"Hay que sacarse el miedo de hablar mal"

Los asistentes a las convocatorias de intercambio de idiomas suelen ser asiduos y les encanta conocer gente de medio mundo

INGLES  DETALLE

INGLES DETALLE / periodico

PATRICIA CASTÁN / BARCELONA

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"La mejor forma de aprender idiomas es con una superficie mullida de por medio", opina Tino Martínez, que frecuenta desde hace unos meses los grupos del Bar Berenjenal de Diputació, 215 y otras convocatorias. Tiene "45 y pico años", bromea, y acude con un objetivo claro: "Hay que sacarse el miedo a hablar en inglés", aunque sea mal. Aguarda solo en una mesa, siempre la misma, a que el espacio se vaya llenando, un viernes por la noche. En otras mesas ya bullen conversaciones bilingües. Para él, las academias son un "coñazo" y le motiva más la charla cotidiana.

Opina este empresario de hostelería que los métodos de las escuelas se han quedado atrás ante las nuevas fórmulas de aprendizaje. Le sucede además, como a otros asistentes, que le resulta más fácil entender el inglés que llama "internacional" de extranjeros de medio mundo que allí lo hablan con fluidez, que el de estadounidenses o británicos. Con una libretita, va anotando lo que aprende y le puede ser útil en su rutina.

EVITAR LA OXIDACIÓN

A unos metros, David Merchan, de 44 años (aunque no faltan veinteañeros esa noche), llegó al grupo por el boca a oreja. Había vivido en Inglaterra y tenía miedo a que se le oxidara el inglés verbal, que también necesita en su día a día en una empresa americana de informática. En ese momento toca charla en inglés, en breve, será el momento de hablar en español para los extranjeros que están también ávidos de poner en práctica lo que aprenden en academías locales durante su estancia en España. "Me gusta enseñarles también a ellos", asegura, en una mesa donde predominan las cañas de cerveza.

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En este caso, cuenta Dysart Aymerich, propietario del negocio, el objetivo del encuentro semanal no es el negocio -el tipo de público, con estudiantes de paso y gente joven, consume poco-, asegura, sino dar a conocer el espacio y dinamizarlo. Incluso invitan a un trago a los 50 primeros asistentes de sus potentes encuentros (normalmente entre 60 y hasta 150 personas) de los viernes, que se anuncian con un gran cartel en la puerta y han sido imitados  por otros locales del barrio. Incluso tienen una convocatoria para aprender ruso. Muchos de sus clientes vuelven otras noches tras descubrir los mojitos preparados con maestría, por 3,5 euros, y que les han dado fama en el Eixample izquierdo.

DESCUBRIR BARCELONA

Melinda, una estudiante de español norteamericana de 27 años, conforma la otra cara de la moneda. Está inscrita en una decena de grupos de intercambio y enganchada a la experiencia. Descubrió por una amiga que los barceloneses estaban encantados de aprender inglés en cara a cara con desconocidos y al calor de una copa, y aprovecha su dominio de la lengua para devorar las nociones de español que se le brindan al caer la noche. "Es tan importante esto como las clases oficiales", explica. Los encuentros le han servido, además, para "descubrir muchas cosas de Barcelona que no pone en las guías", como tiendas especiales, restaurantes, hábitos de los barceloneses y hasta nuevos amigos que le pueden echar una mano. De ligar no quiere saber nada, porque espera que su pareja se reúna con ella en la ciudad en breve. 

Viendo que muchos participantes se quedan con ganas de charla de madrugada, cada vez más grupos (de intercambio, no de conversación con profesor) dilatan la cita, con ruta hacia discotecas.