BARCELONEANDO

La pequeña Babilonia

Tres rutas culturales reivindican la historia y los espacios de lesbianas, gais y transexuales

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OLGA MERINO

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Érase una vez, en la primera mitad del siglo pasado, en que el asfalto bajo nuestros pies fue el puerto más golfo, internacional y permisivo de Europa. Una época en que la ciudad, profusa en mancebías y chalaneos varios, concitó ensayos como el de Max Bembo, publicado en 1912 y cuyo título habla por sí solo: 'La mala vida en Barcelona: anormalidad, miseria y vicio'. Un tiempo en que las calles bullían de flores venenosas: chaperos, chulos, pilinguis, homosexuales, hampones, lesbianas, travestidos… O sea, lo mejor de cada casa (léase con sentido del humor, un pelín).

Tanto da de sí la cuestión, es tal la abundancia de anécdotas, burdeles e individuos, que las periodistas y escritoras Carme Pollina y Thais Morales, mediante un profundo trabajo de investigación, han creado tres paseos culturales por la geografía de la diferencia, tres itinerarios distintos a través de viejos escenarios de lo que un día fue la pequeña Babilonia. A saber: la ruta LGTB del Raval (las siglas responden al colectivo de lesbianas, gais, transexuales y bisexuales); otra dedicada a las lesbianas del siglo XX; y una tercera consagrada a los escritores Jean Genet y Juan Goytisolo, homosexuales ambos y quienes trabaron una de esas amistades de las que “nadie puede salir indemne”.

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Para conversar sobre el asunto, Carme y Thais me citan en el Cosmos, en el número 34 de la Rambla, una cafetería de aires setenteros incluida en las rutas porque allí se permitía el encuentro entre gais en unos años en que todavía coleaban Franco y la ley de vagos y maleantes. Digamos que en el Cosmos hacían la vista gorda, igual que en los cercanos Jazz Colón y El Cafè de L’Òpera.

Cuando el camarero trae a la mesa los cafés con leche -la comanda no le pega a la charla ni con cola-, nos coge hablando de la juventud perdularia que Genet malvivió en la Barcelona de los años 30 cuya experiencia vertió en 'Diario del ladrón': “A veces dormíamos seis en una cama sin sábanas —escribió— y, desde que amanecía, íbamos a pedir limosna a los mercados. Salíamos en panda del barrio chino y nos dispersábamos por el Paralelo, con un capacho al brazo, porque las amas de casa nos daban con más facilidad un puerro o un nabo que una moneda”.

Cuentan Carme y Thais que el novelista francés llegó a prostituirse vestido de mujer en La Criolla (1922–1938), un cabaret situado en la calle del Cid donde los sexos, cualesquiera que fuesen, bailaban muy agarrados, se vendía cocaína y se traficaba con armas. Justo enfrente se ubicaba Cal Sagristà, el primer bar gay de Barcelona. Ambos garitos fueron destruidos por una bomba de la aviación fascista en 1938, los dos de una tacada, bum, como si se hubiese tratado de un 'tomahawk' teledirigido contra los pecados del mundo, el demonio y la carne.

Las tres rutas transitan, pues, por un paisaje fantasmal de tugurios ya desaparecidos, como la misma La Criolla o el mítico Barcelona de Noche (1936–1990), en la calle de las Tàpies, un local que primero fue vaquería, luego sala de fiestas y ahora, ay, comisaría de los Mossos d’Esquadra.

Fue allí donde debutó Bibí Ándersen (hoy Bibiana Fernández), la primera transexual española. Dicen también que el actor David Niven era un asiduo en sus visitas a la ciudad, y que allí, sentado a una de las mesas, el cineasta italiano Federico Fellini alucinó de lo lindo viendo actuar a Madame Arthur, un personaje que parecía haber brotado de su imaginación, un pedazo de artista con voz y percha de camionero que había nacido en Salamanca y se llamaba Modesto Mangas.

Lo mejor es disfrutar en directo de alguna de las tres rutas previa inscripción (https://lgtbarcelona.wordpress.com). Por de pronto, para el próximo sábado, 13 de febrero, vuelve a estar en cartel el paseo dedicado a Genet y Goytisolo. Sale de la plaza de Raquel Meller a las 10.45 horas.