Un trozo de 'Pet sounds' en Barcelona

Darthy

Darthy / periodico

RAMÓN VENDRELL / BARCELONA

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Las ventas de álbumes de vinilo tocaron fondo en Estados Unidos en 1993 con 300.000 unidades despachadas. Más muerto que vivo estaba el formato. El CD reinaba supremo. Las ventas aumentaron tímidamente hasta alcanzar el millón de ejemplares en 1996 y un poco arriba, un poco abajo allí se quedaron hasta el 2007. La gráfica era la de un coma profundo.

Pero en el 2008 se vendieron 1,9 millones de copias. Y en el 2012, 4,6. Y en el 2015, 11,9. La gráfica es la de la huida de la Novia de la tumba en 'Kill Bill. Volumen 2'. Ataúd y tierra han quedado atrás. Fin de la épica. Ni de broma puede aspirar el elepé a recuperar el cetro-katana perdido, sus números son insignificantes al lado de los de la música digital, y del CD, el usurpador que lo enterró vivo, no vale la pena vengarse porque ya ha sido ajusticiado por el pueblo: sus ventas caen en picado y lo que te rondaré, morena.

Empiezas a obsesionarte con el sonido y acabas como Joe Meek, el genial productor que asesinó a su casera y se suicidó el 3 de febrero de 1967, en el octavo aniversario de la muerte de su ídolo, Buddy Holly. No es cuestión de perder la chaveta con un asunto esotérico, de modo que acepta como artículo de fe que en igualdad de condiciones (no solo equipos reproductores de la misma calidad y prestaciones sino también grabaciones realizadas específicamente para cada sistema) suena mejor un vinilo que un CD. En la música digital no perderemos ni un segundo.

Darthy es una tienda anclada en los tiempos en que el sonido importaba, cuando tener un equipo de alta fidelidad en casa era un signo de distinción bastante extendido. Las décadas de 1970 y 1980 fueron la edad de oro de esos aparatos y las minicadenas el principio del fin. Si ahora quieres un equipo de alta fidelidad ('high end', en la jerga actual) puedes ahorrar mucho para comprarlo nuevo en una de las contadas tiendas que los venden o adquirirlo de segunda mano en Darthy, donde tampoco los regalan pero es otra cosa.

CUESTIÓN DE PESO

"Antes las marcas competían para ver quién la tenía más larga -dice David Clemente, propietario del establecimiento junto con su hermano Álex-. Ahora compiten para ver quién fabrica más barato".

Una parte del escaparate está dedicada a los amplificadores de válvulas McIntosh. Entre ellos hay un modelo 240, el que utilizó Brian Wilson durante la mezcla de 'Pet sounds'. Palabras mayores. Un trozo de historia sagrada del pop en Barcelona.

La joya de los giradiscos a la venta es un Thorens 124 MK2. Pesa una barbaridad y cuesta 1.800 euros. "Ya no se puede fabricar una máquina como esta: tendría un precio prohibitivo", dice Álex. El peso cumple la función de aislar la reproducción de cualquier vibración. El motor es "tan bueno que podría hacer girar el plato ininterrumpidamente durante tres meses sin ningún problema ni variación de la velocidad", en palabras de Álex.

Atención también al Vieta 6900, un monolito con base de mármol ante el que hay que arrodillarse: porque es una máquina fabulosa y porque fue fabricado en Barcelona, en concreto en la calle Bolívia del Poblenou, donde tenía su sede Vieta. Jaume Figueres, ingeniero de Vieta, firma célebre sobre todo por sus altavoces e introductora de la alta fidelidad en España, es amigo de la casa.

HERRAMIENTA DE TRABAJO

Tótems al margen, hay en Darthy buenos tocadiscos asequibles. Los más demandados son los Technics. Y también los que más les llevan a reparar. "Son una excelente herramienta de trabajo" para disc-jockeys, dicen los hermanos Clemente. Aún se fabrican, pero nuevos cuestan un ojo de la cara.

Sí, en Darthy han notado han notado un aumento de clientes jóvenes deslumbrados por el vinilo.

Amplificadores con hasta 17 palancas y mandos como el Pioneer SA 8800 y altavoces que despeinan y pueden ser el mueble más bonito de tu casa completan la oferta. Estos artefactos pueden repararse y en Darthy lo hacen.