Los 'voyeurs' sacian su vicio en BTV

Noruega es la patria de la 'slow TV', el más entretenido de los aburrimientos, y Oriol Castillo es su embajador en Barcelona

barceloneando  oriol castillo

barceloneando oriol castillo / periodico

CARLES COLS / BARCELONA

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Una de las más extraordinarias piezas del todavía inexistente museo arqueológico audiovisual de Barcelona son los siete minutos de película que uno de los pioneros del cine en España, Ricardo Baños, rodó en 1908 a bordo de un tranvía. El vehículo, y con él el espectador, subía por el paseo de Gràcia hasta la plaza de Lesseps y luego proseguía por la avenida de la República Argentina. Es un tesoro documental de extraordinario valor. Lo son, en realidad, todas las películas que produjeron Baños y su hermano  Ramón, incluso las producciones pornográficas que rodaron para los ratos de recreo de Alfonso XIII y que solían proyectarse en los burdeles de lujo de la ciudad y en los salones de la alta sociedad barcelonesa. 'El confesor' es una de las pocas que afortunadamente aún se conservan. Por su contenido (el vicio de una parte del clero a saltarse el sexto mandamiento), hay que suponer que cuando se estrenó, en 1920, hizo las delicias de Joan Sanxo Farrerons, el gran pornógrafo de la época, recientemente merecedor de un homenaje en estas mismas páginas. Lo que interesa ahora, sin embargo, es solo aquel corto, 'Barcelona en tranvía', porque, según se mire, Ricardo Baños es el 'homo antecessor' de uno de los tipos más singulares de la plantilla de BTV, la televisión local de Barcelona. Se trata de Oriol Castillo, director, guionista, camarógrafo, técnico de sonido, montador, editor y todo lo demás que sea menester del programa 'Slow TV', cuyo fondo de programas debería ir de cabeza a ese museo de la arqueología visual barcelonesa, si algún día existe.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"El 'homo antecessor' de la 'slow TV'","text":"El 'homo antecessor' de la 'slow TV'\u00a0tal vez fue en 1908 Ricardo Ba\u00f1os, a la par porn\u00f3grafo de cabecera de Alfonso XIII"}}'Slow TV' es una rareza que, cosas de la audiencia, pocos conocen y es una lástima. La idea es muy simple. Castillo fija una cámara en algún lugar pacientemente meditado: en el morro de un tranvía, en el tejadillo de una castañera, en una pista de petanca, en la cabina sin chófer de un convoy de la L-10, junto al péndulo de Foucault del CosmoCaixa, en la esquina de una caseta de caganers de la Fira de Santa Llúcia, en la motocicleta de Ricardo Pérez, uno de los últimos afiladores de la ciudad… Emplea para ello una Go Pro, lo cual tiene su chiste, porque es la cámara de los deportes extremos, la que hay que llevar pegada al casco si uno decide saltar una catarata dentro de una canoa kayak, hacerse un selfie con barracudas o lanzarse en persecución de un queso en la alocada carrera Cooper’s Hill Cheese-Rolling and Wake del condado de Gloucestershire. La Go Pro de Castillo (en realidad son tres) es como alérgica a la aventura. Graba horas y horas de lo que puede parecer puro aburrimiento, la sublimación televisiva del oficio del mirón de obras, pero la 'slow TV' es en realidad un género muy adictivo, al menos como ha quedado demostrado en Noruega, oficialmente su país natal.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"La NRK noruega dispar\u00f3 su audiencia","text":"\u00a0con un viaje en tren de siete horas y cuarto. Lo que vino despu\u00e9s merece ser conocido\u00a0"}}

Es cierto que BTV coqueteó ya hace años con el plano estático. Fue en los 90, con la muy celebrada pecera que Manuel Huerga colocaba cada noche como carta de ajuste, que era hipnótica, pero que en realidad era un bucle. La 'slow TV' 'comme il faut' no admite trampas, al menos si se pretende ser fiel al canon noruego, alumbrado en el  2009 por Thomas Hellum, que aquel año propuso a los directivos de la cadena de televisión escandinava NRK una descabellada forma de celebrar los 100 años de la principal ruta de tren del país, que cubre la ruta entre Oslo y Bergen. El documental duró siete horas y 16 minutos, el tiempo total que dura el trayecto en tren. En un país de cinco millones de habitantes, 1,2 millones se engancharon en un momento u otro a aquel viaje en tren a través del televisor.

Hellum es hoy una celebridad mundial. Una prueba de ello es que ya forma parte del firmamento de conferenciantes TED, otro producto que merece ser conocido y que, muy en serio, merecería ser asignatura optativa en los institutos. Las TED son conferencias breves y amenas a cargo de las mentes más brillantes del mundo. La más visionada de ellas hasta la fecha, por situar al lector, sigue siendo, con más de 37 millones de visitas (vienen con subtítulos en 59 lenguas distintas) la que pronunció Ken Robinson para denunciar que las escuelas matan la creatividad de los alumnos. La de Hellum va por los 1,8 millones de visionados y es, además de sorprendente, bastante tronchante. En ella cuenta las otras aventuras slow que vinieron tras la del tren. De la oveja al jersey, ocho horas en directo de un par noruegas haciendo calceta, y 18 horas de pesca en un río escandinavo. El primer salmón no picó hasta pasadas tres horas.

Oriol Castillo, en resumen, es nuestro Hellum, aderezado con un poco de Ricardo Baños, pero sin porno, que se sepa. Esta semana anda metido en la grabación de otro clásico del voyeurismo del transeúnte, la poda de los árboles. Próximamente, en BTV.