“poeta en contingencia”), Silvia Font (“escritora pluritemática”). Seis púgiles con puños de escritor. Tres retos para poner a prueba el pulso. “Por favor, no apaguen el móvil”, insiste la presentadora, Esther (“Esther No Existe” es su nombre artístico completo). El combate se sigue con el móvil en la mano para ir votando vía wifi.

UNA CARRERA LITERARIA

Primera prueba: carrera literaria. Los dos primeros contrincantes, Pablowski y Silvia, ocupan sus teclados. En la pared, frente al público, se proyectan sus dos pantallas de ordenador. Tienen que escribir sin parar hasta la meta, una docena de líneas más abajo. Esther pide una palabra de inicio. “Fascinación”, dice un espectador. Empieza el runrún de teclas. A la izquierda, improvisa Pablowski: “Ahora que cae la noche como sombras sin voz delante de los féretros de mármol mi fascinación por la nada me propone altos en el camino de la rima eterna, que es tu nombre…”. A la derecha, escribe Silvia: “Así que lo suyo tenía un nombre. Lo supo mucho después, cuando lo leyó en los periódicos. Cada tarde, a las cinco, se acercaba al parque, se ocultaba en un sitio discreto, para ver sin ser visto, allí podía contemplar a los niños jugar sin levantar sospechas…”.

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A ratos da pudor de ‘voyeur’: es como ver un estriptís mental. Los concursantes escriben, borran, se remangan mangas invisibles, se comen letras. Buscan las palabras en el infinito, levantan una ceja, se les ilumina la cara al encontrar esa frase, sí, era esa. Pablowski llega a la meta. Campana y se acabó. De verdad: Esther toca una.

La escena se repite dos veces: con David y Stella, con Erika y Alexander. “Caleidoscopio”, dirá alguien a mala leche. “Como un calidoscopio girábamos en una temblor interminable…”, escribirá David. “Existir es la esencia misma en lo complejo. Caleidoscópicamente etéreos…”, contratacará Stella.

Antes de la siguiente ronda, un paréntesis poético: Salva Soler -poeta, actor, campeón nacional de ‘poetry slam’- recita sus versos como una metralleta: rápidos, directos, de impacto. Bang, bang, bang.

La gimcana literaria sigue con un trío poético (improvisan un poema de tres en tres) y se remata con un póquer. “Póquer de Lunio”, lo llaman. (la baraja ilustrada de Lunio sirve para contar cuentos). Los concursantes inventan historias según las figuras de las cartas.

Tras dos horas y media, se lleva el trofeo (con forma de máquina de escribir, claro) Pablowski. ¿El verdadero premio? “La experiencia”, insiste Marcos. “Garantizamos que es única”. Nadie puede dudar que es un hombre de palabra. “De palabra escrita”.