LA COYUNTURA INMOBILIARIA EN LA CAPITAL CATALANA

Barcelona, ciudad sin pisos (de alquiler)

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CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / BARCELONA

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Un derecho universal debería ser capaz de doblegar el empuje de un negocio planetario. Pero no siempre se impone el más común de los sentidos. Es así cómo la vivienda, o mejor dicho, la mercantilización de la vivienda, se ha convertido en todo un termómetro de la sociedad, en una vara de medir la salud y el porvenir de un pueblo más allá de su capacidad dineraria. Es una batalla desigual que, aplicada al caso local, impone hablar también de geografía, capacidad, viraje cultural y escaparate. Barcelona es un lugar peculiar a nivel de vivienda, de acuerdo, ¿pero por qué sube tanto el precio del alquiler?

La capital catalana dispone de 811.106 viviendas (655.175 están catalogadas de primer domicilio y el resto se supone que son segunda residencia) para una población de poco más de 1,6 millones de habitantes. La oferta parece amplia, pero el detalle de los datos -basados en un padrón más indicativo que fiable- estrecha mucho la paleta: 200.000 casas tienen un solo ocupante y en otras 192.000, hay dos moradores. Si se amplía un poco, la conclusión es que el 79% de las viviendas de primera residencia tienen, como mucho, tres inquilinos.

EL RELATIVO PESO DEL TURISMO

La escalada de precios podría entenderse por la presión de los 9.600 pisos turísticos legales, a los que hay que sumar los muchísimos más que operan de forma furtiva y cuyo número nadie es capaz de concretar. Algo afecta, sin duda, como tampoco hay que obviar el 'boom' hotelero (se ha pasado de 236 establecimientos en el 2007 a 380 a día de hoy), pero esos son fenómenos vinculados al turismo que afectan más en lo social que en lo inmobiliario. Tiene más que ver con la demanda y con la forzada europeización de la sociedad (más miedo, menos financiación; más alquiler, menos compra), algo que podría explicar por qué el año pasado el precio de la renta media en los diez distritos subió un 6,7%, más que en cualquier otro lugar de España.

Pero tiene que ver también con los límites naturales de Barcelona, que en sus 100 kilómetros cuadrados tiene un 20,5% más de pisos que en 1981 pero no parece albergar, por cuestión de fronteras orográficas y escasez de suelo, mucho margen de creación de nueva vivienda, sobre todo en los barrios más demandados.

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LA LECCIÓN DE LA CRISIS

La población ha aprendido que la vida puede cambiar mucho en cinco años. Por eso, como ya viene sucediendo en la mayoría de los países europeos, el alquiler ha ido ganando adeptos frente a la voluntad de las madres de que sus hijos tengan casa propia. La ciudad cerró el 2015 con 40.623 operaciones de alquiler, un 68% más que en el 2007. 

Si se analizan las ventas, la senda es completamente opuesta: en toda la provincia se vendieron en el 2007 un total de 68.360 pisos (en el 2006 fueron 95.956), mientras que durante el año pasado se cerraron 37.828 contratos, un 45% menos. Y otro dato, el de las hipotecas: en el 2008 se sellaban 17.790 pactos con el banco, por 8.543 en el 2015, un 52% por debajo.

FALTA OFERTA

Arnau Bassas es el director comercial de Basmi Finques, empresa con casi 70 años de arraigo en el Eixample. No cree que el aumento del precio del alquiler se deba solo a un incremento de la demanda, sino a la "falta de pisos". "Quizá haya habido un leve repunte, pero lo que marca la situación es la escasez de oferta. Y en cuanto al precio, mientras alguien esté dispuesto a pagar lo que se publica, difícilmente bajará". La media de la ciudad está en 734,94 euros mensuales de alquiler, mientras que el salario medio de la provincia se sitúa en los 1.764 euros. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que las personas que se han incorporado al mercado de trabajo en los últimos años, sobre todo los jóvenes, tienen sueldos que apenas alcanzan las cuatro cifras. Es este colectivo, precisamente, el que más necesidad tiene de vivienda, con lo que, en muchas ocasiones, por no decir siempre, se ven obligados a destinar más del 30% de sus ingresos al hospedaje, un porcentaje que se recomienda no superar en ningún caso para poder vivir sin sobresaltos.

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Guifré Homedes, director de la oficina de Barcelona de Finques Amat, empresa nacida en 1948, coincide en que no hay estoc de pisos en alquiler en Barcelona. "Nos entran muchos menos que antes", señala. Cuenta que hace un año podía tardar de media dos meses y medio en arrendar una vivienda. Hoy cierran los contratos antes de 60 días. A su modo de ver, los jóvenes "han asumido que no pueden permitirse comprar porque sus empleos son inestables, pero no solo eso, también está el tema de la movilidad laboral", la mayor flexibilidad con la que afrontan la vida. "Nuestro problema es de producto, no de demandantes", resume. Homedes añade un factor importante: la inversión extranjera. 

PRODUCTOS QUE VUELAN

Los datos que aporta a este diario el portal de internet Idealista refuerzan la opinión de estos dos expertos. El 20% de los pisos de alquiler en Barcelona que oferta esta web se dan de baja el mismo día o antes de 24 horas. Hace un año, este porcentaje era del 9%. El 44% se desvanecen antes de una semana (el 32% en el 2015), y el 78%, en un mes (70% un año atrás). Eixample, Ciutat Vella y Sant Martí son los distritos donde los pisos vuelan más deprisa. La conclusión es que lo bueno dura menos que nunca.

Otro elemento que en el último año ha alimentado el precio del alquiler en Barcelona es ese acusado repunte de las operaciones de compraventa, que en el 2015 subieron un 20,5% en el global de la provincia respecto al 2014, sobre todo las referentes a vivienda usada, que crecieron un 32% frente a la caída del 21,5% del mercadeo de obra nueva. Este dato vendría a confirmar la escasez de suelo en la ciudad (al margen de la timidez inversora), a la vez que ejerce de tenaza sobre la oferta de alquiler.

EL PAPEL DE LOS FORASTEROS

Homedes añade un cambio cultural que también achica el parque de vivienda de alquiler. Antes de las estrecheces, mucha gente compraba pisos que luego, cuando iba a mejor, alquilaba. "Hoy eso ya no sucede tanto. La gente prefiere venderlo para poder hacer frente a la otra vivienda". Luego está la inversión extranjera, que tanto Basmi como Amat certifican. Basta con observar el gráfico comparativo de precios con otras ciudades para comprobar que la capital catalana, aunque parezca mentira, ofrece precios muy inferiores a los que uno puede encontrar por Europa. Homedes, aunque pide que sus palabras se cojan con pinzas, comparte un temor: "Puede que acabemos importando el modelo de ciudades como París o Londres, donde el centro está ocupado por los negocios y los turistas y los habitantes viven en los barrios periféricos o en ciudades cercanas". Si es así, por qué no, podría darse el irónico caso de que todos los barceloneses acaben en la zona alta.