La calle de la polla

Del cableado eléctrico que cruza la calle de Radas cuelga un consolador. Nadie sabe cómo llegó allí

Un pene de goma cuelga de un cable en la calle de Radas, cerca de França Xica, en el Poble Sec.

Un pene de goma cuelga de un cable en la calle de Radas, cerca de França Xica, en el Poble Sec.

RAMÓN VENDRELL / BARCELONA

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El único motivo para mirar hacia arriba a la altura del número 40 de la calle de Radas es notar un chof en la cabeza y buscar a la paloma culpable para maldecirla. Pero si en este punto del Poble Sec alto, y profundo, miras hacia arriba verás dos imágenes con potencial icónico.

Una son los cinco cubos de fregar verdes, con sus respectivas fregonas, dispuestos en el mismo rincón de los otros tantos balcones de la finca seudomodernista de los Apartamentos Radas. Nunca se utilizará la estampa para promocionar Barcelona como destino turístico, pero es un buen resumen de Barcelona como destino turístico: cuco, barato y con manga ancha. 

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La otra es el consolador que cuelga del centro del cableado eléctrico que atraviesa la calle. «Lleva ahí más de un año. El día que salí al balcón y lo vi por primera vez, no me lo podía creer. Pero ahora los chavales dicen que viven donde la polla, van a la tiendecilla de la polla o quedan en el bar de la polla», cuenta un vecino de una vivienda con vistas al objeto. Ahí está el potencial icónico del artefacto. 

El bar de la polla es La Barraca II. Un hombre llama con toda confianza Juan al camarero oriental, de modo que debe ser un parroquiano.

-¿Sabe cómo llegó eso a los cables?

-¿El qué?

-El aparato que cuelga.

-¿El qué?

-La polla.

-A ver, enséñamela.

Así lo hago.

-Caray. Es que me fijo poco yo en las cosas.

NO ES UN EXVOTO

Desde abajo parece un modesto exvoto de cera. De cerca ya es otra cosa. En la próxima ‘sex-shop’ Skorpius, en el Paral·lel, una de las pocas que quedan en la ciudad, no tienen ese modelo, por lo que no puedo dar más información.

Nadie sabe nada en la calle de Radas. Y, si lo saben, aplican una ley del silencio muy de barrio. La hipótesis más extendida es que fueron unos guiris juerguistas, aunque tampoco se descarta que fueran unos nativos juerguistas. 

En cualquier caso fue alguien hábil. El falo está unido por un largo cordel a un contrapeso inidentificable. No es fácil coger uno de los dos extremos, lanzar la cosa al aire y conseguir que la cuerda se enrolle en el cableado. Máxime si estás de juerga y por lo tanto vas como mínimo achispado. Quizá fuera un gaucho experto en el uso de las boleadoras. 

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Además de alguien hábil, fue alguien con mala idea. Porque la verga cuelga del centro de los cables y no hay manera de llegar con una escalera: no hay pared en la que apoyarla. O se utiliza una grúa para retirarla o va a seguir allí colgada mucho tiempo.  

La técnica utilizada para enganchar esa ortopedia sexual del tendido eléctrico de la calle de Radas fue la misma que se emplea por todo el mundo para suspender pares de zapatos de todo tipo de tendidos e incluso de ramas de árboles. También en Barcelona los hay. Se atan las dos unidades por los cordones y ala, a probar suerte.

POSIBLE HOMENAJE

Las teorías sobre el porqué de los zapatos colgantes solo excluyen que indiquen puertas espaciotemporales. Se dice que marcan territorios de pandillas callejeras y puntos de venta de drogas, que señalizan lugares sin ley y que honran a pandilleros muertos, que conmemoran primeras experiencias sexuales y graduaciones. Se dice de todo, vaya, aunque seguramente no sea más que una forma de hacer el ganso. 

La calle de Radas está dedicada a Agustí Radas, capitán que en la batalla de Montjuïc de 1641, durante la guerra de los Segadors, hizo una defensa heroica del convento de Santa Madrona ante las tropas españolas. La cruzan las calles de Anníbal, de Magalhaes y de Elkano. Todos ellos hombres de verdad. A lo mejor el pene de marras es un homenaje a esa estirpe.