La Massana culmina la renovación de la Gardunya

Gemma Amat y Carme Pinós, ante las obras de la plaza de la Gardunya.

Gemma Amat y Carme Pinós, ante las obras de la plaza de la Gardunya.

CRISTINA SAVALL / BARCELONA

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La plaza de la Gardunya ya no es la parte de atrás, la recámara, la entrada descuidada de la Boqueria. La larga reforma urbanística comenzó en el 2010 con las obras de construcción del aparcamiento subterráneo, de los almacenes refrigerados y del área de carga y descarga del mercado, y ahora culmina con la edificación en el lado mar de la nueva sede de la Escola Massana, entre las calles Jerusalem y Floristes de la Rambla.

La previsión es que la escuela abra las puertas en el 2017, año en el que se trasladaría de su actual domicilio en el histórico recinto del Hospital de la Santa Creu de Barcelona, uno de los conjuntos del gótico civil más importantes de Catalunya. En ese entorno, las aulas y los talleres están activos desde enero de 1929.

Gemma Amat, directora de la Massana, considera que el traslado es necesario. «Se ha retrasado demasiado», dice en referencia a que debido a la crisis el ayuntamiento de Xavier Trias paró el proyecto de reforma durante dos años. «Pero después fue el propio Trias quien rectificó y dio luz verde a su construcción», recuerda la directora, que lleva años enfrentándose a problemas derivados de un espacio que no reúne las condiciones necesarias para impartir clases a 1.400 alumnos. «Tenemos muchos problemas de infraestructura», asegura Amat.

RANGO UNIVERSITARIO

El actual inmueble necesita profundas reformas. «Entre otros problemas los discapacitados no tienen resuelto el acceso a la escuela. Además, la dirección general de Universitats exige un nuevo edificio para impartir clases del grado de Arte y Diseño con rango universitario», asegura Amat, que en la nueva etapa contará con 27 talleres técnicos de oficio. «Estaremos al nivel de las grandes escuelas europeas», destaca.

Dos máquinas excavadoras trabajan desde marzo en el terreno donde se alzará el nuevo inmueble con voladizos, aunque los cimentos ya están terminados. Se trazaron como una prolongación de la estructura del aparcamiento subterráneo que ya funciona. Allí, se construirán cinco plantas y tres accesos: la entrada principal, en la calle de les Floristes de la Rambla, otra puerta en la misma plaza y una tercera para entrar al auditorio desde la calle de Jerusalem, que estará abierto a actos públicos los fines de semana.

«Ya hemos logrado que la plaza de la Gardunya sea peatonal. Todavía falta, ya que la construcción de la Escola Massana durará 18 meses y todavía no se han iniciado las obras de unas viviendas de protección oficial en la fachada norte de la plaza. Espero que cuando el edificio esté terminado ya sea una realidad el proyecto de crear un pasaje que enlace la nueva escuela con los jardines de Rubió i Lluch, ubicados dentro del recinto del antiguo hospital, donde actualmente se imparten las clases frente a la Biblioteca de Catalunya. Es un espacio maravilloso que los estudiantes no pueden perder. Por ello una de las entradas la encaro a este futuro acceso», señala Carme Pinós, la arquitecta que ganó el concurso público para urbanizar la Gardunya, el ala este de la Boqueria y edificar la nueva sede de la Massana, que contará con 10.700 metros cuadrados de superficie.

El presupuesto para edificar la escuela con forma de L alcanza los 11,5 millones de euros, cinco ya están garantizados. «La nueva sede tendrá mucha luz. No quiero que los alumnos, que son jóvenes y dinámicos, se sientan encerrados. Conversé con los profesores y todos coincidían en que lo más triste era perder el claustro del recinto histórico. Por ello, cada pasillo terminará en un gran ventanal», argumenta la arquitecta con gran experiencia en construcción de escuelas, ya que junto a Enric Miralles creó el instituto La Llauna de Badalona y en solitario la escuela La Serra de Mollerussa y el colegio Lluís Vives en Castelldefels.

Esta decisión conlleva soluciones arquitectónicas para que los alumnos no se sientan contemplados por los turistas. «Será un espacio de trabajo con terrazas que darán la sensación de disfrutar del exterior pero a su vez protegido de las miradas», describe Pinós. Para ello, el ceramista Toni Cumella recubrirá la fachada que da a la plaza con terracota y también intervendrá con un color más neutro en la calle Hospital.