Sant Adrià y Endesa pugnan por la conservación o el derribo de las icónicas tres chimeneas

TERMICA SANT ADRIA BESOS

TERMICA SANT ADRIA BESOS / periodico

CARLES COLS / BARCELONA

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Un pulso a tres bandas decidirá el futuro del coloso de Rodas de la fachada litoral de Barcelona, las tres icónicas chimeneas de Sant Adrià, más altas incluso que la Sagrada Família cuando finalicen las obras del templo. Quienes navegan a vela frente a las costas metropolitanas las consideran indispensables como punto de referencia. 200 metros son muchos metros. En Sant Adrià, ciudad minúscula y bastante escasa de símbolos de identidad, les han cogido cariño, parece que más que al arco gótico del siglo XIV del convento del Carme de Barcelona que por rocambolescas circunstancias terminó ahí, al lado mismo del Besòs. El problema es que Endesa, propietaria de la instalación ha solicitado ya al ayuntamiento la licencia de obras para iniciar la tercera y última fase de desmantelamiento de la central térmica, es decir, la demolición (lo lógico es pensar que por la vía de una espectacular voladura) de esa construcción que por sus características es casi única en el mundo. El equipo de gobierno municipal está en contra. La plataforma ciudadana 3 Xemeneies, más aún. Ese es el pulso.

Por usar un símil ajedrecístico, la batalla no está todavía en la fase final del jaque mate. Ni siquiera en la de acorralar a la figura del rey. Se trata solo de los primeros movimientos tácticos. Achuchado por la plataforma vecinal, el ayuntamiento inició a la vuelta de las vacaciones los trámites para declarar la vieja térmica Bien Cultural de Interés Local (BCIL), en resumen, darle amparo al edificio como patrimonio irrenunciable y a proteger. Lo que ocurrió es que pocos días antes de que el pleno municipal se reuniera para debatir esa iniciativa, Endesa movió sus alfiles y presentó su solicitud de obras. La respuesta del alcalde, Joan Callau, fue denegarla, un acto valiente para el primer edil de una ciudad de solo 35.000 habitantes, que no tiene claro que un caso así, si llegara a la vía judicial, pudiera ganarlo, pero lo que ha conseguido al menos es poner el pie en la puerta del debate sobre qué hacer con esas tres gigantescas torres y su entorno, 128.000 metros cuadrados de terreno situados entre dos puertos deportivos, el de Sant Adrià y el de Badalona, y de los que siempre se dice que si no fuera por la crisis económica actual tendrían cola de pretendientes.

LA DISCREPANCIA

Ese es, de hecho, el punto en el que discrepan el ayuntamiento y la plataforma vecinal. Esas dos manos del duro pulso a tres (la tercera es la de Endesa, claro) coinciden en que las torres deben permanecer en pie, pero el alcalde da por inevitable que el precio a pagar será la urbanización de aquel tramo del frente litoral. A eso se opone 3 Ximeneies, que anoche se reunió en asamblea para debatir sus próximo pasos. Según Roger Hoyos, su portavoz, hay ejemplos de sobra en el mundo de edificios industriales reconvertidos en centros culturales. La Tate Modern de Londres es el ejemplo más habitual que se pone sobre la mesa.

Esa comparación es la que invita a sopesar hasta qué punto la térmica de Sant Adrià es una pieza valiosa. Su arquitectura no es muy anciana. No es un digno representante de las fábricas de la primera industrialización. Vamos, que no es una Casaramona de Puig i Cadafalch, sede barcelonesa de CaixaForum. Es una instalación industrial de los 70 (el primer grupo entró en funcionamiento en 1973), pero las condiciones en las que se edificó hacen que se trate de un edificio singular. La cuestión es que por economizar espacio las turbinas, que es lo que alojan esos tres grandes bloques de hormigón visibles desde grandes distancias, se colocaron verticales y no acostadas sobre el terreno, como suele ser común. Y, sobre ellas, y no al lado, las chimeneas.

200 METROS DE ALTURA

La altura inicial iba a ser 180 metros. Lo que ocurrió para que pegaran un estirón es que en una zona deltaica como esa, tan proclive a episodios de inversión térmica, era mejor que las emisiones de las chimeneas salieran a ser posible por encima del colchón atmosférico que de vez en cuando se instala sobre Barcelona y su entorno. Por eso las tres chimeneas están coronadas con una extensión de metal, hasta los 200 metros de altura.