La persistencia de Maradona

Con 72 años y retirado en El Vendrell, el entrañable Maradona de la Rambla está convirtiendo su casa en un museo

Sabaté exhibe su técnica en el salón de su casa y museo en ciernes, en El Vendrell.

Sabaté exhibe su técnica en el salón de su casa y museo en ciernes, en El Vendrell. / JOAN REVILLAS

MAURICIO
BERNAL

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A veces, los días que se levanta con el ánimo adecuado, Joan Sabaté se pone el chándal, coge la pelota y sale a la calle a exhibirse un rato. «Hay días en que el cuerpo no me lo pide, porque la edad pesa, pero si el cuerpo me lo pide salgo y toco la pelota». Los tiempos en que sus piruetas con el balón eran regularmente consignadas en la prensa, en que se deleitaba como una estrella ante las cámaras, un toque aquí, un toque allí, sentado, agachado, de pie, los tiempos de la fama y del público, todo eso mayormente ya es pasado, pero esos días, cuando sale a tocarla, Sabaté lo recupera, vuelve a ser un poco la figura de antaño. «Mira, el Maradona de la Rambla», dice siempre alguien, y entonces se forma un corrillo y todo vuelve a ser en cierto modo como antes, y Sabaté sonríe, hace volar la pelota, la baja, la mima, la controla. «No puedo dejar de hacerlo, pero a esta edad ya no puedo hacer lo de antes. Quizá tengo un 30% de la capacidad que tenía cuando trabajaba en la Rambla. Hago lo que puedo». Sus exhibiciones ocasionales en las plazas de El Vendrell, el pueblo que ha escogido para retirarse, son una forma de celebración de la perpetuidad, una especie de declaración de principios. Soy Joan Sabaté, el Maradona de la Rambla. Tengo 72 años. Y la sigo tocando.

Sabaté quería una vejez sin escaleras para él y su mujer y encontró una planta baja en la localidad tarraconense que encajaba bastante bien con sus anhelos, y hace unos meses empezó a mudarse. «Una vez vine aquí porque el ayuntamiento me contrató para una fiesta mayor, y desde entonces me gustaba». El viejo y entrañable Maradona disfruta de la pensión que cosechó cotizando como autónomo y podría regodearse en un retiro plácido de salidas puntuales al parque, de ver la televisión por las tardes y hacer la siesta y de dar paseos por el pueblo con su esposa, pero la inmovilidad nunca ha sido un atributo suyo, y su proyecto de septuagenario, además de esas salidas que obran el prodigio de resucitar puntualmente su leyenda, es poner en marcha un museo. Un museo sobre él mismo, sobre Maradona, que ya ha empezado a montar en esa casa suya que espera convertir en un lugar de peregrinación.

El arte y la técnica

«Siempre que me llamen con antelación, la gente podrá venir a visitar mi museo, y a ver cómo la tocaba, porque tengo vídeos, y si quieren hasta les puedo explicar cómo depurar la técnica para tocar bien la pelota». El Museo de Maradona está en construcción, pero ya los vecinos cuando pasan por la calle saben que esa casa no es como las otras. Está marcado, el lugar. Cal Maradona de les Rambles, reza la placa que Sabaté ha hecho colocar junto a la puerta.

De momento, el salón de la casa alberga piezas como la camiseta de la selección catalana que hace siete años, el día de su jubilación, le regalaron los miembros de la Plataforma Salvemos al Maradona de la Rambla, constituida por sus admiradores más entusiastas cuando el ayuntamiento intentó expulsarlo del paseo barcelonés. Enmarcada y en el sitial de honor. También hay objetos raros como el libro editado con motivo de la Bienal Internacional Deporte en el Arte celebrada en Salamanca en el 2003, donde, con cierta extravagancia, su habilidad con el balón fue elevada a la categoría de artística: «En algunos momentos -dice el texto sobre Sabaté- lo podemos ver de rodillas con los brazos abiertos, en otros completamente postrado en el suelo; en ambos su mirada está invocando al cielo y el balón permanece inmóvil como si le obedeciera. De esta manera se establece un paralelismo con las numerosas representaciones pictóricas de los retablos en el arte religioso». También hay trofeos, recortes de prensa, fotos, diplomas. Unas botas viejas y un balón. Y en el medio el sofá de casa, el comedor, un sillón, algún mueble. El televisor.

Sabaté pasó dos décadas exhibiendo su habilidad en la Rambla, primero junto a la estatua de Colón y más tarde, ya armado de coraje, en la fuente de Canaletes. Su depurada técnica, cultivada desde la infancia y puesta en su juventud al servicio del Santeliuenc FC -el equipo de su devoción- le sirvió para ganarse la vida tras cumplir 40 años, y para batir un par de récords mundiales. ¿Quién no sentiría nostalgia? Pues un museo es eso, en cierto modo: un lugar para la nostalgia.