El vecindario de la nueva Mina deplora la dejadez municipal

La piscina de una finca de la nueva Mina y, al fondo, los edificios clásicos del barrio. Abajo, basuras en la calle, restos de un incendio en un solar y una jeringuilla.

La piscina de una finca de la nueva Mina y, al fondo, los edificios clásicos del barrio. Abajo, basuras en la calle, restos de un incendio en un solar y una jeringuilla.

CARLES COLS / SANT ADRIÀ DEL BESÓS

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Hace hoy exactamente una semana, un fuerte catapum despertó a los vecinos de uno de los barrios más singulares del área metropolitana, la nueva Mina, en Sant Adrià del Besòs, pero que tiene prácticamente un pie en el Fòrum, así que no son pocos los que creen que aquello todavía es territorio de Barcelona. Explotó lo que fuera, tal vez un hornillo de gas, y después se declaró un pequeño incendio allí mismo, en un solar que la crisis inmobiliaria dejó yermo de ladrillos. Fue a raíz de ese incidente que los vecinos descubrieron que entre la frondosa vegetación del solar había un pequeño campamento, probablemente de drogadictos, como un refugio justo al lado de la vieja Mina. Fue la gota que colmó el vaso. Los vecinos de ese nuevo barrio, gente que pagó más de 400.000 euros por vivienda con la promesa de que la regeneración de aquella zona era ya imparable, están que trinan contra el Ayuntamiento de Sant Adrià. Tienen más motivos.

La explosión tuvo lugar en la confluencia de las calles de Rosalía de Castro y de Manuel Fernández Márquez. Esta segunda calle, dedicada a la memoria de una víctima local del tardofranquismo, es una vía que nunca deja de sorprender. Una acera es la nueva Mina, deliciosamente urbanizada, arquitectónicamente notable. No son pisos de lujo, pero algunas fincas tiene piscina y los porteros automáticos son con videocámara. La otra acera es la Mina mil veces fotografiada como lugar metropolitano sin solución. El contraste es la noche y el día, pero en verdad no hay problemas remarcables de convivencia. El problema, según los vecinos más recientes, los del lado mar de Manuel Fernández Márquez, es que el Ayuntamiento de Sant Adrià no está a la altura de las circunstancias.

A dos manzanas de donde tuvo lugar la explosión hay otro solar que se quedó también sin construir. En este, Pere Felices, improvisado portavoz de las quejas vecinales, invita a andar con cuidado. Está sembrado de jeringuillas. Es una noticia destacable por inusual. Es más, un caso así, por poner un ejemplo en el Eixample barcelonés, sería objeto, seguro, de una tormenta política en la plaza de Sant Jaume. No aceptan los vecinos de Sant Adrià que su caso no sea tenido en cuenta.

Respuesta oficial

¿Qué dice al respecto el Ayuntamiento de Sant Adrià? La respuesta es la común en situaciones similares, que son los dueños de los solares los responsables del buen estado del lugar y de su higiene. Por muy vacío que esté, aquello no deja de ser una propiedad privada. A los vecinos, la respuesta no les convence. Les consta que en alguna ocasión anterior el ayuntamiento ha limpiado el solar y ha pasado después la factura de la operación al dueño de la finca.

El problema es que los motivos de enfado no acaban ahí.

Está la cuestión de los contenedores de basura. Las bolsas y lo que no cabe en las bolsas está más fuera que dentro de los contenedores. Esa es la fotografía habitual de la calle de Manuel Fernández Márquez, pero solo en la acera del lado montaña. Ese es un problema, además, que no hace más que acentuar todavía más el enorme contraste entre uno y otro barrio.

También para eso tiene una respuesta el ayuntamiento. Una portavoz municipal explicó ayer que la capacidad de los contenedores no es insuficiente, que las bolsas no están fuera porque no quepan dentro, sino porque basta que algunos residentes de la vieja Mina no se molesten en depositarlos donde corresponde para que la calle se ensucie.

Vehículos calcinados

Y luego está el caso de otro gran solar que se utiliza como improvisado aparcamiento de vehículos a la espera de que con el final de la crisis se pueda algún día retomar los planes urbanístcios donde quedaron interrumpidos. Es un solar del que merece la pena contar una curiosa característica, invisible a ojos profanos. Los coches aparcan ahí más o menos ordenadamente. El terreno es irregular. Se puede decir incluso que, pese a que no está vigilado, es seguro. Lo extraño es que en una de sus esquinas los conductores parecen reacios a aparcar, como si una fuerza extraña se lo impidiera. Es así, en realidad, porque en ese punto es donde los ladrones de coches suelen quemar los vehículos que han sustraído para una noche de juerga. Ahora la quema es menos frecuente, pero hace un año lo común era que cada mes ardiera de media un turismo.

El resumen global, desde la perspectiva de los vecinos, es inapelable. En su día se creyeron que el proyecto de regenerar totalmente el barrio de la Mina iba en serio. El esfuerzo inversor de las administraciones ha sido muy importante. Por la Mina pasa el tranvía, hay una buena biblioteca, los Mossos d'Esquadra tienen una comisaría en el centro del barrio, se convenció en su día a la Universitat Politècnica para que creara un campus entre el barrio y el puerto deportivo de Sant Adrià (las obras están muy avanzadas) y, tras ese maratón, se falla en los detalles. «Cuando vine a vivir aquí, ya ya sabía lo que era la Mina. Lo que no sabía es cómo es el Ayuntamiento de Sant Adrià», zanja Felices.