El 'running' se cuela en Mercabarna y la iglesia del Tibidabo

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / BARCELONA

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Son muchas las razones por las que correr se ha puesto de moda. Ahora lo llaman running porque el inglés le da a la cosa un halo de sofisticación, del mismo modo que puenting resulta más atractivo que tirarse de un puente o beach tennis seduce más que las palas de playa de toda la vida. La crisis de los 40, un deporte barato, amigos nuevos, recuperar la línea, desconectar de la rutina. Cada uno tiene su motivo, y cada fin de semana, multitud de carreras. Ha llegado un punto en que la popular de 10 kilómetros, la media maratón, la de los Bomberos o la que tiene escaleras han entrado en el espectro de lo esperable. Por eso aparecen nuevos formatos en los que gana protagonismo el entorno. Barcelona acoge en próximas fechas dos propuestas únicas en el mundo. Una se mete en una iglesia. La otra, en Mercabarna.

Los corredores de los primeros años 80 tuvieron que aguantar la guasa ciudadana cuando empezaron a trotar por la Diagonal. Portaban mallas o pantalones muy cortos y les llamaban de todo, improperios tan previsibles como desagradable. ¿Qué habría pensado esa banda de intolerantes si esos sudorosos hombres y mujeres hubieran atravesado el templo del Sagrado Corazón de Jesús del Tibidabo? Sucederá el viernes que viene y será el colofón de la Midnight Trail Barcelona, carrera nocturna de 15 kilómetros por Collserola que alcanza su cuarta edición y que antes de la meta ofrecerá a los participantes la experiencia de trotar por el interior de una iglesia. Un par de semanas después, el domingo 4 de octubre, se celebra la primera edición de la Cursa de Mercabarna. La lonja que abastece a la provincia de Barcelona, cerrada por descanso dominical, abrirá sus puertas para que los runners completen un recorrido de cinco o 10 kilómetros entre los pasillos de fruta y pescado.

En el caso de la Midnight Trail, fue el propio templo el que, después de tres años de seguir la carrera desde la corta distancia, propuso la idea. A Nicolas Beck, uno de los organizadores, le vinieron ganas de abrazar al religioso. Aquello era demasiado maravilloso. Fue el salesiano Carlos Garulo quien dio el primer paso: «Venían siempre a vernos por cortesía, para avisarnos de que en pocos días se celebraría la carrera, y pensamos que era una pena no participar. Es una enorme oportunidad poder hablar con tanta gente joven. Les encantará entrar, es como conectar con otro universo». Los corredores alcanzarán los 546 metros de altitud tras subir unos 200 escalones, que se suman a los 200 que ya habrán superado en la Font del Món, que conecta la carretera de las Aigües con la de Vallvidrera. Además, a los primeros participantes les espera una sorpresa, pues en cuanto pongan un pie en la iglesia, empezará a sonar el órgano.

PESCADO EN DIFERIDO / No hay precedente de carrera popular que pase por el interior de una iglesia. Como tampoco lo hay de corredores atravesando un mercado. Para Mercabarna el objetivo de la convocatoria es descubrir «la ciudad que te alimenta». No habrá actividad, pero sí una cierta recreación. Explica Ingrid Buera, directora de operaciones y comunicación de la lonja, que cuando los participantes pasen por la zona del pescado, donde operan 52 empresas, se escuchará de fondo el ruido característico de cualquier día laborable, esto es, los gritos de las subastas, el sonido de cajas arriba y abajo; la vida propia de este zoco de la alimentación por el que cada día pasan 23.000 personas. En el área de fruta sí se abrirán algunas paradas.

La clásica bolsa del corredor que se entrega a todos los participantes no llevará geles, cremas y barritas energéticas; contendrá productos frescos de la lonja. Y una vez todos los inscritos hayan cruzado la meta, Mercabarna ofrecerá un desayuno en el que se echará mano de todo lo bueno que llega al mercado procedente de todo el mundo.

Barcelona ya había albergado antes competiciones de peculiar recorrido, como la subida a la Torre de Collserola (712 escalones). La ciudad formó parte varios años del circuito Vertical World Circuit, que recorre el mundo subiendo las escaleras de los rascacielos más altos, como el Empire State, con 1.576 peldaños. De las alturas, el año pasado se pasó a las profundidades con la Discovery Underground, una carrera de 10 kilómetros por la línea 2 de metro, entre las estaciones de Universitat y Gorg. Fueron 300 los atletas que bajaron a las vías de un total de 15.000 peticiones. Sirva el dato para calibrar hasta qué punto el running ha entrado en los hogares barceloneses.

UNA META A LA CAZA / Existen otro tipo de competiciones con alicientes más centrados en el tipo de carrera, no tanto en el lugar en el que se disputan. Está el Correbarri, en el que los distintos distritos de Barcelona compiten por conseguir el mejor tiempo global en un recorrido de 10 kilómetros por las calles de la ciudad, o el Wings for Life, en el que la meta móvil -un coche- sale media hora después que los atletas y los elimina conforme los va alcanzando. Está claro que ya no basta con correr.