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U2: la marca blanca es pata negra

Edu Zafra/The Edge, Miki Fargas/Bono, Àlex Gaspa/Mullen y Miquel Àngel Mateu/Clayton, el lunes.

Edu Zafra/The Edge, Miki Fargas/Bono, Àlex Gaspa/Mullen y Miquel Àngel Mateu/Clayton, el lunes.

ELOY CARRASCO

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Quizá, en una próxima visita, no haga falta caer en las zarpas de los pícaros de la reventa. U2 va a pasar la semana en Barcelona y algunos fans sin entrada estarán tentados de dejarse un dinero con tal de ver a los irlandeses de sus amores. Ya tendrá que ser el viernes o el sábado, cartuchos a la desesperada. Para ellos habrá sido una lástima no estar al corriente de un plan B del que, entre ayer y el lunes, disfrutaron medio millar de incondicionales. Aunque nunca será lo mismo el original que la copia, para ellos no fue una mala solución plantarse en el Hard Rock de la plaza de Catalunya para ver y escuchar a Please, los U2 catalanes. Una marca blanca pata negra.

Please es una tribute band. Es decir, un grupo que rinde homenaje a unos ídolos y hace versiones de sus temas y nada más. Sin composiciones propias. En este caso son cuatro hombres atrapados por la fascinación que les provocan Bono, The Edge, Larry Mullen Adam Clayton. Cantan sus canciones -las interpretan sería más pertinente-, emulan sus poses y sus vestimentas y, oigan, dan el pego la mar de bien. La mímesis alcanza un punto en el quepuede que si alguien un poco despistado se incorporase al concierto en pleno éxtasis de Where the streets have no name y viera aquel jolgorio, con todo el mundo haciendo fotos y vídeos con los móviles, acompañando la melodía a voz en cuello y aplaudiendo y vitoreando a rabiar, tal vez llegaría a creer que son los U2 de verdad.

Ellos hacen todo lo posible para que sea así. Miki Fargas es Bono. Tiene 43 años y se gana la vida con las bellas artes y como diseñador. De vez en cuando sube al escenario convertido en un individuo vestido de negro, con el pelo peinado hacia atrás y unas gafas oscuras. El registro vocal, muy logrado, y el recargo postural, calcado del dublinés, completan el personaje, que en un momento dado hasta se envuelve con la bandera irlandesa, la ceremonia al completo. A su derecha, Edu Zafra, barcelonés de 44 años. Se dedica a un trabajo normal, en un laboratorio farmacéutico, pero se toca con un gorro de lana, sus manos empiezan a revolotear por el mástil de la guitarra y ya tenemos a The Edge. A la izquierda del líder, Miquel Àngel Mateu, 38 años, de Barberà del Vallès, bajista, y detrás, Àlex Gaspa, batería barcelonés de 40, ambos profesores de música en la vida civil. No son rubios como Clayton y Mullen, pero su sección rítmica zumba y golpea tal cual.

Miki Fargas / Bono es también aquí el líder, como miembro fundador y más veterano de la formación, que ya lleva 15 años en danza, mientras que los otros tres han ido variando. El lunes llegó al Hard Rock con un poco de retraso. Lógicamente, fue al Palau Sant Jordi y a la salida le pilló el atasco. No necesitó mucho tiempo para transmutarse en Bono y empezar su concierto del after party. Se sumó también más de un fan que venía de Montjuïc y no había tenido suficiente. A Miki se le iluminó el cielo cuando era un adolescente, en la época en que U2 editó The Joshua tree. A partir de ahí descubrió canciones anteriores que le sonaban sin saber que eran del grupo irlandés, como Sunday bloody sunday. «De U2 me gustaba todo», dice. «Desde la puesta en escena al hecho de que Bono fuese tan actor, un intérprete en todo el sentido de la palabra, algo que no había visto en otros músicos».

Un cambio de opinión

Un buen día decidió ir más lejos en su fervor y formar la tribute bandPlease era la canción que sonaba en aquel momento y de ahí tomó el nombre, pero ya no la cantan. «Al no ser uno de los hits, la gente aprovechaba para ir al bar o al lavabo, así que la quitamos del repertorio». Las más difíciles, asegura, son Pride y With or without you, por voz y por exigencia gestual. Ahora cuentan con un buen número de actuaciones y planes, en salas y en fiestas mayores, aunque cuando empezaron los promotores no acababan de ver claro que solo, de manera innegociable, tocasen versiones de U2. Hasta que Jordi Tardà los descubrió y les dio el empujón que les permitió coger altura.

Al principio no querían ir más allá de la música, rechazaban caracterizarse, ir como Bono y compañía. «Cambié de opinión», admite Miki. «Si quieres que esto dure, tienes que evolucionar, y una forma de conseguirlo era vestirse como ellos». La consecuencia es unos U2 de Hacendado que superarían una cata ciega.