BARCELONEANDO

Buscar pareja sin red

La agencia de relaciones Samsara cumple 20 años. Sin internet también se liga

Una pareja, en Barcelona.

Una pareja, en Barcelona.

ELOY Carrasco

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Les llaman a menudo confundiéndoles con el restaurante homónimo que hay en Gràcia, pero lo que alimentan aquí es otro tipo de hambre. Samsara es una agencia -digamos de contactos, de relaciones, matrimonial si la cosa llega al grado superlativo- que no solo sobrevive en estos tiempos en los que el pulgar se desliza por la pantalla del móvil como imperial gestor de ligues, sino que cumple 20 años lozanos juntando a personas que quieren aparejarse y no saben, no pueden, les da pereza o por sí mismos no tienen una hora que dedicarle al tema. Samsara, dice su fundadora y directora, Maria del Carme Banús, garantiza seguridad, eslogan que no es poco si recordamos lo que les pasó hace un par de semanas a los miles de infieles (o aspirantes a) que quedaron al descubierto tras el ataque informático a la página Ashley Madison.

Las webs para enrollarse, se puede pensar, deberían haber enterrado a estos negocios que parecen de otra época, pero de eso nada. En realidad, muchos de sus 800 clientes en toda Catalunya, explica Banús, vienen desengañados de la red y sus pirulas, de las farsas fácilmente camuflables. Internet es "la gran discoteca del siglo XXI. Antes a ligar se iba a la discoteca y ahora por lo visto la gente se mete en esas páginas", ilustra esta mujer que ronda los 60 años. Un portal, polisemias de la vida, siempre será un lugar de cortejo.

Sin cosas raras

Quienes acuden a sus servicios no le piden "cosas raras". Acaso que el aspirante no fume, que no tenga hijos, o alguien un poco alto. Cómo estará el mercado que, sorprendentemente, "que sea alguien normal" suele ser el requisito prioritario. En su empresa, un gabinete de psicólogas entrevista a los/as pretendientes, trazan un perfil de su personalidad, analizan las compatibilidades con aquellos/as que les parecen afines, los ponen en contacto y hacen un seguimiento. Asegura que el éxito de las operaciones ronda el 70%. "Si alguien va a buscar pareja en serio le resulta muy frustrante lo que encuentra en las webs. Acaban viniendo a nosotros porque quieren un filtro", añade.

Proliferan entre quienes llaman a su puerta "ejecutivos que ni quieren ni pueden perder el tiempo". También son más numerosos de lo que parece los que simplemente detestan ir a locales nocturnos a intentar ligar, o pertenecen a grupos de amigos ya muy cerrados donde no hay opciones de encontrar medias naranjas, y lo están deseando.

Por edades, la clientela oscila entre 33 y 60 años. Hasta los cuarenta y pocos "hay equilibrio" entre hombres y mujeres, pero entrada la cuarta década "abundan más las mujeres", que tienen por costumbre ser más exigentes al reclamar garantías. No es, en contra de una creencia extendida, un territorio infestado de tímidos o friquis. "También los hay, claro, pero no más que en el resto de la sociedad. Esto no deja de ser un reflejo de la vida en general". Algunos/as le confiesan, con complacido asombro, que no esperaban que hubiese disponibles candidatos/as tan atractivos/as como los que en ocasiones les ofrecen en la agencia, agrega Banús para dejar claro que Samsara no es un criadero de bichos raros.

Una vez le visitó, en busca de novia, un cantante "bastante famoso", revela sin ceder ni una pulgada de su respeto al anonimato del interfecto. No tenía problemas para conseguir mujeres, sobre todo fans. "'Pero se enamoran del cantante, no de mí. Me tienen mitificado y yo por las noches ronco', me decía".

Sin soltar mucha más prenda, afirma Maria del Carme Banús que lo que cobran está "al alcance de cualquier economía". El precio de ponerse en manos de un matchmaker, que así hay que llamar hoy a las celestinas contemporáneas.