El nuevo gobierno de la capital catalana

Alcaldesa Colau, ¿qué hay de lo nuestro?

Ada Colau, con su hijo en brazos, este domingo en el balcón del ayuntamiento durante una 'diada castellera'.

Ada Colau, con su hijo en brazos, este domingo en el balcón del ayuntamiento durante una 'diada castellera'. / ell

HELENA LÓPEZ / BARCELONA

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El jueves -a dos días de la investidura- fueron los vecinos de los barrios de La Marina, uno de los núcleos en los que Barcelona en Comú (BC) obtuvo un mejor resultado el pasado 24 de mayo. Salieron a la calle para exigir la llegada del metro -esa entelequia llamada L-10- a su aislado territorio. El viernes -a un día de la toma de posesión- fue el turno de los afectados por el plan de la Colònia Castells en la calle de Entença. Pedían a la entonces aún futura alcaldesa que salve sus viviendas de alquiler, en perfectas condiciones y en las que estos jubilados llevan viviendo toda su vida. Hoy, lunes, primer día laborable en el que Ada Colau toma el despacho más noble del lado mar de la plaza de Sant Jaume, la alcaldesa debe estar a punto de recibir la carta que el viernes redactaba la Plataforma contra el Hotel del Rec Comtal para entrarla por registro hoy mismo, en la que le piden una respuesta urgente «directamente a los vecinos» sobre la macroconstrucción que Núñez y Navarro está empezando a levantar en el Casc Antic.

No cabe duda, vistos los acontecimientos y las convocatorias vecinales previstas para las próximas semanas. La ciudadanía organizada, la misma que en gran medida ha aupado a la fundadora de la PAH a la alcaldía, tomó la palabra a Colau cuando pidió que siga «con la imprescindible lucha en la calle» y se la volvió a tomar el sábado cuando, durante la investidura, reclamó a los barceloneses que sean exigentes con su gestión.

De hecho, la afluencia tanto en el encuentro con los líderes de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB), el primer martes tras los comicios, como dos días más tarde en la plaza de las Navas, en el Poble Sec, con el vecindario en general, ya permitía intuir cuál será la dinámica del mandato que hoy empieza.

DOS DESAHUCIOS PARA HOY

También hoy mismo había programados dos desahucios en Ciutat Meridiana que la asociación de vecinos logró parar entre el jueves y el viernes. «Podemos ir parando los desahucios, pero son parches, no la solución. Lo que hace falta es alquiler social y, sobre todo, trabajo, que es la clave», explica Filiberto Bravo, presidente de la asociación, que asegura que ni él ni sus vecinos ven brotes verdes. «Ahora mismo la tierra está bastante árida», describe nada eufórico. «Nunca hemos estado al lado del poder, más bien enfrente», señala antes de apuntar que espera llegar a acuerdos con el nuevo gobierno municipal.

Ciutat Vella, distrito que Colau conoce bien, ya que fue activista vecinal en el mismo, es uno de los territorios que espera con más ansia que la ya alcaldesa se ponga a trabajar. Además del citado caso del Hotel del Rec Comtal -que Colau deberá negociar con Núñez y Navarro, igual que sucede con la Torre Garcini y los solares de Vallcarca-, el aterrizaje de la nueva regidora es también muy esperado en la Barceloneta, con la crisis abierta por los pisos turísticos sin resolver, y por la gente de Fem Plaça, que lleva dos años pidiendo la recuperación del espacio público tomado por terrazas y turistas; discurso que encaja a la perfección con el propuesto por Colau, pero de difícil ejecución con 11 concejales (requiere un cambio en la norma de las terrazas y en actual plan de usos).

El colectivo Prostitutas Indignadas, formado por las mujeres que ejercen la prostitución en Illa Robadors, en el Raval, también la espera con su proyecto de cooperativa bajo el brazo, para el que necesitan la cesión de las dos fincas en las que habían trabajado, de titularidad municipal desde que Trias las compró para convertirlas en vivienda social, según anunció este, o para echarlas, según denuncian ellas.

No menos impacientes la esperan los miembros de la plataforma para la recuperación del Arnau. Un vecino le recordó en persona la propuesta ciudadana nacida en el colectivo Som Paral·lel de convertir el viejo teatro -también municipal- en un espacio cultual autogestionado en el primer encuentro de ahora regidora «con el pueblo». Respondió Gala Pin -la flamante concejala de Ciutat Vella, pese a que entonces aún no era público- y aseguró que su voluntad era abrir un proceso de diálogo para que el vecindario decida el futuro del espacio. «Esperemos que así sea. Ya tuvimos que hacerle un escrache a un alcalde. No queremos tener que repetirlo», respondió -con una sonrisa, eso sí- el interlocutor.

También de la plataforma Som Paral·lel ha nacido un comunicado que ya han hecho llegar a Colau en el que le piden que cambie la ordenanza que veta la música en directo en los locales pequeños, y para el fin de semana del 20 y 21 de junio preparan una jornadas reivindicativas en Sant Antoni para celebrar el día de la música y denunciar la precariedad.

Tampoco les faltan ganas a los vecinos de Gràcia. Les queman en las manos las conclusiones del proceso participativo organizado por el anterior equipo de gobierno tras una importante campaña de presión. «Teníamos el compromiso de Trias de que intentaría incluir en el plan de usos nuestras propuestas. Vemos en el cambio de gobierno una oportunidad no solo para que se incluya todo lo acordado, sino para que se reabra el debate para poder ir más allá, en temas abiertos, como el de los hoteles», apunta Toni Ramon, de la Assemblea Veïnal de la Vila de Gràcia.

Fernando Abad, presidente de la asociación de vecinos de San Cristóbal, en la Zona Franca, tiene claro que no se conforman con poner el tema sobre la mesa. «Lo que queremos es que la L-10 se haga, y el año que viene. No podemos permitir que el metro nos pase por debajo al aeropuerto y no pare, y lo vamos a batallar ante quien sea», advierte.