De calle de la polla a calle castrada

CONSOLADOR EN LA CALLE DE RADAS

CONSOLADOR EN LA CALLE DE RADAS / periodico

CARLES COLS / BARCELONA

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La fama le ha durado poco al consolador que desde hace casi dos años colgaba de un cable eléctrico en la calle de Radas, en Poble Sec. Lo conocían los jóvenes del barrio. “Quedamos en la polla”, decían para abreviar. Para los vecinos más próximos casi era uno más del barrio. “El día que salí al balcón y lo vi por primera vez, no me lo podía creer”, explicó hace dos días el inquilino de un piso de Radas con exclusivas vistas al falo. Luego, se acostumbró. Pero eso era hace dos días, cuando el consolador (al parecer, palabra viejuna y políticamente incorrecta) era solo una celebridad local, del centro del Poble Sec y poco más. Un reportaje, ‘La calle de la polla’, elevó de repente sus cotas de fama y, de la noche al día, desapareció. El principal sospechoso, el Ayuntamiento de Barcelona, asegura que él no ha sido, que ningún ataque de pudor le ha llevado a organizar una pacata retirada. Quedan ahí, pues, el misterio, el 'book' de fotos que una fotógrafa de EL PERIÓDICO le hizo para documentar el caso y el testimonio de 'street view'. No es poco.

En esta súbita desaparición, el papel de mayordomo culpable se le adjudicó primero a los actuales responsables municipales no porque se les suponga una mojigatería incompatible con la presencia de 'dildo' colgante en la calle, sino porque, por la altura y el punto exacto del cable eléctrico del que pendía es razonable pensar que se empleó algún tipo de pequeña grúa articulada. Las de la poda de árboles (¡ay!) o las que se emplean para cambiar las bombillas a las farolas serían las más adecuadas.

En la sede del distrito de Sants-Montjuïc supieron del bálano de Radas cuando se publicó la primera crónica sobre su existencia. "No, aquí nadie ordenó la retirada. Llame por si acaso a BCNeta". Podría parecer una maniobra de distracción, pero la fuente es fiable. Así que la pregunta se traslada a ese departamento municipal, que ya no es del distrito, sino del conjunto de la ciudad. Al cabo de una hora, idéntica respuesta. No consta ningún servicio extra en esa calle.

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La decepción aumenta cuando se va en busca de testigos presenciales de tan lúbrico hurto. En el bar La Barraca II, situado justo delante del que durante más de un año fue el hogar del consolador, no es fácil buscar ayuda. Tiene un aire muy castizo, no falta una pata de jamón en la barra, pero los dueños son una pareja china de castellano bastante preescolar. En Google aseguran que pene suena más o menos como ‘yinjing’, pronunciado casi como cantado, pero la complejísima escala de entonaciones del mandarín impide lo que a todas luces parece más difícil que un encuentro en la tercera fase. Un cliente, afortunadamente, sale al rescate. “Fue de madrugada. A las siete de la mañana, cuando pasé después de que el día anterior saliera la noticia en el diario, ya no estaba”.

JOHN HOLMES Y RASPUTÍN

Una hipótesis razonable es que la pieza ha sido cazada como un trofeo. No está de más, para sustentar esta tesis, repescar el magistral reportaje que en mayo de 1989 publicó el periodista Mike Sager en la revista 'Rolling Stone' cuando repasó el ascenso y caída del mítico actor porno John Holmes, un superdotado, no precisamente intelectual. En un momento de aquel recomendable reportaje, el autor cuenta que, ya en el infierno de las drogas (consumía una raya de cocaína cada 15 minutos) y aquejado de sida, cuando vio venir a la muerte de cara y con paso decidido, le pidió a su segunda esposa un favor. Quería que se asegurara de que entrara de una sola pieza en el ataúd. No quería que su carajo terminara como el de Rasputín (como se cuenta sin demasiado rigor) exhibido en un frasco de formol. El de Radas, a no ser que una nueva pista cambie la dirección de los acontecimientos, se supone que tuvo un final tan trágico como el de Kichizo Ishida, protagonista de 'El imperio de los sentidos'.