Gente corriente

Gemma Sàez: «Que la gente se reúna para mejorar su calle es cultura»

Librera en el Raval. Parte de su labor es escuchar los problemas de los vecinos y jugar con los niños.

«Que la gente se reúna para mejorar su calle es cultura»_MEDIA_1

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GEMMA TRAMULLAS

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Hace poco más de un mes, Gemma Sàez y Ernest Morera crearon la editorial Veusambveu y abrieron la librería del mismo nombre en la esquina de las calles de Roig y Picalquers, un rincón lóbrego y poco transitado del Raval. Su idea inicial era que el espacio se fusionara con la calle y funcionara también como centro sociocultural. En la práctica, la dura realidad del barrio impone su agenda: si hay que salir del mostrador para escuchar a un vecino hecho polvo, se hace, y si hay que  cuidar de los niños que se pasan el día jugando en la calle, pues también.

-Usted es socióloga. Lo que está viviendo no lo enseñan en la facultad, ¿verdad?

-¡No! Aún no he conseguido ver cómo puedo hacer de la sociología una herramienta de transformación social. También he militado en organizaciones desde los 15 años, sobre todo del ámbito anarquista, pero llegó un momento en que tuve la necesidad de dejar la teoría y hacer algo más práctico. De todo lo que he estudiado, lo que más me ha servido es la especialización en cultura.

-¿Por qué?

-El arte y la cultura, además de ser un vehículo de expresión, también son herramienta de intervención y de transformación social. Con Ernest inicialmente creamos la asociación cultural La Ravala, pero queríamos ir más allá y construir un espacio donde se pudiera vivir de otra manera.

-¿Una librería de género y feminista?

-Esto no es una librería corriente, sino también un punto de encuentro para gente que quiere transformar la sociedad. Ya funciona una oficina de asesoramiento sobre vivienda social, un taller de pintura para niños, un mercado de ropa gratis y los sábados también hacemos un vermut solidario. Tenemos libros muy académicos, pero que la gente se reúna para mejorar su calle también es cultura.

-Quieren transformar la calle, pero quizá la calle les acabe transformando a ustedes.

-Ya está pasando. Hay vecinos que entran porque necesitan ayuda, aunque solo sea para que alguien les escuche. Se ha creado la asamblea del Roig, en la que participan vecinos, comerciantes y nosotros. Una asamblea no es solo un lugar para debatir y montar una manifestación, sino también un espacio donde yo pueda contar qué me pasa y nos podamos ayudar mutuamente.

[Varios niños que juegan, gritan y se empujan a la entrada de la librería interrumpen la conversación. Uno de los más pequeños acaba con un chichón y Ernest deja el mostrador para consolarle.]

-Con estos niños no contaban.

-No, pero hemos hecho una buena amistad. Cuando no jugamos a fútbol, entran y nos piden papeles para recortar o también hojean algún libro. Tenemos una buena colección de libros infantiles que huyen del estereotipo Disney. Que los pequeños puedan ver que existen valores más allá de las relaciones de dominación y explotación nos parece muy importante.

-¿Cuál es su imagen preferida de esta relación librería-calle?

-Un martes que hacíamos el mercadillo de ropa gratis vinieron madres de estos niños y se llevaron algunas prendas. Más tarde, salieron al balcón y dejaron caer varios vestidos típicos de Bangladés, una ropa preciosa. Los niños insistieron en que me los probara. «¡Qué guapa!», decían. Pasan cosas chungas, pero también muy bonitas.

-Esto no lo hacen por dinero.

-Esto lo hacemos por unas ideas, pero al final creo que también lo hacemos por nosotros. Yo siempre he trabajado en hostelería y ganaba dinero, pero después de servir copas durante 12 horas llegaba a casa y me preguntaba: «¿Qué he hecho hoy?». No sé si al final la librería servirá para transformar la calle, no sé si es lo que hay que hacer, pero creo que es lo que tengo que hacer.