Topor, como la primera dama

La entrada en escena de la esposa de Puigdemont invita a ir en busca por la librerías de Barcelona del políticamente incorrecto Roland Topor

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CARLES COLS / BARCELONA

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Antes de proseguir, una advertencia. El título es un cebo. En realidad, todo título en la prensa lo es, algo así como un escaparate de la tienda que hay detrás. Así que, disculpas de antemano por si pudiera parecer que aquí se van a contar intimidades de la nueva primera dama de Catalunya, cargo inexistente en el reglamento institucional catalán, pero que, como todo el mundo sabe, se ejerce, a veces con desvergüenza. El ferrusolismo, por ejemplo, duró nada menos que 23 años, tiempo suficiente para que aquella Lady Macbeth del sur influenciara no solo en los asuntos económicos, sino también en los morales, y como prueba de ello el ostracismo al que durante años condenó a un alto cargo del partido porque vivía amancebado tras la ruptura de su primer matrimonio. Batallitas que aún se cuentan.

Ahora, antes de proseguir, una confidencia. El pasado lunes, la web de EL PERÓDICO publicó dos perfiles, uno del nuevo presidentCarles Puigdemont, y otro de su pareja. Se ofrecían al lector en igualdad de condiciones. Nada de técnicas de supermercado, de colocar lo más caro a la altura de los ojos o de poner muchos nueves al precio, truco que parece tontorrón pero que aún funciona en las grandes superficies. Los dos textos estaban situados uno al lado del otro y con idénticos cuerpos de letra. El caso es que gracias a una herramienta de uso interno se puede saber la cifra exacta de lectores que obtuvo cada perfil. El de Puigdemont tuvo una notable aceptación, pues no en vano es el hombre que se pone ahora al frente del gran carajal catalán. Pero el de ella, Marcela Topor, caramba, alcanzó las estratosferas internautas. Cuadruplicó en cifras absolutas al del recién estrenado 'president'.

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Así que el título no es más que una burda treta para llamar la atención, pues de lo que va esto en realidad es de barcelonear por las librerías de la ciudad en busca de la inclasificable obra de Roland Topor, que con la primera dama solo tiene en común el apellido, ni siquera la nacionalidad. Es, queda advertido ya, una excursión frustrante, pues una de las más sorprendentes características del mundo editorial moderno es la inaccesibilidad a libros que de ningún modo pueden ser calificados de viejos o antiguos. “Vamoooos a ver….”, consulta en el ordenador de la tienda Josep Cots, el atentísimo librero de la Documenta. Busca una obra de cuentos cortos, 'Acostarse con la reina y otras delicias'. “¡Pero si es de 1996!”, exclama, como si fuera de 1896. No parece tanto tiempo. Al Carbono-14 no le ha dado tiempo aún de desintegrarse. Total, que en Documenta no hay nada de Topor.

Como queda cerca, la siguiente parada es en La Casa del Libro del paseo de Gràcia. Con ese nombre hogareño cabría suponer que los títulos en edad otoñal encuentran allí un buen refugio. “¿Roland Topor es el título o el autor?”. La pregunta del dependiente es un anticipo de la decepción posterior. “Topor, como la primera dama”. La aclaración le ayuda. “¡Ah!, de acuerdo”. Pero no hay nada de Topor en las kilómétricas estanterías de esa tienda.

Antes de entrar en Laie (próxima parada), no está de más una sucinta aproximación a quién era este tocayo de la primera dama.

Roland Topor fue hasta su fallecimiento en 1997 un escritor, ilustrador, cineasta, pintor, actor ocasional y, como máximo común divisior de todo ello, un artista francés con un afiladísimo sentido de la ironía, un maestro del humor negro, pero no del de trazo grueso, sino del más fino y audaz. La mejor muestra de ello es el único libro que de él está disponible en Laie, 'Cocina caníbal', obra que en su género solo supera en la literatura universal 'Una humilde propuesta', de Jonathan Swift. Ambas versan sobre lo mismo, sobre que, como dice Topor, “el hombre es el mejor alimento para el hombre”, pero no de cualquier manera, sino solo tras una primorosa cocción.

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Por falta de espacio, y porque siempre es mejor comprar el libro que lanzarse a un desenfrenado Ctrl C y Ctrl V, no estaría bien recoger aquí de pe a pa todas las delirantes recetas del libro, como el “puré de cabeza de jefe”, “guardabosques al vino de madeira”, “muslos de chicas con piernas al aire” o “vascos a la vasca”, pero por aquello de hacer boca ahí van un par de consejos culinarios que Topor intercala entre plato y plato. “Los generales son duros de pelar pero fáciles de cocer”. “Se pueden hacer deliciosos patés con los hombres que se manchan la corbata”. “Para pelar rápidamente un cojón: pínchelo con un tenedor y acérquelo al fuego hasta que estalle la piel. Se despegará de un tirón”.

La excursión, a lo que íbamos, termina aquí, con la constatación, una vez más, que es en esta ciudad es más fácil encontrar una trufa blanca en Colllserola que un libro veinteañero. Gracias por su atención.